viernes, 26 de diciembre de 2008

Navidad en la Patagonia andina

Campamento en Río Azul. (Foto: W. F.)
27 de diciembre.- Todavía no sé cuántas coincidencias deben producirse para que yo termine cenando en Nochebuena con seis franceses, un mexicano y dos argentinas en el paraíso. La mañana del 23 de diciembre, sólo conocía de esta enorme familia a Sen Yazem, el mexicano que nos acogió en Cabo Polonio, Uruguay. Y ese mismo día por la noche, cenábamos todos en la casa de Belén, una argentina sin problemas para llenar su hogar de perfectos desconocidos.

Viajábamos por el norte de Argentina –esta parte os la cuento el próximo día- cuando Yazem nos comunicó que celebraría su cumpleaños en El Bolsón, un pueblo argentino ubicado en un valle de los Andes. A las cuatro de la tarde del día 23, Yazem nos esperaba en la plaza de El Bolsón junto a tres integrantes de una compañía de circo francesa, que practicaban a su lado malabares y acrobacias. Después, comprobaría que los primeros integrantes del grupo navideño, Baptiste, Hugo y Pierrik, son el trío perfecto para animar cualquier fiesta.

Yazem sumó tres franceses más a su lista de amigos en un ciber de la misma localidad: Sebastien, Gary y Caroline. Y con ellos fuimos hasta la casa de Belén donde, además de celebrar el cumpleaños de Yazem, programamos la cena de Nochebuena con Ailén y Katalina, prima y amiga de Belén respectivamente. Grandes conocedoras del valle, nos guiaron hasta el lugar dónde acampamos el 24 y 25 de diciembre.

El Bolsón, tierra de hippies en Argentina, se autoproclamó ‘zona no nuclear’ en 1984 y fue declarado ‘municipio ecológico’ en 1991. Aparte de estas curiosidades que dieron fama a la localidad, el espacio natural donde está ubicada la convierte en un paraíso para los amantes de la naturaleza. Nosotros nos olvidamos de la Navidad en el lugar en el que el Río Blanco derrama sus aguas sobre el Río Azul.

Trabajando en equipo preparamos la cena –verduras asadas- disfrutando del entorno boscoso y del agua fría que alimenta a estos ríos. Sin turrón, sin polvorones y sin villancicos, pero con una familia improvisada y el calor del verano austral disfrutamos de una Navidad seguramente irrepetible.
Del blog SUDAmérica

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