Miguel Ángel Otero Soliño La base "Presidente Gabriel González Videla" rodeada de curiosos pingüinos
El Hespérides ya marca con su silueta el enfoque de Puerto Foster; es día de reencuentro con nuestro "Hermano pequeño" (En edad, ¡claro!) tras la convivencia vivida en Ushuaia donde ambos buques oceanográficos coincidieron atracados en navidades. Los saludos hoy se limitaran a unos breves intercambios radiofónicos, el viento parece que se encuentra cómodo en los 40 nudos, situándonos fuera de los márgenes de seguridad para este tipo de maniobras; por ello, antes de someternos a un riesgo innecesario, tanto desde el punto de vista humano como ambiental, se prefiere postergar la operación de trasvase de combustible.
El Hespérides, veterano en las lídias polares, se aplica la máxima 'no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy' y decide aprovechar el día para trasladar a una serie de personal al aeródromo chileno que se encuentra anexo a la base 'Presidente Frei', en isla Rey Jorge.
Su campaña antártica, ha sido planteada en dos fases de un mes de duración cada una. Al final de la primera etapa, se acometerá un relevo del personal científico, haciendo uso del puente aéreo que comunica el aeródromo 'Teniente Marsh' con la ciudad de Punta Arenas.
Desde hace tiempo, determinadas compañías, como la chilena Aerovías DAP o la norteamericana ALE, vienen ofreciendo vuelos a distintas terminales antárticas para todos aquellos científicos y turistas que desean acceder a la Antártida de forma rápida y sin sufrir los avatares de la mar.
Los principales grupos conservacionistas, son fuertemente contrarios a la construcción de aeródromos en territorios polares. Por un lado por el impacto ambiental que conllevan y por otro a que su existencia está favoreciendo la invasión turística. Ahora bien, también es cierto que sin el apoyo aéreo, muchas estaciones científicas no podrían ni plantearse su apertura. Así bases localizadas en lo profundo del continente, como la americana Admunsen- Scott, la rusa Vostok y la Franco-italiana Concordia, están subordinadas completamente a la logística aérea.
Pero no son las únicas. Así, por ejemplo, la base Marambio es receptora de material y víveres, en pleno enlace con aeropuertos patagónicos como el de Ushuaia, para posteriormente distribuirlos, vía helicóptero, entre la gran diáspora de campamentos y estaciones argentinas. La aviación también juega un importante papel en las labores de vigilancia o rescate. Así los helicópteros del buque de la armada chilena 'Oscar Viel' están preparados para acometer posibles evacuaciones, o bien para pillar infraganti a posibles infractores de la normativa antártica, sobre todo en lo referente a entrada a zonas protegidas y vertidos ilegales.
Los vuelos antárticos exigen alta pericia, ya que los aviadores no sólo sufren las peligrosas pistas heladas y la habitual hostilidad climática (bases como la argentina Belgrano II han postergado relevos hasta 'un año', por no encontrar durante ese período de tiempo condiciones óptimas para el vuelo), sino que incluso a veces pilotos y personal de tierra deben combatir situaciones tan anómalas como el hecho de que pingüinos e incluso focas ocupen la zona destinada para el aterrizaje.
La estación aeronáutica más importante de la Antártida, se encuentra en la base americana Mc Murdo, que cuenta con hasta tres pistas de aterrizaje diferentes, operativas según sea la época del año, lo que les permite gestionar los más de 100 vuelos anuales que la enlazan con la ciudad de Christchurch en Nueva Zelanda; incluso disponen de un autobús adaptado que facilita el traslado de los pasajeros desde los aeródromos a la base o viceversa.
Generalmente, los aviones utilizados, son los clásicos del transporte propiamente militar, así predominan los C-130 Hércules o los C-5 Galaxy. Serán las fuerzas aéreas de los distintos países, las encargadas de gestionar normalmente los aeródromos, recayendo también en esta ala militar, la administración de determinadas estaciones meteorológicas como es el caso de la chilena 'Presidente Gabriel González Videla'.
La aventura aeronáutica tampoco iba a dejar de lado a nuestra querida isla Decepción y así sería la antigua estación ballenera noruega (lugar del que os hable con anterioridad en este blog), el recinto elegido por el australiano Hubert Wilkins, para pasar el año nuevo de 1929, tras finalizar con éxito lo que sería el primer vuelo sobre la península Antártica.
Los vuelos antárticos hace tiempo que dejaron de ser una utopía y pese a que existen muchas limitaciones a los mismos, el hombre progresivamente está logrando superarlas. De hecho, recientemente ha saltado la noticia de que un Airbus A319 ha logrado establecer el primer vuelo entre Australia y el interior del continente antártico, consiguiendo aterrizar en una pista completamente helada, tras salvar la nada desdeñable cifra de 3.400km de distancia.
Cae la noche y las aves se reúnen en los dormideros. Siempre he envidiado a las aves, porque para ellas parece no existir nunca la distancia; la morriña es el mayor de los males marineros y a veces pienso que estos soplos fríos que preludian la muerte de cada día, no son más que un duro recordatorio de los kilómetros que nos separan de casa y de los meses que nos quedan todavía.
Miguel Ángel Otero Soliño
Vanguardia.es
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