sábado, 1 de marzo de 2008

Ecos de Patagonia Expedition Race


Patagonia Expedition Race: el raid en su máxima expresión



El Canarias Spiuk termina segundo en una de las pruebas más duras del mundo, de diez días de duración, por los parajes más vírgenes del lado chileno
LA LAGUNA.– Como una acepción más de la palabra raid debería ir la esencia de la Patagonia Expedition Race, una aventura por suelo chileno digna de cualquier novela de intriga. Diez días, cuatro personas y un reto por encima del competitivo: llegar. Hasta la parte más austral de Suramérica se desplazaron 44 deportistas (11 equipos) de todos los lugares del planeta. Entre ellos, dos chicharreros, un icodense y un andaluz: el Canarias Spiuk Tenerife y hasta con el apellido Andalucía, por si las instituciones se apiadan de un puñado de deportistas con mayúsculas que publicitaron la marca del Archipiélago a cambio de, por el momento, ni un céntimo de subvención. ¿Repercusión? Que el raid como disciplina deportiva sólo tenga sombras en las Islas no significa que en el resto del continente pase desapercibido. Hasta 40 periodistas intentaron cubrir lo que sería el Dakar en el mundo del motor. David García, Loreto García, Roberto López y el andaluz Ildefonso Cozar no lo dudaron a la hora de plantearse el reto allá por julio de 2007. Las dudas llegaron en la presentación de la prueba, rodeados de equipos profesionales y ampliamente respaldados por un abanico impresionante de firmas comerciales. “En el equipo turco había un integrante que fue olímpico en remo”, cuenta entre risas David. “¿Qué hacemos aquí?, nos preguntamos”, añade a LA GACETA Roberto al recordar el primer día. Un segundo puesto final vino a confirmar que en esto del raid lo que importa es ser “cuco”, palabra de cosecha propia de David. “La orientación es fundamental en este tipo de pruebas. A veces es mejor perder unos minutos y pensar”, dice David, interrumpido por su compañero Roberto para concederle el premio al “mejor navegador”. “Era fácil perderse cualquiera de los diez días”, asevera Loreto. “De hecho”, detalla, “hubo un par de equipos que se perdieron, como se suele decir, en el culo del mundo”. Los tuvieron que rescatar en helicóptero, muestra inequívoca de que la Patagonia Expedition Race no es una excursión dominical por un monte.
Con casi diez kilos de peso en la mochila, cada uno de los participantes cubrió alrededor de 500 kilómetros por la inmensidad de Tierra del Fuego (Chile), zonas vírgenes de difícil acceso incluso para las fuerzas de seguridad de cualquier país. Trekking, kayak (aunque las condiciones meteorológicas, con olas de hasta cuatro metros, impidieron el desarrollo de la sección), mountain-bike y cuerdas de técnica alpina. Todo en autosuficiencia material –aunque las palas que llevaron para hacer piragüismo no las vieron, ya que al parecer se fueron de paseo a Alemania por gentileza de alguna compañía aérea– y alimentaria. La comida de cada equipo era llevada al pertinente punto de control y los participantes debían administrarla por días. El capricho de la mayoría era degustar unas papas Pringles. Salchichas y comida precocinada se alternaban en el menú con pasta, puré o incluso albóndigas, manjares exclusivos para las paradas de rigor gracias a una pequeña cocinilla. “Y lo mínimo de barritas energéticas”, completa Loreto, “ya que es imposible comerlas todos los días”. Agua por doquier, “y más en los zapatos”, manifiesta Roberto de forma jocosa. La ruta, una incógnita 24 horas antes del comienzo, aún sigue siendo un quebradero de cabeza para los tinerfeños. “¿Senderos? Que va, se iba por la estepa con las rodillas hundidas, entre árboles, por encima de troncos... Desde luego no había un camino marcado. “Nos ilusionaba ver huellas después de tres días caminando solos, con la única mirada de castores y guanacos –un mamífero rumiante–”. Naturaleza contra hombre.
“Rinden cuatro como uno”
LOLO GONZÁLEZLA LAGUNA.
– La organización de la Patagonia Expedition Race obliga a los cuatro integrantes de cada equipo a no separarse entre sí más de 50 metros, con lo complejo que resulta igualar fuerzas entre tanto deportista diferente. “Lo más difícil de todo es eso es que rinden cuatro personas como si fuera una”, dice Roberto López. “Es que al final compartes sonrisas, penurias, de todo”. Lo que salvó al Canarias Spiuk es, sin duda, el buen ambiente que reinó entre ellos. “A todo se le sacaba el lado positivo”, comenta David García. El positivismo y, lógicamente, la estrategia.
Los isleños, a diferencia del resto de equipos, apostaron por modificar los tiempos de descanso. De hecho, cuando ellos llegaba a un punto de control el resto estaba descansando o durmiendo, mientras los canarios firmaban y continuaban. Los tramos a pie los superaban con inteligencia y picardía a la hora de trazar el recorrido, largas rutas en las que el calzado era tan fundamental como efímero. “Gastamos más Salomon –marca deportiva de calzado de montaña– que pipas”, apunta Loreto García, que resalta otro apartado que no frenó su tránsito por Chile: las ampollas. “A nosotros, al menos no se nos abrieron, por lo que no se nos infectaron y pudimos caminar más o menos sin problemas”.
Con la bicicleta, más de lo mismo. También corresponde resaltar la suerte de no haber tenido averías. Cuestionados por dónde pudieron sacar la ventaja al tercer equipo, el combinado turco –unas cinco horas de ventaja–, no encontraron respuesta, “ya que en los raids la clave está en la orientación”. Por delante de ellos llegó un equipo francés-estadounidense que pudo ser beneficiado por la policía a caballo del lugar. Sin embargo, los tres coinciden en señalar que “nunca sabes en qué puestos estás, porque lo que miras es llegar. El espíritu de competición sólo dura el primer día. Luego, lo fundamental es llegar a los puntos de control con fuerzas”. ¿Miedo? “Sabíamos lo que estábamos haciendo”, apostillan con firmeza.
Fuente: La Gaceta de Canarias

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