Esas nubes negras andan buscando seguramente la sepultura de los peones fusilados", le dijo su padre cuando un crudo viento patagónico soplaba en 1948. Hoy, ese niño, el comodorense Roberto Suárez Samper, admite que aquellas palabras lo marcaron. "Mi vida ha transcurrido sobre el tema de la Patagonia rebelde", afirma, al referirse a la investigación de la masacre de obreros rurales cometida por el Ejército argentino en Santa Cruz en 1921 y 1922, cuando el presidente era el radical Hipólito Yrigoyen y los estancieros locales pedían reprimir a los obreros rurales. La peonada organizaba huelgas en reclamo de mejores salarios y derechos, y para tener en las estancias botiquines con instrucciones traducidas del inglés al castellano.
Más al sur, en El Calafate, Luis Ibarra Philemon, director del Archivo Histórico de esa ciudad, cuenta: "Busqué documentos en comisarías, denuncias de estancieros contra dirigentes rurales, hallé prontuarios de los fusilados que aparecían como muertos en enfrentamientos, revisé archivos federales. Además de intercambiar materiales con investigadores de Río Gallegos, después conocí a Osvaldo Bayer y le envié los documentos para su trabajo sobre la masacre".
Suárez Samper e Ibarra Philemon han dedicado su vida a trajinar la historia oculta y a rescatar la lucha de los trabajadores rurales de Santa Cruz. Ambos fueron y son indispensables baquianos que siguieron rastros, documentos y registraron testimonios. Sus colaboraciones se sumaron a la monumental investigación del periodista y autor de la célebre La Patagonia rebelde, al retomar la memoria de aquellos hechos y documentar las responsabilidades de militares y políticos en los asesinatos de unas 1.500 personas.
Rescate bajo las cenizas
"Mi papá era comisario de frontera en Perito Moreno —ciudad del noroeste santacruceño— y yo me la pasaba jugando a la pelota en el patio con los presos, muchos de ellos sobrevivientes de los fusilamientos. Comía asados con esos hombres de unos 40 o 50 años, y escuchaba sus terribles relatos sobre la muerte de sus compañeros y la persecución que sufrieron", recuerda Samper, hoy director de una clínica de nefrología y diálisis de Comodoro Rivadavia.
"En 1968 me recibí de médico y descubrí un artículo de Bayer sobre los sucesos de Santa Cruz. Me identifiqué con él, salí a buscarlo y llegamos a ser amigos. Como se fue del país amenazado por la triple A, nos reencontramos recién en 1981, y desde entonces seguimos en contacto", dice.
Samper llegó como médico a Comodoro Rivadavia en 1971 y a través de un amigo supo que un campo del bajo San José había sido escenario del fusilamiento de peones. "Ese resultó ser ese el predio donde había acampado Facón Grande, carrero entrerriano que lideró la huelga, y Albino Argüelles, otra víctima argentina de la matanza —agrega—. En el lugar rescaté una cruz que alguien había puesto en memoria de las víctimas".
En el curso de la investigación, "entrevisté al fusilador de Facón y a Elvira Viñas, hija del capitán Viñas, quien reconoce brutalmente lo que hizo su padre; hablé con muchos sobrevivientes, ya viejitos, y les di esos testimonios a Bayer, que hizo un rescate histórico literario muy importante".
En 2006, Canal 7 difundió un documental sobre el regreso de Bayer a los escenarios de las huelgas. En el material, Suárez Samper acompaña al escritor a Fitz Roy, y juntos colocaron aquella cruz de los fusilados en Jaramillo. También recorrieron Tres Cerros, la estancia San José, Puerto San Julián, Comandante Luis Piedra Buena, Río Gallegos y la estancia La Anita, de El Calafate.
La toma de la memoria
El abuelo de Luis Ibarra Philemon, hacia 1921, andaba con su carro de mercachifle recorriendo el sur de Santa Cruz. "Tenía una pequeña finca cuando lo sorprendieron los sangrientos hechos. Pero no había relatos de los fusilamientos porque el temor imponía silencio", dice el también escritor e historiador, que comenzó a unir los rastros y huellas del sangriento pasado.
"Mi padre era de Río Gallegos, fue chofer de la gobernación y viajó por la provincia, pero no hablaba casi del tema y tampoco la abuela tenía historias sobre aquellos sucesos. Pero cuando encontré notas de Bayer me interesé porque era algo de nuestra provincia que se desconocía. Yo siempre indagaba y preguntaba en Río Gallegos por gente que hubiera vivido la huelga. En 1983, con la democracia, me dediqué a juntar datos e informaciones y estudié historia en la universidad, pero me gustaba la investigación y tener herramientas para saber cómo escarbar el pasado", explica el director del Archivo Histórico de El Calafate.
"Al iniciarme en el museo de El Calafate —agrega— no podía investigar el pasado del lugar y discutí con los secretarios del área. Pero un día escuché reclamos de un señor en la oficina de Cultura por el abandono en que estaba un monumento frente a la estancia La Anita, sobre la ruta 15, a unos 33 kilómetros de la ciudad. Me conecté con esa persona e intentamos rescatar al monumento por los caídos".
Por su parte, Luis Callejas, actual director del Centro de Interpretaciones Históricas de El Calafate, señala que "ese monolito se levantó en 1996 por iniciativa de estudiantes de un colegio de la zona. Yo era concejal en ese momento e impulsamos la construcción del recordatorio".
Sin embargo, el monumento quedó olvidado. "Funcionarios municipales y provinciales deslindaban responsabilidades y en 2006 varios vecinos de El Calafate decidimos organizarnos —recuerda Ibarra Philemon—. Llamamos a una reunión y vinieron unas treinta personas, charlamos, armamos una entidad, debatimos todo en asamblea, así formamos la Comisión en Memoria de las Huelgas del 21".
La comisión retomó la cultura asambleísta de los huelguistas patagónicos. "En las discusiones se votó, por ejemplo, una cuestionada moción de poner una cruz en el sitio, y la mayoría votó a favor. Además, al poner placas con banderas de los países de las víctimas, la inclusión de la británica fue a votación, y así se decidió incluirla. Pero con el tiempo, algún visitante del monolito dañó la cruz y arrancó la placa con los colores ingleses".
En tanto, "se rumoreaba que se quería llevar el monumento al pueblo, lo que significaba distraer la atención en el lugar de los hechos y que quedara desapercibido en la ciudad. Propuse organizar un acto en el lugar y como comisión hacer una toma pacífica del monumento para preservarlo y darle vida, en nombre de los fusilados".
El 8 de diciembre es el día que los integrantes de la comisión eligieron "para recordar la historia y crear conciencia". En cada acto se apunta a reunir a descendientes de las víctimas y a renovar la discusión sobre los hechos. Según recuerda Philemon, "el año pasado asistieron Candelaria Esteban, hermana de Juan Esteban, fusilado cuando tenía 17 años, y Luis Mansilla, nieto de otro de los obreros caídos. Las mujeres de la comisión sembraron plantas, que todos regamos cada vez que pasamos por la ruta". Y un día habrá retoños de verde memoria.
Fuente: La Capital, Rosario
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