domingo, 16 de marzo de 2008

Me han hecho jefe. Por Alfredo Merino


Amanecer en el canal de Beagle, frontera entre Argentina y Chile desde los altos de Ushuaia. (Foto: Alfredo Merino)
16 de marzo (Ushuaia).- Sólo me faltaba esto. No se como ni porqué, pero la organización de la expedición de Robert Swan nos ha dividido en grupos y a mí me ha tocado ser jefe de uno de ellos. Lo peor de todo es que el nombre de mi grupo es el Scott. Ya podría haberme tocado el Amundsen, lo digo por la suerte que corrieron uno y otro hace un siglo, cuando lo de la carrera por ser el primero en pisar el Polo Sur.

Somos siete equipos de diez personas cada uno, que hemos tenido que hacer una marcha hasta la base del glaciar Marcial. Se ha tratado de vernos maniobrar en la montaña y comprobar nuestros equipos personales; no pueden arriesgarse a nada, pues la Antártida no admite bromas.

Así que, a eso de las seis de la mañana diana en el hotel del Glaciar, un hermoso chalet situado en los altos de Ushuaia, que además de sus magníficas instalaciones, regala los amaneceres más hermosos del canal del Beagle. Sólo por ver en directo un espectáculo como éste merece la pena venir hasta aquí. Podéis comprobarlo en la foto adjunta.
Antes de nosotros han salido los Shackleton, Mawson, Amundsen y demás, hasta que nos ha tocado a nosotros. La subida al glaciar Marcial tiene una primera parte que transcurre a través de enormes extensiones boscosas. Se trata de lengas, árboles característicos de esta región que a mí me recuerdan otros bosques de Nueva Zelanda y Australia. Conforman unas extensiones tan cerradas que es imposible caminar por su interior. De lento crecimiento, la foresta acoge venerables ejemplares cuya madera clara posee enormes virtudes. Lo que les está suponiendo un acoso importante.
Me lo contaron anoche en el restaurante La Estancia, entre bocado y bocado de un excelente asado argentino (¿Qué otra cosa se puede hacer antes de partir a pasar quién sabe qué calamidades en el continente helado?). Al parecer, desde hace años estos bosques ancestrales están siendo talados a mansalva. Compañías internacionales sacan miles de metros cúbicos de su madera. En el camino al glaciar hemos visto las huellas de esas talas que se llevan por delante árboles únicos.
En estas laderas se esquía en invierno. La estación no es gran cosa, unos 18 kilómetros de bajadas. Aunque eso es lo de menos. Lo que realmente importa a los turistas que vienen en invierno es haber descendido por las pistas más australes del mundo.
El turismo es una actividad cada vez más importante en Ushuaia. En verano para conocer la naturaleza de los espacios protegidos tierrafueginos, en invierno para esquiar. Se ha unido a su importante actividad marítima y a la llegada de importantes multinacionales, atraídas por las ventajas fiscales que el Gobierno argentino estableció para el desarrollo. El resultado es que en la ciudad no hay paro.
Cada vez vienen más emigrantes. Argentinos y de otros países sudamericanos, como Ecuador. El problema es que aunque hay trabajo de sobra, la gente no tiene donde meterse. Apenas queda terreno libre en una ciudad que ya cuenta con 60.000 habitantes.
En Ushuaia casi no se pueden construir nuevas casas que además no pueden sobrepasar las tres alturas. El caso es que cuando miras hacia abajo desde la terraza del Hotel del Glaciar, ves muchos solares para hacer torres. Creo que esto lo arreglaba el Pocero con un par de veces que viniese por aquí.
A lo que iba, la excursión. Nada, ha sido una marcha de un par de horas en las que, investido de mi autoridad, he tenido que subir de arriba abajo el camino varias veces confortando, entreteniendo, preguntando por su cansancio o si le molestaban los calcetines nuevos, marcando el paso y demás cosas que siempre debe hacer un guía que se precie a tres inglesas, una alemana, una francesa (guau!), un griego, un holandés y a mi amigo Alvaro Bernad, el otro español que participa en esta expedición. Bueno a él no he tenido que decirle nada. Todo lo contrario, me ha ayudado un montón a dar las ordenes en traducción simultánea.
Lo peor ha sido comprobar el estado de un glaciar en bancarrota. Como el resto de los ríos de hielo del mundo, el Marcial vive sus peores momentos y se piensa que de aquí a una docena de años, de seguir la tendencia actual, habrá desaparecido.
Los del hotel me lo han comentado. Hace sólo diez años el glaciar llegaba bastante mas abajo. Hoy hemos recorrido las gastadas pedreras que señalan esa huella, que es difícil vuelva a ser ocupada por sus hielos. El regreso ha sido rápido. No en vano nos esperaba la comida. Eso sí, antes de entrar nos hemos cepillado las botas para evitar cualquier contaminación.
¡Ah!, con la emoción de lo de ser jefe, se me ha olvidado contaros que, a primera hora hemos tenido una reunión en el hotel, en la que hemos conectado en directo con Robert Swan. Él ya está en la Antártida y última los detalles en la E-Base antes de nuestra llegada. Ha sido emotivo. Tras señalarnos que será la primera vez que la estación, en la que la gente de Coca Cola ha trabajado a tope durante los últimos cinco años en su puesta a punto, albergará a gente de este programa educativo.
Robert nos ha animado a disfrutar cada instante que pasemos en la Antártida. "Es indispensable que no dejéis escapar ni un sólo momento". A pesar de que estaremos dos semanas, el tiempo, asegura, nos va a pasar tan rápido que no nos daremos cuenta de ello hasta que enfilemos de regreso el canal de Beagle. Quiere que los sintamos a tope para que de regreso a nuestros entornos, divulgemos el mensaje de la fragilidad de este espacio tan único y la absoluta necesidad de conservarlo para siempre. Yo ya lo estoy intentando.
Del blog "Viaje al continente helado"
El mundo.es

No hay comentarios: