Un recorrido por el viejo camino de las capillas galesas, en pleno valle del río Chubut, evoca los avatares de los primeros colonos que llegaron desde la lejana Gales a la Patagonia en el siglo XIX. Pese a la aridez de la estepa, el clima, la soledad y los pocos recursos, hombres y mujeres que creían fervientemente en la idea de proteger su idioma y tradición hicieron todo por alcanzar su objetivo y lo lograron.
Para comprender el significado de la inmigración galesa en la Patagonia es necesario remontarse a sus raíces celtas. Hacia el año 1000, este grupo nómada, de origen indoeuropeo, había ocupado gran parte de Europa y, a pesar de estar dispersos, lograron preservar tenazmente sus costumbres. Sin embargo, con la llegada de romanos y posteriores invasiones germánicas la movilidad y el avance de los celtas se detuvo hasta ser confinados a regiones como las Islas Británicas, donde finalmente quedaron establecidos.
En el año 1066 sufrieron una invasión normanda pero supieron mantener su independencia, idioma y tradición. Sin embargo, la libertad no duró eternamente. Debido a problemas religiosos entre Enrique VIII y el Papa, el monarca temía que Gales fuera reclamada por la Iglesia ya que el dominio inglés sobre ese país (con idioma y tradiciones completamente diferentes) no era total.
A fin de evitarlo, Inglaterra firmó, en 1536, un acta de anexión de Gales y trató de eliminar el idioma galés y convertir a sus habitantes en ingleses. Pero no pudo lograrlo pese a intentar someter a los galeses por todos los medios. Finalmente, ante el empeoramiento de las condiciones de vida por la opresión y la discriminación que ejercía la corona inglesa sobre el pueblo galés, la única salida fue emigrar. Entre 1814 y 1914 miles de galeses fueron a Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda e, incluso, Brasil, aunque la radicación en países de habla inglesa no resultó justamente por la influencia del idioma. Era preciso encontrar un lugar totalmente aislado para crear una colonia que no se “contaminara” por la influencia exterior y en la cual sólo se hablara galés. Lo ideal era un sitio deshabitado y sin gobierno propio para que no los terminara asimilando.
Fuente: página/12
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