Por Julio Hernández*
La Habana (PL) El calentamiento global y su influencia sobre los hielos del océano Glacial Artico y el Continente Antártico atrae en estos momentos el interés de las compañías que buscan nuevas fuentes de recursos.
El Ártico está derritiéndose a un ritmo acelerado, por lo que zonas costeras y fondos marinos de Rusia, Canadá, Estados Unidos, Noruega y Dinamarca, ricos en hidrocarburos y pesca, quedarán cada vez más accesibles.
Según se calcula, en las zonas árticas se acumula una cantidad de petróleo y gas natural equivalente al 25 por ciento de todas las reservas conocidas actualmente, lo cual alimenta múltiples reclamos territoriales.
Aunque también codiciada, la Antártica es un caso diferente, pues se trata de un continente, con unos 14 millones de kilómetros cuadrados, o sea, el doble del tamaño de Australia, y con el 70 por ciento del agua dulce del mundo.
La Antártica pierde cada año unos 150 kilómetros cúbicos de hielo y en los últimos años, debido al calentamiento global, gigantescos témpanos se han desprendido de los hielos flotantes de la banquisa continental.
Además de contar con una altura promedio de unos dos mil metros sobre el nivel del mar, el continente está cubierto por una capa helada que alcanza, según los lugares, entre dos 500 y cuatro mil 800 metros de grosor.
Esta capa es uno de los obstáculos más formidables para cualquier actividad de prospección y/o explotación de los eventuales depósitos minerales que se sospecha existen en abundancia en esta región helada del planeta.
Los otros impedimentos son las bajísimas temperaturas y los vientos huracanados que soplan en casi toda la zona.
Las temperaturas descienden a 50 grados Celsius bajo cero, con un récord de -89,3 grados en 1983 en la estación de observación rusa Vostok, y los vientos alcanzan corrientemente más de 200 kilómetros por hora.
La Península Antártica, que se proyecta como una lengua de tierra hacia el extremo sur del continente americano, es la que en verano muestra las mayores áreas desprovistas de hielo y donde se ha evaluado la existencia de recursos minerales.
La otra manera de proyectar esas potenciales riquezas es considerando que la Antártica formaba parte del continente de Godwana, del cual se desprendieron todos los actuales.
Por tanto, se infiere que aquí existe una estructura geológica similar a la del Cono Sur de América, Sudáfrica, la India, Australia y Nueva Zelanda.
De ahí que con esa información, comprobable en las tierras antárticas emergidas, se considere que hay depósitos importantes de carbón y hierro, así como la presencia de antimonio, cromo, oro, molibdeno, uranio y petróleo, entre otros.
Pero la explotación de tales yacimientos está prohibida hasta el año 2048, por un protocolo firmado en Madrid en 1991, por los signatarios del Tratado Antártico, que entró en vigor el 23 de junio de 1961.
Son miembros del Tratado 26 países de todos los continentes, en tanto que la Secretaría permanente radica en Buenos Aires.
Aunque algunos de esos estados mantienen reclamaciones territoriales sobre partes de la Antártica, éstas no son reconocidas por las Naciones Unidas, y están en la práctica congeladas en virtud del Tratado.
Sin embargo, lo que más protege los recursos naturales de la zona de la explotación intensiva es lo inhóspito del lugar y los altísimos costos que implicaría cualquier inversión.
¿Y si con el calentamiento global cambian las cosas? Si las inversiones resultaran un día rentables, ¿resistirían los preceptos del Tratado las presiones del mundo financiero?
Aparte de los acuerdos para prohibir por ahora la explotación minera y proteger el medio ambiente, las leyes internacionales respecto a otras cuestiones son bastante deficientes y confusas, según expertos.
Tal es el caso de las investigaciones que se realizan sobre los llamados extremófilos, bacterias y organismos microscópicos capaces de vivir en ambientes extremos, cuyos genes podrían ser patentados para desarrollar con ellos medicamentos novedosos.
Un informe de Naciones Unidas advirtió que tiene lugar una especie de fiebre del oro con las investigaciones sobre estos microorganismos capaces de resistir niveles de temperatura, radiaciones, salinidad y toxicidad fuera de lo común.
Pero hay algo más a tener en cuenta: si se derriten los hielos antárticos, la catástrofe mundial sería indescriptible, con un aumento de hasta 60 metros en el nivel de los océanos.
Hasta ese momento tendría que pasar mucho tiempo, y uno se pregunta si no sería mejor desde ahora tratar de evitar la aceleración del cambio climático, que ya se nos viene encima con todo lo que ello va a implicar.
* Periodista de Servicios Especiales de Prensa Latina.
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