jueves, 3 de abril de 2008

Viaje al continente helado: El último desembarco

Ejemplar juvenil de lobo de mar antártico, en la isla Half Moon, archipiélago de las Shetland del Sur. FOTO: ALFREDO MERINO
28 de marzo (Media Luna).- Una vieja chalupa desencuadernada dormita en la playa de Media Luna. Por sus trazas y años no hay duda que fue una barca de balleneros. Tal vez lleve un siglo abandonada. A pesar del tiempo transcurrido y de las duras condiciones, no ha perdido su dignidad. Conserva en buen estado las cuadernas, la quilla, las bancadas y el casco de tablas de madera descolorida. Alrededor suyo varios grupos de pingüinos barbijos y un joven lobo marino antártico.

La isla de la Media Luna ha sido nuestro último desembarco. Esta diminuta isla en ocasiones no aparece en los mapas, a causa de su tamaño. Situada en el estrecho de MacFarlaine, entre las islas Livinston y Greenwich, en las Shetlands orientales. El islote está formado por dos montículos rocosos unidos entre sí por un brazo de tierra con playas de piedra en los dos lados, cuya forma le dio nombre a la isla.
Su escasa altura la mantiene libre de nieve en esta época del año, y sus chimeneas y pitones volcánicos rojizos destacan en un escenario que está ocupado por decenas de montañas puntiagudas y cubiertas de nieve de Livinston, al oeste, y Greenwich, al este. Todas ellas permanecen cubiertas por un frío merengue de nieve que por su aspecto, me recuerda a los picos de los Andes del Perú.
En Media Luna hay una extraordinaria colonia de pingüinos barbijos, esos que tienen en la barbilla un collar de plumón nombre, que es el que la ha dado el nombre. Están instalados a cientos obre los acantilados y construyen sus nidos en las repisas de las colinas rocosas de la isla. Aunque muchos menos, también hay gentús, los que tienen el pico rojo y una mancha blanca en la cabeza. Estos se muestran más activos, y junto a las piedras de la orilla nadan, bucean y atrapan su alimento.
Aquí se localiza también una importante concentración de lobos marinos antárticos. Son numerosos grupos de jóvenes que se agrupan en pandillas. A nuestro paso nos gruñen, abriendo las fauces y abalanzándose sobre nosotros, en un afán de defender su territorio. El resto del tiempo se lo pasan jugando a morderse y retozando con sus colegas.
Esparcidos por la playa hay cantidad de restos. Muchos son pedazos de viejos barcos de madera, tablones y cosas así. También hay huesos de ballenas, de focas y esqueletos de pingüinos medio devorados por las skúas. No se separan estas de las colonias de las aves acuáticas, pues saben que en su cercanía tienen comida segura y abundante.
Aquí se localiza otra base argentina, la Cámara que como el resto, ya ha sido cerrada hasta el próximo verano. En nuestra larga singladura no nos hemos encontrado con un sólo barco. Y todas las bases científicas, excepto Bellinghausen, estaban ya cerradas a causa del inminente invierno.
Sólo hemos visto ocupada una de ella en el viaje: la General Videla, de Chile, en la costa Danco, en el estrecho de Gerlache. Pasamos ante ella el 22 de marzo, tres días después la cerrarían. A pesar de ello, cuando pasamos delante suyo, todos sus habitantes salieron a saludarnos alborozados, agitando telas y moviendo los brazos. Entonces, el capitán del Ushuaia ha tocado la bocina de nuestro buque. Su bramido ha resonado por todo el estrecho de Gerlache, al tiempo que nosotros hemos salida a cubierta para saludarles con gritos y silbidos. Ha sido sin duda un momento entrañable para todos nosotros.
Del Blog Viaje al continente helado
El mundo.es

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