miércoles, 26 de marzo de 2008

Crónicas desde la Antártida: Osos, lobos y leones


Miguel Ángel Otero Soliño La aristocratica pose de un lobo marino


La Antártida es severa y apenas da treguas laborales o meteorológicas, exigiendo permanentemente sacrificio y dedicación. El trabajar en ambientes polares curte sentidos y destrezas, aportándote a la par lecciones únicas sobre la convivencia, el trabajo y la vida. En esta fría cátedra de explosivos sentimientos, uno debe encarar las enseñanzas con entereza y profesionalidad y asumir que la premisa principal es cumplir con éxito la misión y volver a casa junto a los nuestros en perfecta salud física y mental.


Nuestra profesión conlleva arrogarse ante la perspectiva de que en la mar las jornadas laborales se extienden de lunes a domingo y que durante los 6 meses y medio que dura la campaña apenas vamos a contar con días libres reales, asociados generalmente a contadas paradas en puerto.


Hoy pese a ser domingo tenemos trabajo, dejándonos claro que no fue por estos lares donde Dios se echo a descansar. Regresamos a isla Decepción para trasladar a un grupo de investigadores que ayer a la noche recogimos en la base Juan Carlos I; en el Bio Las Palmas trasladamos de continuo personal entre las tres estaciones científicas españolas y aunque no dista mucha distancia entre ambas, el único "autobús de línea" es el nuestro y por ello nunca se puede desaprovechar un viaje.


Los Fuelles de Neptuno se advierten ya en el horizonte, hacía tiempo que no coincidía mi guardia con el paso a través de sus pilares. Al tratarse de una senda marina ceñida entre rocas, por seguridad un grupo de tres personas se disponen en el castillo del buque en alerta a cualquier tipo de incidencia (tal como un fallo en los motores, un problema en los equipos de navegación etc...) que pudiera obligar a un frenado de emergencia con el ancla.



Miguel Ángel Otero Soliño La aristocratica pose de un lobo marino


Advierto que a nuestra banda de babor la playa tiene inquilinos, ya que se ha asentado en ella una colonia de otáridos de la especie Arctocephalus gazella. Me resultan fáciles de identificar especialmente por su pelaje, erguido movimiento y su aristocrático mirar, pero curiosamente y pese haber cumplido casi dos campañas aun desconozco la forma correcta de denominarlos.


El sustantivo depende en muchas ocasiones del acento, así los científicos españoles se refieren a los mismos con el nombre de "osos marinos", pero en cambio los suramericanos prefieren designarlos de forma general como "lobos marinos" ya que su pelo y cabeza recuerdan mucho a la de estos cánidos. Sucede que en el litoral americano crían diferentes tipos de lobos, por lo que para el caso especial de la especie antártica los argentinos usan la denominación de "lobo marino de dos pelos", en cambio los chilenos gustan más del apelativo de "lobo fino antártico". El carajal de nombres es aun mayor ya que por consecuencia de la influencia mundial anglófona muchas guías o mapas en español se refieren a los mismos como "leones marinos" e incluso existen personas que utilizan el apodo histórico de "focas peleteras".


Un lio interesante sin duda, pero lo más importante es no caer en la trampa de agruparlas en la familia Phocidae o focas verdaderas (foca de Weddel, foca cangrejera..), a grandes rasgos se diferencian en que los fócidos son generalmente más grandes, se arrastran por el suelo y no tienen orejas (escuchan a través de un pequeño canal auditivo) mientras que los lobos (familia de los Otáridos) caminan erguidos doblando las aletas delanteras y tienen orejas.


Uno de los hechos más curiosos relacionados con estos lobos, es que los turistas se suelen aproximan a ellos con excesiva confianza y en ocasiones, quizás confundidos con su perruno aspecto, extienden la mano para acariciarlos, llevándose para casa un recuerdo en forma de doloroso y profundo mordisco. De hecho, la mayoría de accidentados por ataques de fauna antártica están relacionados con este dulce "osito".

Esta agresividad innata está asociada a la defensa de sus colonias y de hecho no es extraño que reaccionen con fiereza "leonina" ante el hombre, ya que durante siglos los perseguimos con el fin de arrebatarles sus preciadas pieles. El desprecio a sus vidas fue tal, que en el lenguaje coloquial pasaron a ser conocidas con el comercial nombre de "focas peleteras".


Dejo en mi recuerdo a las lobos, osos, leones o como quiera uno llamarles y me concentro en la dura jornada laboral que me espera. Decenas de bidones con restos orgánicos, pilas, plásticos etc esperan en la toldilla del barco a que configuremos con ellos un tetris perfecto, para poder almacenarlos correctamente en el interior de nuestros contenedores. En un contexto de aislamiento en que muchas veces nos olvidamos del calendario, la recogida de basuras es siempre sintomática de que en breve regresamos a tierra ya que las bases aprovechan hasta el último día para acumular la mayor cantidad de residuos posible.




La mar ha embravecido y salpica de sal la cena de despedida del personal de Gabriel de Castilla que se marcha mañana con nosotros. Pese a que nos han invitado no podremos acompañarlos, el viento arrecia definiendo en la mar complejas piruetas y nuestra experiencia nos recomienda que no es conveniente arriesgar a los tripulantes de la zodiac. ¡Qué Lástima!


La noche pide permiso para entrar en escena, preludiando con oscuridad nuestro regreso a puerto. Buenas noches Antártida, buenos días América.
Miguel Angel Otero S.
La Vanguardia.es

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