Las nuevas tecnologías permiten conocer vida y obra de antiguos pobladores.
Agencia Télam
Neuquén. Investigadores de distintas disciplinas, apoyados en modernas tecnologías y el desarrollo de la genética, estudian los restos de pobladores de Neuquén de hace 10 mil años, para desentrañar su cultura y costumbres.
Hasta hace pocos años eran escasos los conocimientos acerca de los antiguos grupos humanos que habitaron la Patagonia, pero en virtud de una investigación iniciada en 2000 se registraron grandes avances.
Cómo eran, qué comían, cuáles eran sus costumbres, actividades, ritos, enterramientos; qué relación tenían con las plantas, con los animales; qué rol cumplían los hombres y las mujeres en esas primeras poblaciones, son algunos de los interrogantes.
Para responderlos está la investigación de un equipo de científicos de distintas disciplinas del área de Patrimonio Cultural de Neuquén. La coordinadora del programa, Claudia Della Negra, explicó que el trabajo se basa en distintos sitios arqueológicos que fueron hallados en el territorio neuquino.
“Estamos trabajando con restos óseos y materiales asociados a ellos, como cerámicas, con una antigüedad que va desde los 10 mil años hasta los 190”, dijo.
Puntas de flecha, piedras de distinto tamaño, restos de cerámicos, restos de huesos humanos, un cráneo con deformaciones provocadas adrede a los recién nacidos en un rito que aún no encuentra explicación, son estudiados en laboratorio.
“Las preguntas que nos hacemos en lo que es bioantropología son quiénes eran, desde dónde llegaban y hasta dónde fueron para conocer las migraciones”, indicó Della Negra.
La investigadora explicó que hasta la aparición de la cerámica eran grupos nómades entre los que había intercambio de mujeres.
Sin violencia doméstica. Uno de los aspectos más interesantes de la investigación se refiere a cuestiones de género. “Hasta ahora no hemos encontrado indicios de violencia doméstica o familiar. Sí sabemos qué rol desempeñaba cada uno”, dijo.
Y agregó: “La mujer llevaba a sus pequeños hijos en la espalda con un soporte hecho de tablas y ataba la cabeza de la criatura a esa estructura. Además llevaba mucha carga porque recogía leña, piedras y semillas”.
La mujer era la encargada de la molienda de las semillas para el alimento y no se alejaba demasiado de su lugar para cumplir con estas tareas.
En tanto, el hombre caminaba largas distancias. Los restos óseos revelaron fuertes deformaciones en las rodillas y en los dedos de las manos, señal de esta ardua tarea. Los estudios determinaron que estos grupos humanos estaban muy bien nutridos.
Cráneos deformados. Otro hallazgo inquietante es que el cráneo de los recién nacidos eran deformados adrede para que mantuvieran la forma que tenían al nacer, en una práctica cultural que aún los investigadores no han podido revelar.
Della Negra indicó que lo hacían colocando vendas alrededor del cráneo para que la frente se mantuviera achatada y la cabeza alargada conservando las características de los bebés al nacer.
Todos estos avances fueron logrados mediante los estudios genéticos de los restos óseos, y otros análisis de plantas, animales y cerámicas del sitio arqueológico. El equipo está integrado por 17 profesionales de distintas disciplinas, la mayoría del Conicet.
La Voz, Argentina
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