viernes, 4 de abril de 2008

Crónicas desde la Antártida: Una punta arenosa

Miguel Ángel Otero Soliño El famoso indio de Punta Arenas, dicen que quien toca su pie siempre regresa
Una fugaz lluvia desluce la maniobra de entrada en Punta Arenas, acabamos empapados pero las estachas ya nos unen firmemente con el continente americano. Este puerto, que atesora el orgullo de ser la capital de la Región de Magallanes y Antártica Chilena, es un habitual de nuestras campañas polares, aunque este año esta será la primera y única vez que vamos a hacer parada en la ciudad tras suspenderse en diciembre (por consecuencia de los avatares climatológicos que acompañaron la apertura de la base 'Gabriel de Castilla') una escala que teníamos prevista.
Es domingo y apenas hay comercios abiertos, todo un mercadillo de artesanía rodea la Plaza de Armas, auténtico centro neurálgico de la urbe. Una estatua del navegante Fernando de Magallanes descubridor de estas tierras, actúa como faro que guía los destinos de los habitantes de Punta Arenas marcando el kilómetro cero de su vida cotidiana.
Punta Arenas es geométrica, con un par de interminables avenidas que avanzan inexorablemente hasta alcanzar la Zona Franca, foco industrial y comercial de la ciudad. La arquitectura urbana puntarenina varia en conjunción diversas influencias, con trazos muy europeos en los predios públicos del centro, influencias yanquis en la configuración de sus vías y casas unifamiliares de madera al más puro estilo patagónico.
El conjunto urbano que a día de hoy acoge a unos 130.000 habitantes, creció impulsado por su puerto que durante décadas sirvió de centro de repostaje y abastecimiento a los buques que cruzaban el estrecho de Magallanes. La apertura del canal de Panamá le hizo perder influencia en el tráfico naval internacional y la ciudad entro en un paréntesis de desarrollo. Actualmente las autoridades potencian con cierto éxito la actividad turística de cruceros antárticos en plena competencia con Ushuaia, aunque por ahora la batalla se sigue decantando del lado argentino.
Una de las tradiciones de los turistas (lógicamente nosotros también lo hemos hecho) es tocar el pie de un indio situado en el conjunto monumental de la plaza de armas; dicen que la persona que lo toca regresa a Punta Arenas y debe gustar mucho la ciudad ya que dicha extremidad luce un color brillante resultado del continuo manoseo.
La presencia india aun se refleja en el color de la piel de muchos habitantes de la región magallánica, ya que las tribus de los Onas, Yahgan y Alacalufes constituyeron hasta mediados del siglo XVIII los principales moradores de la región. Los primeros intentos de colonización española fueron un rotundo fracaso y de hecho a unos 60 kilómetros de Punta Arenas aun quedan los restos de uno de los asentamientos más trágicos del conjunto de expediciones españolas, la colonia de 'San Felipe'.
En 1584, el almirante Pedro Sarmiento de Gamboa fundó un poblado con el fin de asegurar el control español en el Estrecho de Magallanes, pero sus previsiones no contaron con la crudeza del inverno austral y así cuando el pirata ingles Cavendish visito la zona tres años después, sólo encontró a un único superviviente del conjunto de los 400 colonos iniciales habiendo el resto fallecido por hambre o frío. El marino inglés consternado por la imagen rebautizo el lugar con el evocador nombre de 'Puerto del Hambre'.
Hubo varios intentos posteriores de colonizar la región, pero hasta el siglo XIX el territorio donde hoy se asienta la ciudad era sólo una marca en los mapas ingleses, un Sandy Point una "punta arenosa" más a tener en cuenta a la hora de navegar por esta aguas. Este simple comentario en una carta náutica bautizaría toponímicamente a la futura ciudad.
Punta Arenas, como consecuencia de encontrarse más al norte, quizás haya perdido la competición con Ushuaia a la hora de convertirse en el puerto de referencia para la entrada de cruceros a la Antártida, pero en donde supera con amplia ventaja a los fueguinos es en lo relativo a los vuelos comerciales polares. Diariamente un puente aéreo une el aeropuerto internacional con el aeródromo 'Teniente Marsh' en isla Rey Jorge. Los científicos españoles hacen uso frecuente de esta aerolínea, motivo por el que la base chilena figura como parada obligada en nuestros planes de campaña.
Hoy la ciudad se mantiene en revuelo por la ilustre presencia del presidente brasileño Lula da Silva, que va a formar parte del elenco de pasajeros de los Hércules chilenos. Su objetivo es visitar la base brasileña 'Comandante Ferraz' ubicada también en isla Rey Jorge; el aeródromo chileno es el único en la isla, de ahí el motivo de la visita del mandatario brasileño.
Las instalaciones antárticas brasileñas son asistidas por el buque 'Ary Rongel' con sede en Río de Janeiro. La tripulación brasileña son viejos amigos de 'Las Palmas' y con ellos hemos compartido imborrables jornadas tanto en el puerto de Ushuaia como en la Antártida.
Antes de ascender rumbo a linderos helados, Lula da Silva cumple la obligada visita al Instituto Antártico Chileno (INACH). El centro es una de las instituciones de referencia en la investigación polar y sede desde donde se coordinan todos los proyectos científicos chilenos. Además el instituto juega un papel esencial en la divulgación de presencia chilena en la "Antártica" (forma en que los chilenos denominan al continente blanco), para ello publica anualmente un gran número libros de temática antártica e incluso cuentan con su propio boletín informativo, constituyendo una de las principales "bibliotecas" para la obtención de bibliografía e información cartográfica sobre el continente helado.
La noche nace entre brindis de pisco (la bebida nacional de los chilenos), hemos cumplido con éxito una de las etapas más largas de nuestra travesía y nadie duda en celebrarlo. Lucen sonrisas por que la campaña empieza a vislumbrar su fin y pronto regresaremos con quienes desde la distancia en confianza nos esperan, ojos nostálgicos de una noche en tierra firme.
Miguel Ángel Otero Soliño
La vanguardia.es

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