lunes, 10 de agosto de 2009

Lago Posadas, el secreto mejor guardado de la Patagonia


El pequeño poblado de Lago Posadas, en la provincia de Santa Cruz, es de difícil acceso, pero la recompensa es grande. Tiene un microclima que hace que la temperatura sea más alta que en el resto de la Patagonia y un paisaje de ensueño.
El pequeño poblado de Lago Posadas, en la provincia de Santa Cruz, comenzó a promocionar sus atractivos turísticos, hasta ahora prácticamente desconocidos, pero que por su valor paisajístico convierten a este paraje cordillerano en uno de los secretos mejor guardados de la Patagonia.
Lago Posadas no alcanza el grado de municipio, según la legislación santacruceña que solo otorga esta categoría a aquellos lugares con al menos un millar de habitantes. En esta localidad de la provincia, apenas son 350 los que la habitan.
Y es por eso, que en lugar de una intendencia, la gobierna una comisión de fomento, elegida por el gobernador provincial, y tampoco hay Concejo Deliberante.
Otra de sus curiosidades es que debe uno de los pocos pueblos en el mundo que tiene dos nombres: el histórico, Lago Posadas; y el institucional, Hipólito Yrigoyen, dado por ley, pero que la gente nunca adoptó.
Los carteles de vialidad, las anotaciones en el registro civil, por citar algunos ejemplos, rezan "Lago Posadas".
Parece ser que en la ley que dictó el gobierno provincial en 1959 es el único sitio donde se nombra a esta localidad como "Hipólito Yrigoyen".
"Lago Posadas está insertado en una región con una serie de atractivos turísticos impresionantes, metido en un circuito que comparte con las localidades de Perito Moreno y Los Antiguos", destacó a DyN el presidente de la Comisión de Fomento, Víctor Pennisi, quien subrayó que "hay acá recursos genuinos para explotar que no hacerlo sería una tontería".
Explicó que "desde el sector privado, ya hace más de tres años que se viene trabajando en desarrollar el turismo", y añadió que "desde el área pública, comenzamos a acompañar desde hace menos de un año y medio con la promoción de los atractivos del lugar".
"Este rincón de Santa Cruz es uno de los secretos turísticos mejor guardados", afirmó Pennisi. Destacó que "hay un acuerdo entre los habitantes, los prestadores de servicios y la comuna sobre lo que se pretende del desarrollo turístico de la zona".
"Si bien no se busca ser selectivo, tampoco se pretende un turismo masivo, sino que queremos que venga la gente que comprende qué es el recurso natural, para protegerlo", remarcó el funcionario.
Ubicada a 75 kilómetros de la Ruta Nacional 40, a la altura del paraje Bajo Caracoles, llegar a Lago Posadas requiere atravesar un siempre difícil camino de ripio para alcanzarla.
Sin embargo, el premio se hace pronto evidente: la ubicación de la zona, rodeada de montañas, y su escasa altitud, brindan un microclima que hace que estos meses sean fríos pero no extremos.
La oferta invernal tiene eje en la pesca deportiva, orientada a aquellos que buscan destinos poco concurridos.
La zona abunda en sitios aptos para la pesca, como los lagos Posadas y Pueyrredón.
Junto con sus afluentes -los ríos Oro, Tarde y Furioso- esta zona está poblada de especies autóctonas como el puyén, el pejerrey patagónico y las percas, además de otros peces introducidos en la zona, como la trucha arco iris y marrón.
Pero también hay especies marinas, principalmente en el lago Pueyrredón (que llega hasta Chile, donde se llama Cochrane), como los róbalos y los salmones que ingresan desde el Pacífico.
Otro de los atractivos de la zona, es el Cerro de Los Indios, un sitio arqueológico donde se conservan las pinturas rupestres más antiguas de Santa Cruz, incluso anteriores a las que se pueden ver en la famosa "Cueva de las Manos".
Está ubicado en una zona llana a 4 kilómetros del casco urbano, lo que permite visitarlo aún en invierno.
Las pinturas rupestres y grabados hechos hasta hace casi 4.000 años están al alcance de la vista desde el exterior, sin necesidad de trepar o internarse en la montaña para verlas.
Figuras humanas y de animales, dibujos geométricos y réplicas de huellas de patas y manos, que datan de distintos momentos, de entre 900 a 3.900 años, permanecen grabadas o dibujadas con pintura indeleble sobre las rojizas paredes del cerro.
Diario Los Andes

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