Sumergirse en las heladas aguas del océano Antártico fue una de las experiencias más inolvidables para Jénnifer Trujillo.
Ella es la única suramericana en la expedición por el Tratado Internacional de la Antártica que se llevó a cabo en noviembre.
"Lo último que hice antes de lanzarme al agua fue echarme la bendición, pues nos habían advertido que era una experiencia peligrosa. Sin embargo, una vez adentro la emoción de estar rodeado de hielo y apreciar la magnitud de la naturaleza, es indescriptible", afirmó la caleña, de 27 años e ingeniera mecatrónica de la Universidad Autónoma de Occidente.
A través de una convocatoria del programa de energía renovable de Robert Swan y luego de tocar muchas puertas, Jénnifer finalmente pudo emprender la travesía desde Usuahia, Argentina, junto a un grupo de líderes y empresarios de Estados Unidos, Australia, Japón y Turquía.
La expedición tuvo tres objetivo principales. Convocar a la celebración de los 50 años del Tratado Internacional por la Antártica y analizar cómo este modelo puede aplicarse en otros territorios en conflicto. Además de conocer las acciones concretas ejecutadas por los líderes y la comunidad para reducir las emisiones de CO2. Las conclusiones de los jóvenes asistentes a la travesía, fueron expuestas por Swan en Copenhague.
Su tarea ahora es la de multiplicar los conocimientos adquiridos y la importancia de que las empresas tengan mayor conciencia ambiental.
"La preservación de la Antártica debe ser la prioridad para el mundo. Es la reserva más grande de agua dulce que tiene la Tierra actualmente. El llamado para las empresas y las familias es que tomen decisiones más conscientes en términos de utilización de energía y reciclen. Este es un pequeño aporte que puede contribuir a la conservación de ese importante territorio", concluyó.
Agregó que emplear la energía renovable es una excelente alternativa para evitar el uso de otras
prácticas que atentan contra el medio ambiente.
El Tiempo
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