La información sobre el acelerado deshielo de una importante barrera glaciar antártica, obliga a extremar la preocupación por el destino del agua como recurso crítico.
Estudios difundidos por entes especializados han reiterado los riesgos que se van agudizando por el calentamiento global, amenaza que se acrecienta porque las medidas acordadas en el nivel mundial tienen un curso parsimonioso y su aplicación carece de la universalidad necesaria. Los especialistas difundieron recientemente un documento en el cual se alude al deshielo de una importante barrera antártica, que tendría como efecto consecuente la elevación del nivel de las aguas del mar.
Los daños que se producirían serían catastróficos y los países menos industrializados y, también, menos responsables del deterioro ambiental serían los primeros en padecer los perjuicios irreparables que se prevén.
Las regiones de América latina y el Caribe son las más castigadas por el cambio climático, a pesar de ser, en proporción, las que emiten menos gases de efecto invernadero. Las consecuencias por el calentamiento global en la región se traducen en una mayor frecuencia e intensidad en las lluvias, el azote permanente de vientos huracanados e inundaciones que devastan zonas cercanas a los ríos.
Sin entrar a reconsiderar las razones que han dilatado el pleno cumplimiento del Protocolo de Kyoto -signo de reacción global ante la cuestión-, uno de los obstáculos que gravitan es el desconocimiento de la seriedad de una situación en vastos sectores de la sociedad, más allá de la defensa de intereses económicos de parte de las naciones más desarrolladas que no están dispuestas a ratificar el acuerdo.
Esa ignorancia parece preservada por la indiferencia, actitud que también traduce un torpe egoísmo o un intento de cerrar los ojos ante los males que se avecinan si no hay respuestas eficaces inmediatas.
El desenlace del efecto invernadero en el nivel mundial es incierto. Si los países no toman las medidas necesarias para neutralizar el peligro creciente del calentamiento terrestre el último acto de la obra será catastrófico.
No se trata de alarmar de manera infundada, sino de contribuir a que se asuma la realidad de la que informan centros científicos de alto prestigio. Sólo la fuerza de una opinión mundial consistente y bien informada moverá a que los gobiernos produzcan los cambios necesarios para corregir el curso adverso del deterioro ambiental.
La Prensa Digital
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