Hace 400 años, un almirante palentino llamado Gabriel de Castilla atisbó desde su barco, mientras perseguía a unos piratas, un paisaje helado que hoy conocemos como el sexto continente, la Antártida.
Una base de investigación española en la isla Decepción, junto a la península antártica, fue bautizada hace ahora 20 años con su nombre. En estas dos décadas, la Base Gabriel de Castilla, gestionada por el Ejército de Tierra, se ha convertido en una moderna instalación científica que este año recibirá la certificación medio ambiental por su especial cuidado con el entorno.
Este es uno de los objetivos con los que se inicia, en unas semanas, la campaña de 2009-2010 en Isla Decepción, con una duración de 107 días. Está previsto que este año pasen por allí 18 militares, que se encargan de la logística, y 52 investigadores de diferentes instituciones, con 11 proyectos científicos.
No muy lejos se encuentra la otra instalación antártica española, la Base Juan Carlos I, gestionada por el CSIC, y ambas se completan con el buque Oceanográfico Hespérides y el buque Las Palmas.
Situada a 13.000 kilómetros de distancia de España, la Gabriel de Castilla de hoy poco tiene que ver con aquel pequeño refugio de sus primeros años, dentro de la bahía del cráter inundado de un volcán.
Ampliación del espacio habitable
Las sucesivas ampliaciones de sus pabellones (la última se acabará este año)han permitido aumentar el alojamiento hasta las 28 plazas, contar con un depósito de 12.000 litros de agua y 10.000 de gasoil (para los grupos eletrógenos que proporcionan la electricidad y los vehículos) y separar los espacios de ocio y trabajo, lo que ha facilitado mucho la dura vida en la base.
Así lo reconocían muchos de sus visitantes en el I Foro Antártico, organizado por el Ministerio de Defensa, que se celebró hace unos días en Zaragoza. Muchos señalaban que la sensación en el exterior es la misma que "dentro de una nevera", con temperaturas que oscilan entre 5 y 50 grados bajo cero.
El general Álvaro de la Peña Cuesta, coordinador de la misión, recordaba la exigente selección de los militares que cada año van a la Base, en esta ocasión bajo la batuta del comandante José Gonzálvez Vallés. Los 18 elegidos (entre ellos dos mujeres, las cocineras), han tenido que realizar cursos especiales de entrenamiento para esta campaña. Incluso han aprendido a hacer pan.
Para conseguir el certificado medioambiental, una prioridad para los mandos de la Base, se ha adaptado la recogida selectiva de basuras:todo lo que no se quema en la incineradora que tienen (es decir, todo lo que contamina el aire), se saca de la isla; también se ha fijado un consumo máximo de agua (180 litros por persona al día) y se intentan minimizar las emisiones contaminantes.
Energías renovables
De momento, los intentos de instalar energías renovables no han tenido éxito. "Los aerogeneradores se rompen con las tremendas ráfagas de viento de hasta 300 kms/ h, y la energía del Sol llega tan débil que no es suficiente", reconoce el veterinario Ángel Santos, responsable del Órgano de Apoyo al Medio Ambiente. Otro problema es cómo hacer llegar estos grandes equipos hasta allí.
Aún así, tener un suministro energético sostenible es el reto que todos los países quieren alcanzar. Bélgica presentó este año una base que, en teoría, funciona sólo con energías limpias. Pero, al parecer les está dando problemas.
Varios de los expertos reunidos en Zaragoza apostaban por las posibilidades de la energía geotérmica en una región volcánica, como es Isla Decepción.
Juan José Dañobeitia, de la Base Juan Carlos I, señalaba que allí sí utilizan energías renovables para mantener activa todo el año una web que envía información sobre la instalación, pero reconocía que "debe haber un equilibrio entre lo renovable y lo sostenible" para que todo funcione.
Esa protección ambiental, prioritaria en el Tratado Antártico, es también el eje de muchos de los trabajos científicos que se realizan en la base. Así lo explicó Margarita Yela, coordinadora del Programa Polar de Investigación, quien destacaba la importancia de la Gabriel de Castilla en los estudios del cambio climático, ecología química, vulcanología, astrobiología y un largo etcétera.
El geólogo Jerónimo López fue el encargado de poner de manifiesto la importancia de estar presentes en la Antártida: "Las zonas del planetas que más se han calentado en 50 años son los polos. Hasta 3ºC algunas zonas en la Antártida, aunque a la vez aumenta el mar helado, y ello puede cambiar la circulación oceánica global", argumentó.
El impacto del turismo
"Además", continuó, "gracias a los trabajos desarrollados allí se descubrió el agujero en la capa de ozono, y se limitó el uso de CFCs". En definitiva dejó claro que "los polos son un lugar en los que tener la vista puesta y España debe estar ahí", pero siempre de una forma coordinada entre todas las instituciones implicadas porque allí "no se va por ir".
Por su parte, el biólogo Javier Benayas del Álamo, que el año pasado inició un proyecto sobre el impacto humano en la Antártida, puso el dedo en la llaga del turismo comercial que amenaza al continente: más de 45.000 turistas pasaron por allí en la campaña 2007/08 en barcos gigantescos.
Su rastro de basura, pintadas e hidrocarburos son impactos que, según Benayas, "se acabarían con un mayor control", que podría ser realizado por los responsables de las bases de investigación que allí tienen los países.
El general Jaime Domínguez reconocía que ese control de tránsito de buques, que podrían sufrir un accidente en una zona que es muy peligrosa, sí es necesario, si bien aclaró que requiere un acuerdo internacional.
El Mundo
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