martes, 16 de diciembre de 2008

Werner Herzog:

París. La última película de Werner Herzog, The Encounters at the End of the World, acaba de ser preseleccionada junto a otros 14 filmes en el camino hacia una nominación a los Oscar como mejor documental.


Herzog, uno de los fundadores del llamado nuevo cine alemán y recordado por películas como "Aguirre, la ira de Dios" y "Fitzcarraldo", es homenajeado en Francia.


El Centro Pompidou de París exhibirá hasta el 2 de marzo 55 películas del director, de las cuales 20 se verán en Francia por primera vez. En el programa se encuentra también The Encounters at the End of the World, que narra la vida de los investigadores en la Antártida. En diálogo con la agencia de noticias Dpa, Herzog habló de este, su último trabajo.


Sus películas no se exhiben desde hace años en los cines franceses. ¿Qué significa para usted esta retrospectiva de toda su obra?

Fue para mí una gran sorpresa. Desde hace años ya no hay películas mías en los cines franceses. Por eso los franceses creen que estoy de regreso. Pero eso no es cierto; nunca me fui. Fueron los franceses los que descubrieron tempranamente mis películas. Desde Francia salió en ese entonces un fuerte impulso que alcanzó luego a Alemania y otros países.


Usted ama viajar y las cosas espectaculares. Su último trabajo, The Encounters at the End of the World, nació en Ross Island, en la Antártida. Con ello se convierte en el primer director que rodó en todos los continentes. ¿Es pura casualidad o la expresión de su gusto por lo extremo?


El deseo de viajar a la Antártida surgió cuando vi las geniales tomas acuáticas de mi amigo Henry Kaiser en su laptop. Fue él quien luego produjo el film y lo musicalizó. Yo vi esas hermosas fotografías y me dije: "Tengo que ir allí". Sería terrible pensar que ése fue uno de mis objetivos.


Si llego a ingresar en el Libro Guinness de los Récords por eso, abro la ventana y me tiro.
Vivió un total de siete semanas en la Antártida. ¿Cómo fue vivir en el fin del mundo? ¿Fue una vivencia extrema como cuando acompañó a Reinhold Messner en un tour de 8 mil metros por la montaña?


Messner buscaba una experiencia propia, un límite entre la carga física y psicológica. Ese no es mi negocio. Rodamos la película durante el verano antártico, es decir, en una época en que nunca es de noche. Todas las zonas horarias convergen en el Polo Sur. El día y la noche son definidos por el ser humano, no por la salida y caída del sol. Eso fue muy interesante. Pero lo que me tentó a ir a la Antártida fueron esas espectaculares tomas acuáticas.


Sus documentales tienen mucho estilo y sus películas de ficción son documentales. Usted rechaza esta división severa entre los géneros porque afirma que sólo cuenta la verdad poética. ¿Qué entiende usted por ello?


Es la verdad interna o el paisaje interno que se encuentra profundamente en cada uno. Mis películas tienen mucho de fantasía para expresar esa verdad interior de una persona. ¿Qué es hoy en día, en tiempos de la tecnología, verdad o realidad? Los efectos digitales en el cine o las realidades virtuales ponen en cuestionamiento este concepto. En mis películas busco una respuesta a eso.


Desde hace más de dos años las películas alemanas están representadas nuevamente con fuerza en los festivales. ¿Mejoró el cine alemán o cambió el gusto del público?


¿Una película es mejor porque fue seleccionada para un festival o peor porque no lo fue? Yo hago mis películas para el público y las salas de cine. Las películas pertenecen a los cines. Tienen que vivir en los cines y no en los festivales.


La Jornada

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