viernes, 17 de diciembre de 2010

Jesús Calleja y su equipo ascienden el Cerro Gorra Blanca y cruzan el Hielo Sur con el motorista Nico Terol


Debido al inefable viento y tiempo patagónico, el Cerro Gorra Blanca apenas ha sido ascendido por el 5% de los que han intentado. Pero en este caso, con el guía argentino Julián Caliero y su equipo consiguieron todos la cima, incluyendo al subcampeón del mundo de 125 Nico Terol. Después se internaron en el Hielo Sur por el Paso de los Vientos, saliendo por el Paso Marconi


El equipo ha estado compuesto por el argentino Julián Caliero y su equipo, Kike Calleja, Emilio Valdés, Jesús Calleja, y el subcampeón del mundo de 125, el joven Nico Terol. Su objetivo era cruzar el Hielo Sur de la forma contraria a la habitual, entrando por el Paso de los Vientos y saliendo por el Paso Marconi, ascendiendo además el Cerro Gorra Blanca. Esta es una montaña muy poco conquistada, tan solo un 5% de los que lo intentan lo consigue, principalmente porque el clima patagónico lo impide. Baste decir que los vientos en los pasos suelen superar con creces los 100km/h de forma habitual, y que el guía Julián Caliero lo había intentado en 6 ocasiones y sólo en una había conseguido la cumbre. En esta ocasión, el viento constante ha sido de unos 100-120km/h. Sin embargo, un día de cima un tanto aceptable permitió a todo el equipo alcanzar la cima.


La presencia de Nico Terol suscitaba dudas, debido principalmente a su pequeña tamaño, delgadez y falta de experiencia en montaña y para cargar durante varios días por glaciares mochilas de 30 kilogramos. Sin embargo, parece ser que ha sorprendido a todos.
En palabras del argentino Caliero en la crónica enviada, “Será pequeño, será barbilampiño, pero esas bolas no son de un niño”.
Ascensión al Cerro Gorra Blanca
“Pero decidimos seguir adelante, quizás como voy de primero de cordada me hace concentrarme más y estudio al detalle la ruta, y repito que me sorprende la inclinación y este hielo tan peligroso, y por si fuera poco, ¡empieza a soplar muy fuerte y nos golpean bolas de hielo continuamente, arrastradas por el fuerte viento! a esto hay que añadir que las temperaturas descienden bruscamente y la sensación de frío es terrible.
La cara de Nico es un poema: está roja del azote del viento y se la tapamos por completo, además de las gafas de casco.
La nariz de Kike está tocada, y en general todos estamos helados, pero decidimos seguir, es el Campo de Hielo Sur, sus montañas y es lo que hay…
Al ver que Nico aguanta con determinación, seguimos la escalada, cada vez más inclinada. Ahora se combina el hielo duro con la nieve pesada, es agotador progresar, y hay que sumarle la tensión de una posible caída en el hielo o una avalancha de nieve por las inclinadas laderas.
Después de unas siete horas sin parar, alcanzamos las viseras de hielo de la arista cimera, que son un autentico jeroglífico de posibilidades. Los fortísimos vientos han modelado, con el paso del tiempo, enormes viseras que vuelan al abismo de una manera imposible, y la superficie parece un campo de coliflores de hielo, muy difícil de negociar.
Escalar sobre este extraño hielo es costoso y se rompe a cada paso que das. Llevamos muchas horas y muchos metros de desnivel y las piernas lo acusan, pero tenemos claro que ya no hay quien nos pare.


Ahora hay que dar con la cima que no es fácil, pues hay muchas posibilidades de equivocarse, y ahora sí que es comprometida nuestra situación: mucha inclinación, malabares por hongos gigantes de hielo, cristales de nieve que se parten a cada paso, mientras somos fuertemente zarandeados por el viento, donde las ráfagas de aire nos obligan a anclarnos fuertemente con los crampones y los piolets, y por si fuera poco de repente aparece antes nosotros un gran hongo de hielo que parece la cima, ¿será la cima? Lo que está claro es que está muy inclinado y tenemos que usar la cuerda con más atención y escalarla clavando el piolet con decisión. ¡Puede que sean nuestros metros finales!
Voy de primero, y me concentro para no cometer errores, y consigo alcanzar la cima. Nico, Kike, Emilio, Julián, y dos de los chicos además de Diego llegan también, pero sorpresa ¡no es la cima!
La estrecha cima se ha fracturado en dos y nos hemos quedado del lado menos alto, ¡qué rabia¡ Vemos la cima principal pero nos separa una gran brecha gigante.
Estudiamos la situación y creemos poder avanzar por una estrecha arista muy despacio, pues da la sensación que se romperá en cualquier momento.
Negociamos otro paso delicado y descendemos hasta alcanzar otro punto donde sólo nos separa de la cima 20 metros de escalada de unos 60º.
Con decisión, una vez más, la escalamos, y……
¡¡CIMA!!
(...) Tengo que decir que Nico, ya no es sólo “el niño” sub -campeón del mundo de 125cc de motociclismo, si no que ya es más para nosotros: es el montañero que se ha curtido y que en ocasiones nos ha dejado boquiabiertos con su fortaleza y capacidad de sufrimiento. También nos sorprendió su capacidad de adaptación y aprendizaje al que sometimos a esta pequeña criatura de aspecto frágil, pero, ¡nada más lejos de la realidad! es un tipo muy duro.
Kike, Emilio y yo estamos curtidos en mil batallas, y ni que digamos el equipo de Julián Carielo, y sin embargo Nico es para nosotros uno más del equipo, con todo nuestro respeto, no es sólo un invitado al programa, es un compañero, un amigo más que está dentro de ese pequeño Olimpo que creamos los alpinistas cuando conseguimos algo especial y esta expedición lo está siendo. ¡Es Nico el alpinista! y ahora recuerdo una frase que le soltó mi amigo Julián Carielo después de la escalada: “Será pequeño, será barbilampiño, pero esas bolas no son de un niño”.
Le salio del alma, por el valor que mostró en un “perro “día de escalada muy complicada.”


Cruce del Paso Marconi

Empezamos la travesía, siempre en descenso, nos toca salir del Hielo Sur por este paso lleno de mil trampas en forma de avalanchas de nieve, grietas gigantes y desprendimientos de puro hielo de los seracs colgantes que recorren todo el descenso de este complejo paso.
Así que aleccionamos a Nico acerca de los problemas, de la fuerte pendiente a salvar. Empiezan las rampas más inclinadas que descendemos con las raquetas, pero usando esos pequeños crampones que tiene, cortando diagonales para atenuar la fuerte pendiente.
Llega el momento más complicado, donde el glaciar se estrecha, y las grietas se hacen gigantes y ocupan toda la extensión del glaciar. Es imposible sortearlas, hay que atravesarlas y los puentes de nieve que las cubren están al límite de la ruptura, pues la nieve está descendiendo de espesor y casi se intuyen.
Además de esto, sabemos que en cualquier momento puede haber desprendimientos, en el llamado “Cuello de botella del Marconi”, donde si te pilla pues... no hay solución, no se puede hacer nada, sólo esperar qué camino tomará la avalancha…
Empezamos a descender por este comprometidísimo sector, y filmamos como podemos, pues Emilio se puso a grabarnos y Julián gritó de tal manera que parecía que se le salía la campanilla de la boca: ¡no, no. no, aquí no, no me jodáis…!¡hay que pasar deprisa esto es una trampa mortal, cada segundo aumenta el riesgo de accidente, vamos, ¡vamos, vamos yaaaaaaaaa….!!! Justo cuando dice esto yo me cuelo en una grieta, pues voy abriendo cordada. Qué pedazo de grito di, casi de histeria. No hace nada de gracia colarse en una grieta y que el compañero te tenga que sujetar de la cuerda, y además en el “cuello de botella”.
No veáis a que velocidad salí, eso sí, con el bastón roto y el culo dolorido, pero no hay tiempo ni para quejarse, ¡¡hay que salir de este lugar ya!!.
Doy diez pasos y se produce una avalancha en mi lado izquierdo, cerca de nosotros, Dios cómo gritamos: ¡¡avalancha!! avalancha a la izquierda! y todos corriendo a la derecha, bueno, más que correr nos defendemos como podemos hacia la derecha, pero, ocurre algo inesperado y que pocas veces ocurre, la ley de Murphy…
Se produce otra avalancha por la derecha, ¿queééé? ¿otra avalancha a la vez?, ¿y por el otro lado? ¿estamos acorralados?...
Sí amigos, qué avalancha tan brutal del lado derecho, justo donde nos fuimos a proteger, ésta era brutal, literalmente se desprenden miles de toneladas en forma de hielo milenario. El glaciar decide escupir una buena parte de su carga letal y lo precipita al vacío desde gran altitud, volando pedazos como autobuses por un precipicio de pared lisa de granito, estrellándose de una forma violentísima contra el Cuello de botella del Paso Marconi en su punto más fatídico, y a apenas unos metros de nosotros..
De nuevo gritos salvajes de avalancha, avalancha, ahora por la derecha, correr a la izquierda, por Diossssss, ahhhhhhh!!!!
Ahora corremos desesperados hacia la derecha, donde ha caído hace sólo un minuto otra avalancha- ¿Qué esta pasando?, qué locura.!!
Os aseguro que quedamos pálidos, los trozos de hielo eran tan grandes como coches, autobuses, camiones, eran azules intensos, hielo muy compactado que estallaba contra el glaciar al caer del abismo, y nos pasaban a escasos 20 metros, nada más podíamos hacer, la avalancha nos alcanzó y se precipitó junto a nosotros como un tsunami de hielo incontrolable que nos dejo atónitos.
Pero decidió darnos una oportunidad y ese extraordinario fenómeno de la naturaleza, nos indultó por alguna extraña razón, porque todo hacía indicar que se nos venía encima, y el río de hielo decidió, en el último momento, desviarse un poco más a la derecha y vimos atónitos como pasaban miles de toneladas de hielo junto a nosotros.
Estábamos paralizados, viendo, sin poder hacer nada, un espectáculo difícil de volverlo a ver tan de cerca.
Nico no daba crédito, pues por su ignorancia ante lo que podía haber significado esa avalancha, se deleitaba con los ojos fuera de las cuencas ante semejante espectáculo, y cuando pasó dice: “¡que chulo, ¿no?!”.
“Pero, pedazo de alma cándida, ¿¿tú sabes la suerte que hemos tenido?? Anda, sigue bajando y luego lo comentamos”
Barrabes
La revista

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