Investigadores tucumanos estudian bacterias que producen enzimas a bajas temperaturas utilizables en procesos industriales . Estuvieron en el Canal de Beagle, islas Orcadas y Shetland del Sur, y llegaron al límite del Círculo Polar Artico
En el buque Puerto Deseado, la cucheta de arriba tiene cuerdas para que quien la ocupe se ate y no se caiga al piso mientras duerme. Olas de hasta 10 metros de altura hacen que uno tome estas precauciones y eventualmente se acostumbre a ir y venir sentado en una silla. Fiorella Gómez, 31 años, licenciada en Biología, y Héctor Cristóbal, 33, doctor en Bioquímica, participaron del segundo tramo de una campaña de verano en la Antártida y sus alrededores.
Los dos investigadores son integran un proyecto del Proimi de Tucumán (Planta Piloto de Procesos Industriales Microbiológicos), un instituto de investigación en microbiología industrial del Conicet que busca aprovechar las particularidades de la zona antártica, especialmente la presencia de bacterias que producen enzimas a bajas temperaturas, para luego aplicarlas en procesos industriales.
Diversidad biológica
Durante enero Fiorella se encargó de estudiar los ecosistemas del Canal de Beagle, y del mar que rodea las islas Orcadas y Shetland del Sur, la diversidad biológica que habita allí y los roles que cumplen algunas bacterias. Héctor, por su parte, buscó en los intestinos de crustáceos -como los langostinos y los erizos de mar- muestras de las bacterias que producen las dos enzimas que él estudia.
Como el movimiento del barco le cayó pésimo, le preguntaron si quería pasar una semana en las Islas Orcadas mientras el Puerto Deseado seguía su recorrido. "Sí, al pelo", les contestó. En la isla conoció a Carlos, un guardaparques tucumano que trabaja para la base militar y que fue su guía en las expediciones para recoger muestras de tierra. "El buque es muy lindo pero las caminatas en las Orcadas fueron increíbles. Subir a las montañas, recorrer los lagos. Casi no hay tierra, todo es rocas y hielo. La tierra es rara, llena de musgo, y de bacterias, también", describe la investigadora.
"Las bacterias tienen una capacidad de degradar que es útil en los procesos industriales. Las enzimas que actúan en frío se podrían utilizar en el blanqueamiento del papel. En la actualidad hay que calentar la producción para tratarla, con el silano (compuesto químico derivado del silicio) no haría falta y se reducirían los costos de producción", explica Fiorella.
Una de las enzimas que estudia Héctor serviría para que los vinos tengan mayor fragancia y sean más dulces. Hay muchas posibilidades de que funcione porque "el aroma y el sabor del vino están relacionados con su maduración, que se lleva adelante a temperaturas bajas. La enzima podría reducir los tiempos de producción". Sin embargo la investigación y el desarrollo tomará dos años más, y ya hace ocho que trabaja en esto. El procedimiento es complejo. Hay que aislar las bacterias y su gen, luego clonarlo para que produzca la enzima en condiciones de laboratorio. Y recién se verá si es tóxica o no para los humanos.
El equipo de veinte científicos, cinco de ellos tucumanos, navegó desde Ushuaia hasta un poco más abajo de los 60º de latitud sur, el límite que marca el ingreso al Círculo Polar Antártico. "Tomamos las muestras de agua entre las 8 y las 24. En el tiempo libre ayudamos a los otros chicos con un censo de aves, de mamíferos o tomamos muestras de cril para sus investigaciones", cuenta Fiorella. En el barco también había un gimnasio, un salón de juegos con metegol y un microcine. Pero para ella lo mejor fue el paisaje: "es fantástico... el agua, los icebergs flotando, las colonias de pingüinos. Fue un mano a mano con la naturaleza."
La Gaceta, Tucumán
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