martes, 17 de mayo de 2011

Hidroaysén: Opiniones desde la Universidad de Chile (Tercera parte)


Prof. Ronald Fischer: Por qué HidroAysén

La aprobación ambiental del complejo de centrales hidroeléctricas en Aysén no ha tenido buena recepción en el público, que la recibió con protestas en distintas ciudades. La idea de enormes lagos artificiales y líneas de transmisión alterando el paisaje de Aysén no es atractiva. Entiendo el problema, porque los mismos motivos me hicieron dudar del proyecto, pero una reflexión más cuidadosa me mostró que no tenemos otra opción.

Cada año, el país requiere aumentar su capacidad de generación en unos 500MW para hacer frente al crecimiento de la economía. Los ambientalistas sugieren que se debe aumentar la eficiencia, produciendo más con menos energía. Así se necesitaría una cifra menor a 500 MW anuales para acomodar el crecimiento. Pero nuestras empresas, que enfrentan un alto precio por energía, ya realizan el esfuerzo eficiente. En nuestra etapa de desarrollo productivo, reducir el consumo es imposible, salvo que quisiéramos transformarnos en un país focalizado en el turismo, al estilo de Costa Rica (país que depende de la hidroelectricidad para la mayor parte de sus necesidades energéticas). Por lo demás, esto es inviable por nuestra localización geográfica, mayor tamaño y población. Descartada esta posibilidad, el desarrollo y la equidad requieren una economía que crece y que usa más energía. Pero las empresas solo pueden competir si sus insumos, entre ellos la electricidad, no son demasiado caros. En resumen, se debe aumentar la producción de electricidad, a un costo razonable.

¿De dónde podrían salir los 500 MW en capacidad adicional? Entre las renovables, la energía eólica es impredecible y tiene un factor de planta de menos de un tercio de la capacidad instalada, lo que eleva su costo de inversión. La energía solar aún no es económica, aunque si alguna vez bajaran sus costos, el país tiene excelentes condiciones para su desarrollo. La geotermia parece ser parte del futuro energético: sus costos de instalación no difieren mucho de los de las energías convencionales, y solo la limita actualmente el riesgo de exploración. Las minihidro son ambientalmente atractivas, pero su potencial es limitado (unos 3.000-4000 MW), aparte de requerir líneas de transmisión ubicuas.

Restan como energías de bajo costo la nuclear, la termoelectricidad y el carbón. Dejando de lado la energía nuclear, porque no podría implementarse antes de la mitad de la siguiente década, en el mediano plazo solo quedan el carbón y la hidroelectricidad. Si no se construyen centrales hidroeléctricas -en particular Hidroaysén- tendremos que usar más carbón. El desarrollo usando carbón produce severos daños ambientales y, peor aún, es probable que nuestras exportaciones sean castigadas en el futuro si la energía que usan produce gases invernadero. Por su parte, Hidroaysén tiene un factor de planta muy elevado, prometiendo un suministro estable y que no produce (salvo por la descomposición inicial de material orgánico sumergido) gases invernadero. En general, los desarrollos hidraúlicos en Chile tiene impacto visual, pero sus perjuicios ambientales son menores.

Para concluir, el desarrollo económico es más amable con la naturaleza: basta comparar a Haití con cualquier país desarrollado. A Haití no le quedan bosques porque los han usado como leña. En Europa, los bosques se han recuperado de las depredaciones del pasado. Si deseamos reducir el impacto ambiental, es necesario alcanzar rápido el desarrollo, para así tener la capacidad de destinar recursos a proteger el medio ambiente.



Prof. Marcelo Olivares: HidroAysén: grandes proyectos hidroeléctricos e impacto ambiental

Esta semana se ha aprobado, en términos de sus impactos ambientales, un proyecto hidroeléctrico de gran escala en la Patagonia chilena. Debido a la falta de políticas e instrumentos en otros ámbitos, algunos consideran, erróneamente, que el Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental (SEIA) debe hacerse cargo de todos los criterios involucrados en la decisión de realizar un proyecto de esta naturaleza. Sin embargo, el SEIA no compensa la ausencia de una política energética, una de planificación territorial, o una de gestión integrada de recursos hídricos. De hecho, el SEIA ni siquiera constituye una herramienta de planificación ambiental estratégica.

En este contexto, se ha perdido la perspectiva de lo que realmente debería cuestionarse en esta instancia. A juicio de la autoridad pertinente, los impactos ambientales asociados al proyecto HidroAysén son aceptables. Sin embargo, el SEIA no define en forma clara qué nivel o tipo de impacto puede ser considerado aceptable. En efecto, rara vez un proyecto, incluyendo las medidas de mitigación y compensación propuestas, cambia en forma significativa en su paso por el SEIA. En el caso de HidroAysén, se incluyeron consideraciones de índole ambiental tanto en el diseño como en las condiciones de operación establecidas en la formulación del proyecto presentado al SEIA.

El proyecto HidroAysén genera múltiples impactos ambientales. Sólo en el medio acuático, un proyecto de esta naturaleza altera el régimen hidrológico, el régimen sedimentológico y las caraterísticas del escurrimiento, con la consiguiente alteración de la calidad del agua y el ecosistema. Cabe mencionar que la mayoría de los impactos ambientales en el medio acuático están asociados a dos factores: la creación de un embalse y la alteración del régimen de caudales. El primer factor, es común para cualquier embalse, sea éste para hidroelectricidad, riego, agua potable, etc. Llama la atención la poca oposición que surge al momento de crear embalses para otros propósitos. En relación con el régimen de caudales, el impacto más notable es la introducción de fluctuaciones a escalas de tiempo cortas (diaria, horaria) en respuesta a las fluctuaciones de la demanda eléctrica. La capacidad de variar rápidamente el nivel de generación en una central de embalse es, entonces, un atributo positivo que no necesariamente poseen las tecnologías que se presentan como alternativas.

Un factor relevante es la incertidumbre que rodea los impactos ambientales asociados a proyectos de esta índole y, en particular, al proyecto HidroAysén. En efecto, no es posible predecir con certeza cómo se comportarán los sistemas ambientales, cuáles son las relaciones causa-efecto involucradas, y cuál es el grado de reversibilidad de los impactos. Típicamente, parte de la incertidumbre se debe a la falta de observaciones de la situación “con proyecto”. Efectivamente, en Chile se incorporan Planes de Seguimiento y Monitoreo como parte del SEIA, pero rara vez se establece qué acciones se tomarán en caso de que, a partir de la información adquirida, se concluya que el proyecto tiene impactos inaceptables. Este punto podría abordarse mediante una instancia de revisión ex-post del desempeño ambiental de los proyectos. Por ejemplo, el sistema estadounidense otorga licencias de operación que tienen una duración de entre 30 y 50 años, renovable al final de este período. Como parte del proceso de renovación, se revisan los impactos ambientales del proyecto, en un contexto de participación de todas las partes afectadas. El proceso concluye, usualmente, con una aprobación de la solicitud, sujeta a nuevos requerimientos, tanto en términos de diseño como de operación del proyecto. En ese caso, las generaciones futuras pueden decidir si aún los impactos son aceptables. De eso se trata, en parte, el concepto de sustentabilidad.

A pesar de sus falencias, existe relativo consenso en que el SEIA contribuye a que los proyectos sean mejores en términos de sus impactos ambientales. Disponer de un SEIA con altos estándares técnicos y base científica, que aborde adecuadamente la incertidumbre en el marco una consensuada política energética, ambiental y de recursos hídricos, es un requisito fundamental para que Chile, al igual que todos los países del mundo con potencial hidroeléctrico, pueda hacer uso de estos recursos en forma sustentable. Más aún, este requisito es también pertinente a toda la gama de fuentes y tecnologías de generación eléctrica, tanto convencionales como no convencionales.

Más allá de las instancias que restan para la posible aprobación definitiva del proyecto HidroAysén, un punto clave de discusión, indebidamente postergado, es la línea de transmisión, que posiblemente podría ser compartida con otro proyecto hidroeléctrico actualmente en proceso de evaluación ambiental. Es de esperar que, en esa oportunidad, el SEIA muestre que está a la altura de los desafíos que plantea el futuro.



Prof. Rodrigo Palma: ¡HidroAysén!

La discusión sobre el proyecto Hidroaysén es llevada a cabo en los medios de comunicación en planos muy distintos y mezclados entre sí. Se abordan desde temas valóricos sobre la visión de desarrollo del país, hasta aspectos específicos de una evaluación económica; pasando por posturas frente a temas ambientales, diseño del mercado eléctrico y la transparencia en los procesos de aprobación. Para lograr un diálogo constructivo, es imprescindible distinguir en qué plano se realiza la discusión. La figura (ver imagen) resume estos planos de análisis con las posibles acciones asociadas.

Desde una perspectiva amplia de desarrollo del país (considerando la posibilidad de cambios legales e impulso de una política energética), donde buscamos disponer de seguridad energética a precios competitivos, el proyecto de Hidroaysén puede entenderse en los siguientes escenarios:

Escenario 1, Statu quo: donde no se realizan cambios relevantes al marco normativo ambiental y eléctrico. Las principales empresas eléctricas del oligopolio (Endesa, Colbún, Gener), usualmente conservadoras en sus decisiones, continúan evaluando sus proyectos a partir de las tecnologías de generación convencional (grandes hidráulicas, térmicas a carbón, gas natural y turbinas diésel). Por su parte, la demanda crece a una tasa del 5% promedio anual, al menos los próximos 15 años. Por último, no se prevé una disminución importante en los costos de inversión en tecnologías no convencionales. Bajo esta perspectiva, el proyecto Hidroaysén se presenta como una competencia directa a centrales térmicas carboneras y superior a la alternativa nuclear; con el fin de poder cubrir los nuevos requerimientos energéticos del país. El recurso en Aysén corresponde a un energético local que ofrecería una mayor seguridad energética y tendería a reducir la volatilidad de los precios futuros para Chile.

Escenario 2, Visión medioambiental: El escenario anterior es modificado introduciendo políticas agresivas de subsidio a la instalación de energías renovables no convencionales. En este caso, al disponer de un potencial suficiente de energéticos locales (geotermia, minihidráulica, eólica, solar), el proyecto Hidroaysén efectivamente no es necesario en la matriz energética nacional. El balance medioambiental sería positivo y los precios de la energía podrían ser competitivos. Sin embargo, el costo social del subsidio necesario sería extremadamente alto.

Escenario 3, Subsidio estratégico: El escenario anterior es modificado, seleccionando estratégicamente un grupo reducido de tecnologías no convencionales a fomentar (por ejemplo geotermia y minihidráulica). Sin embargo, este fomento se entiende como el desarrollo de una industria tecnológica local, en sociedad con empresas desarrolladoras líderes a nivel internacional. Se requiere del involucramiento real de científicos, empresarios, asociaciones y el Gobierno. Asimismo, este fomento tendría la visión de tornar al país en un exportador de estas tecnologías a nivel regional. El proyecto Hidroaysén no sería necesario para la matriz energética ni tampoco presentaría ventajas económicas relevantes. Los beneficios ambientales y en precios serían similares a los del escenario 2. Sin embargo, el costo social del subsidio o fomento sería mucho más reducido, ya que correspondería a una inversión estratégica que se renta por puestos de trabajo, consumo local, patentes y exportaciones.

En resumen, el proyecto Hidroaysén no es estrictamente necesario, pero requiere de coraje y convicción para incursionar proactivamente en el Escenario 3, tomando los riesgos que todo cambio de paradigma requiere. Ciertamente, desde la academia me inclino por el escenario 3, entendiendo el desafío energético actual del país como una gran oportunidad para la innovación y desarrollo.

Radio Universidad de Chile

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