A treinta años de la edición original sale La Patagonia rebelde (“trágica” en la versión de 1972) en un solo tomo revisado y compendiado por el autor, con la generosa intención de hacer más accesible su adquisición al amable lector. A continuación, Osvaldo Bayer recuerda la historia de una accidentada investigación que sirvió para acabar con la leyenda negra de los anarquistas y empezar con la difusión histórica de los hechos.
“Es un momento importante en la Argentina”, afirma Osvaldo Bayer. “La gente busca señales de rebeldía como fue la huelga en la Patagonia, una historia épica que parece salida del realismo mágico.” Los grandes luchadores anarquistas, sus sueños y sus logros habían sido sepultados en la historia de la misma forma que los obreros muertos en la Semana Trágica y en las huelgas de la Patagonia. Denostados por el sistema y por las izquierdas, habían llegado a convertirse en una suerte de gran demonio para unos y otros. La tergiversación y el olvido, como en otras etapas de la historia argentina, habían hecho su trabajo de zapa sobre un tema considerado tabú.
La publicación de La Patagonia Trágica en 1972 sirvió para “terminar con la leyenda negra y empezar con la difusión histórica”, señala Bayer. Al cumplirse treinta años de la salida del libro, el autor reunió en un solo volumen los cuatro tomos de la saga de los anarquistas argentinos que llegará a las librerías bajo el título de La Patagonia rebelde. –Ya cuando regresé a la Argentina salió con ese nombre, igual que el film. El nombre Patagonia Trágica había sido usado por un libro de José María Borrero de la década del ‘20, que hablaba de los estancieros y los indígenas. El hijo del escritor me llamó y no tuve inconveniente en cambiarlo. Ahora va a salir en un solo tomo, con fotos y todo, para que pueda comprarlo la gente que no puede acceder a los cuatro tomos. Es un compendio con mejoras y nuevas cosas. Para mí es una alegría porque fue difícil toda la edición del libro.
La investigación fue muy difícil porque se trataba de un hecho tapado, escondido, del que nadie quería hablar. Pero la suerte fue que estaban todos vivos, los soldados intervinientes, los políticos, los estancieros, menos los fusilados. El gallego Soto, uno de los principales dirigentes de la huelga, había fallecido unos años antes de que empezara la investigación pero pude hablar con la viuda y la hija.
Hace poco le hicieron un homenaje en Galicia.–Sí. Cuando escapó de los fusilamientos, fue a Santiago de Chile, donde siguió como dirigente obrero, y terminó en Punta Arenas, donde falleció en 1966. Yo empecé en 1968. Los gremios gallegos han puesto su nombre a una calle en el Ferrol, que es donde nació. Y también pusieron una placa en la casa donde nació, en el barrio pobre. También se ha levantado un monumento a Facón Grande, otro de los dirigentes de la huelga, inclusive hay una escuela que lleva su nombre. A pesar del olvido y todo lo demás, los libros sirvieron para terminar con la leyenda negra y empezar la difusión histórica.
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