19.12.2010 La ciencia viene produciendo cambios a un ritmo tan vertiginoso que resulta difícil seguirle el ritmo sin sorprenderse. Entre lo que se inventa, lo que se descubre, y la combinación de ambos, el problema pasa a los escritores de ficción, porque ya casi todo es posible.
En esa línea, la investigadora Nancy López, perteneciente al Departamento de Química Biológica de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, cuenta a Noticias & Protagonistas el hallazgo de una bacteria que habita en la Antártida y que es capaz de fabricar plástico natural.
N&P: ¿Cómo descubren este proceso, tan natural como extraño?
Nancy López: En realidad, estudiamos polihidroxibutiratos; suena raro pero es una sustancia de reserva que producen algunas bacterias. Para hacer una analogía, vendría a ser como las grasas que acumulamos nosotros como sustancias de reserva, y su característica es que tienen propiedades de plásticos y son biodegradables. Como las bacterias las usan para sobrevivir, nosotros buscamos bacterias que estén en zonas complicadas para su vida, estresantes. Por eso buscamos en la Antártida y encontramos una que produce grandes cantidades de este polímero.
N&P: ¿Fue la idea original, o esto surgió como consecuencia de otro estudio conexo?
NL: Nuestro grupo se dedica específicamente a estudiar estos polímeros. Lo que nos llamó la atención es que produce muy alta cantidad comparativamente, y estudiamos que ayuda a la supervivencia en el ambiente; la bacteria resiste gracias a esa acumulación.
N&P: Este compuesto natural, ¿puede replicarse por métodos artificiales? ¿O se genera un plástico neutro, natural en relación a los que derivan del petróleo?
NL: Lo que nosotros estudiamos son estas especies de gránulos que la bacteria produce en su interior; la bacteria los usa como alimento, como si fueran ácidos grasos o glucosa, y los incorpora sintetizándolos. Se conocen en muchas bacterias, y el plástico resultante es muy similar a los derivados del petróleo; pero como los producen las bacterias y ellas mismas los degradan, tiene una gran ventaja.
N&P: ¿Es posible obtener una patente y posteriormente industrializarlo?
NL: Está la posibilidad, trabajamos para eso, pero la producción de este plástico todavía es mucho más cara que la del derivado del petróleo. Por eso buscamos lugares raros, zonas en las que se pueda generar en cantidad con sustratos baratos; de hecho, la bacteria que aislamos es una seudomona, una “extrema australis”, que no tiene capacidad de producir mucha biomasa, al menos no a escala industrial. Nuestro laboratorio busca bacterias raras que produzcan mucho; otra opción sería tratar de hacerlo a escala industrial con la que usamos, y pasarlo quizás a otra bacteria capaz de generar mayor biomasa en un tanque de elaboración industrial. Entonces nosotros trabajamos con esta bacteria y con Escherichia coli (E-coli), que es la más conocida fisiológicamente.
N&P: A la que periodísticamente se la llama “asesina”...
NL: Tiene mala fama, es verdad, pero muchas cepas no lo son, conviven en el intestino y de hecho son beneficiosas. La más famosa es la del síndrome urémico hemolítico, pero es una sola cepa. El resto no necesariamente es patógena, sino todo lo contrario.
N&P: La primera vez que causó efectos mortales fue por un jugo de naranja distribuido en el ejército de los EEUU en la guerra de Vietnam; esa fue su aparición estelar. ¿Cómo sigue esto ahora? ¿Participarán de la próxima campaña antártica?
NL: No. A nosotros nos trajeron las muestras de la Antártida, pero también miramos cepas de otros lugares que nos interesan; del Río de la Plata, por ejemplo, o de ambientes con muchos restos de hidrocarburos. Lo de la Antártida fue una oportunidad y, como la que aislamos es interesante, la seguimos estudiando. También vimos que tiene una llamativa longevidad, y que es capaz de remediar hidrocarburos; en fin, tenemos distintas líneas de trabajo a partir de la misma cepa.
N&P: Pensando lo que ocurrió en el golfo de México, y un caso igual en el mar de China, ¿ya puede usarse para esos casos?
NL: Nosotros en realidad hacemos ciencia básica, ver qué puede servir, y con el tema remediación empezamos hace poco. Como microbiólogos tenemos que buscar soluciones microbiológicas a problemas ambientales, y el caso de los derrames de petróleo es uno de ellos.
N&P: ¿Cuántos investigadores integran el equipo?
NL: Tres becarias doctorales, Paula Crivelli, Mariela Catone y Carla Di Martino, y una investigadora de CONICET, docente de la UBA como yo, que es Laura Raiser.
N&P: Por años escuchamos hablar de universitarios que trabajan de taxistas o se iban al exterior. ¿Cómo están trabajando hoy?
NL: Es difícil ubicarse, se pone mucho esfuerzo, pero estamos pasando una etapa buena, con subsidios de la UBA; por ahora trabajamos bien, pero todos hicimos un periodo en el exterior. Yo hice la tesis en España, y una de las becarias planea ir a Estados Unidos.
N&P: Los científicos argentinos están muy bien considerados afuera.
NL: Sí, es verdad. La gente del laboratorio trabaja mucho, estudió mucho, vienen los sábados porque a las bacterias hay que mantenerlas, a veces los feriados, pero da frutos y esto es bueno.
Un mundo distinto
La humanidad enfrenta tres crisis a la vez: la mengua de las energías no renovables, una acumulación de gases de calentamiento global, y el declive constante de la diversidad biológica. Frente a la coyuntura, se viene fraguando nueva forma de organizar el planeta. Antes el objetivo era fundir, soldar, forjar material inanimado, objetivo de la alquimia. Hoy se busca empalmar, recombinar, reinsertar material animado, no en procura de un metal diferente, sino casi una nueva forma de vivir.En el terreno de las ciencias biológicas, los avances han sido impresionantes y, de hecho, un autor (economista) tan prolífico y leído como Jeremy Rifkin habla del “siglo de la biotecnología”. Se trata de la capacidad de aislar, identificar y recombinar genes, hoy materia prima básica, con fines económicos. La concesión de patentes sobre ellos resulta un extraordinario incentivo comercial, modificando o mejorando las especies para su total aprovechamiento. Las técnicas de computación se funden con las genéticas, dando origen a una poderosa realidad y una nueva concepción de la Naturaleza.
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