viernes, 5 de diciembre de 2008

Chus Lago, sola en mitad de la Antártida

Ya ha recorrido 260 kilómetros en solitario en su intento de alcanzar en completa autonomía el Polo Sur. Su pulka de más de 100 kilos, las temperaturas, el blizzard y las nieblas antárticas la ralentizan, pero poco a poco va avanzando. Si consigue recorrer los 1.200 km, será la primera mujer española y la cuarta mundial que alcanza el Polo Sur



Como ya informamos el pasado mes, la alpinista gallega Chus Lago vuelve a la primera línea, con un intento al Polo Sur en solitario y total autonomía (sin avituallamientos aéreos, sin depósitos previamente dejados en la ruta, y sin ayudas externas en el avance, del tipo parapentes o cometas). Chus, una de las mejores alpinistas del mundo, permanece en los últimos años en un discreto segundo plano, debido a que su ejercicio como Concejal de Medio Ambiente de la ciudad de Vigo le impide dedicarse en cuerpo y alma al alpinismo.


Pero finalmente ha conseguido cuadrar calendario este año para poder viajar hasta la Antártida. El 30 de noviembre ya había recorrido 260 km, en 20 días de trabajo, por lo que le quedan algo menos de 1.000 para alcanzar su objetivo. Se encuentra a 82º17.923’S-79º 55.311’W. Carga con una pulka de 120 kilos, lo que sumado a las condiciones meteorológicas, hace que las medias recorridas cada día no sean muy altas. En un territorio llano y blanco, cuando las condiciones meteorológicas son malas, no hay ningún horizonte ni perspectiva, el cielo y la tierra se confunden, así que hay que estar constantemente mirando la brújula y el GPS al no tener referencias visuales. Además, ha tenido que permanecer parada durante unos cuantos días debido a la niebla: “No veo absolutamente nada delante de mí. Si me encuentro una grieta, me traga entera.”


Uno de los mayores desafios que se afrontan en un reto así es la soledad absoluta. Son casi dos meses conviviendo al límite con la nada, en un territorio de horizonte infinito, sin ver a ningún ser vivo. ”Para ahuyentar la soledad, voy cantando viejas canciones. Lo hago a todo pulmón, dejándome la garganta en ello, para poder escuchar aunque sólo sea mi voz. No lo creeréis, pero ¡no consigo oírme!


El motivo es el viento, el blizzard antártico, que no perdona, y que hace que su lucha más constante sea la que libra para evitar que su tienda de campaña vuele. Tiene que montar la tienda a la desesperada, tirándose literalmente encima de ella para impedir que salga por los aires. Una vez dentro, el trabajo no termina: “Ésta tienda no se apoya bien al suelo. Quizás las varillas son demasiado largas. El viento parece querer levantarme en peso.”


Y después, largos días tirando de la pulka, en medio de un horizonte que nunca cambia, excepto para desaparecer y dar paso a la nada, perdida en solitario en la inmensidad antártica.


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