Por Priscilla Higuera
En trece días se celebrará por trigésima octava ocasión el Día de la Tierra, por lo que me parece un momento oportuno para revisar algunos de los problemas ambientales que han sido noticia este año, con el fin de ahondar el conocimiento de lo que le sucede a nuestro planeta y hacer una reflexión personal sobre cómo podemos colaborar para revertir los efectos negativos de nuestras actividades cotidianas. Bien podría servir el 22 de abril para hacer o renovar un compromiso con nuestro planeta en pro de su salud y nuestra supervivencia.
El 25 de marzo un grupo de científicos reportó el desprendimiento de un bloque de hielo antártico de unos 414 kilómetros cuadrados, casi el tamaño de las delegaciones Tlalpan, Tláhuac y Benito Juárez juntas, lo que ponía en riesgo una porción aún más grande del llamado casco de hielo Wilkins, en la Antártica Oriental.
Los desprendimientos de icebergs son parte del proceso natural que se da en los campos de hielo. Sin embargo, hasta ahora los científicos habían asumido que éstos se daban de manera gradual en lapsos de cientos o miles de años, por lo que eventos como el arriba citado se consideran inusuales, a pesar de que se han presentado con mayor frecuencia en las últimas décadas.
Por ejemplo, hace seis años científicos argentinos pudieron documentar el desmoronamiento del casco de hielo Larsen B, en la península antártica, que medía aproximadamente unos 3,367 kilómetros cuadrados, el cual desapareció en menos de un mes y al que le siguieron la fragmentación de otros cascos de hielo.
Aunque el desprendimiento de la orilla del casco de hielo Wilkins no levantó preocupación por un aumento del nivel del mar, sí se consideró una señal del empeoramiento de los efectos del calentamiento global y se alertó que, de darse el desprendimiento de la masa restante, que es poco más grande que el estado de Querétaro, las costas de diversas naciones sufrirán serias inundaciones, pues el efecto será el mismo que el de un gran cantidad de hielo en un vaso medio lleno de agua.
En la revista Science de febrero se publicó un artículo titulado The Unquiet Ice, escrito por Robin E. Bell, directora del programa ADVANCE del Instituto Tierra de la Universidad de Columbia, en el que habla del reciente descubrimiento de abundante agua líquida bajo las capas del hielo antártico, la que podría intensificar los efectos desestabilizadores del calentamiento global.
A partir de estos descubrimientos, se habla ya acerca de que el temido aumento del nivel del mar no tendrá que esperar el derretimiento del hielo polar, sino que basta que esta agua provoque el desprendimiento de grandes trozos de hielo.
De acuerdo con Bell, las capas de hielo de Groenlandia y el Polo Sur contienen agua suficiente para elevar más de 60 metros el nivel del mar, ya que debajo de la superficie presentan un complejo sistema de ríos, lagos y agua de deshielo; agua que de alguna manera facilita el flujo de grandes bloques de hielo hacia el océano.
Si hoy desaparecieran las capas de hielo polares, el aumento del nivel del mar resultante transformaría las costas alrededor del mundo. En el artículo se muestra cómo el cambio afectaría el estado de Florida, en tres escenarios. Si desapareciera la Antártica Occidental, de donde se desprendió el bloque de hielo, el nivel del mar se elevaría seis metros, inundando las costas y el sur de la Florida.
En el caso de que Groenlandia desapareciera, el efecto sería muy parecido, pero si despareciera la Antártica Oriental, el nivel del mar se elevaría 52 metros —para una idea, imaginen el Monumento a la Revolución cubierto de agua—, toda la Florida quedaría bajo el agua.
Es importante subrayar que, según al artículo, los modelos a partir de los que se ha estudiado hasta ahora el aumento potencial del nivel del mar por el cambio climático habían ignorado los efectos del agua subglacial y los grandes bloques de hielo que van entrando al mar. Es por esto que como parte de los esfuerzos del Año Polar Internacional por entender las regiones polares y su papel dentro del cambio climático, diversos grupos de glaciólogos medirán en los siguientes meses el movimiento de las capas de hielo en los principales glaciares, ya que, como afirma Bell, “entender el cambio en las capas de hielo es crucial para el futuro de nuestra sociedad.”
Fuente: Excelsior de México
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