Las productoras cinematográficas optan por una de las regiones geográficas más hermosas del país para contar historias pequeñas en grandes espacios. Ayer se estrenó “Gigantes de Valdés”, ambientada en Puerto Madryn.
La zona más austral del continente es una región geográfica caracterizada por la mística, sus leyendas y los espacios abiertos. Tres ingredientes que difícilmente se le escapen a una película con pretensiones de cautivar al espectador con algo más que tiros o besos.
La Patagonia, de 1.738.251 habitantes, es un extremo geográfico privilegiado. Esta zona mágica y misteriosa, agreste y de magnetismo multinacional, fue bautizada de esta manera en el siglo XVI por el nombre de las antiguas tribus originarias, los Patagones. Pero, de acuerdo a la importante cantidad de producciones cinematográficas que en la última década han trasladado sus carros de filmación al sur, hoy bien podría denominarse, claro que extraoficialmente –y ojalá no estemos dando una mala idea para un emprendimiento inmobiliario– Patagonia–Hollywood, o alguna cursilería chauvinista por el estilo como la que están haciendo en la zona de Palermo y aledaños de la Capital Federal.
Cartografías aparte, ¿por qué los autores del cine nacional se decantan por este territorio?
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