jueves, 15 de enero de 2015

Expedición colombiana arribó a la Antártida



Tras cruzar sin novedad por tormentosas aguas del paso Drake, ARC 20 de Julio llegó a la Antártida.

Habíamos tenido lo que me atrevo a calificar como los dos mejores días de navegación que el paso de Drake ha dado en su historia reciente.
Olas de un metro, vientos de 15 nudos, un día despejado y el otro uniformemente nublado al estilo austral.
La suerte meteorológica, más la prudencia de esperar el momento adecuado, y quizás nuestras plegarias y los buenos deseos de la gente en Colombia, hicieron que el temible león de Drake se comportara como un gato domesticado. 






No hubo mareados, ni objetos rodando por el suelo, ni el crujir del casco contra las olas. De hecho, el paso fue mucho más suave que el golfo de Penas, los Cincuenta Bramadores (el apodo de esa latitud), o incluso la navegación de rutina por el Pacífico suramericano.
La primera hora del Drake fue memorable por la espontánea forma en que la tripulación reaccionó, bailando y cantando champeta y haciendo la “ola” en el Rancho. 
Solo sé que después del cruce de la Armada colombiana por aquí, el memorable paso de Drake no volverá a ser el mismo. El calor de nuestro Caribe es capaz de derretir un glaciar.
La segunda parte inolvidable fueron las palabras del comandante Camilo Segovia al cruzar los 56 grados de latitud sur: “A partir de hoy demostraremos de lo que estamos hechos. De lo que como colombianos somos capaces de alcanzar. Miembros de la Primera Expedición Colombiana a la Antártida estamos construyendo país y estamos siendo parte de esta nueva historia. Nuestra historia antártica”.
Las siguientes 48 horas se evaporaron en reuniones de trabajo, entrevistas, guardias sin mayores contratiempos, películas y crispetas de maíz. Eso sí, los días se hicieron más largos y más fríos.
Hoy (martes), todo el día tuve la expectativa de ver mi primer témpano en este viaje. Pero sucede que la Antártida no comienza en el borde del hielo marino, ni en los firmes glaciares, sino en el mar, invisiblemente, donde el agua polar de la superficie se desliza por debajo del agua un poco más cálida que llega del norte.
Esta es la Convergencia Antártica, un ondulante frente de masas acuáticas que rodea por completo al continente blanco, y que es la razón de su enorme riqueza marina.
Hoy cruzamos esa sutil barrera. Al principio, la transición no se notó. La temperatura del agua cayó unos pocos grados, y en el horizonte se formaron una bruma gris-azulada y una humedad pegajosa.
A las 6:40 de la tarde, en el puente de mando, el teniente de fragata José Franco actuaba como oficial de guardia, mientras algunos marineros miraban por los binoculares en todas direcciones. En el Rancho y las cámaras de oficiales, la gente cenaba arroz con carne molida y tajadas de plátano.
Fue entonces cuando el capitán de fragata Nelson Murillo, el decano de la Facultad de Oceanografía de la Escuela Naval de Cartagena, observó desde el puente lo que los antiguos exploradores antárticos llamaron “el destello del hielo”. Esa primera visión, casi mágica, de los primeros hielos, resplandeciendo acogedoramente.
“Yo vi un claro que parecía ser un parche de sol, pero luego creí ver tierra, y le pregunté al navegante qué tan cerca debía estar la tierra más cercana para la posición en que estábamos. Me dijo que a 23 millas, y eso lo confirmé mirando nuevamente por los binóculos. Entonces todos comenzaron a verificar, y se hizo el anuncio por el altoparlante”.
Ángela Posada-Swafford*
Especial para EL TIEMPO
Isla Rey Jorge (Antártida)


A las puertas de la Antártida


La expedición cruzará por el paso Drake, el tramo de mar que separa a Suramérica de la Antártida.


Tras 25 días de navegación relativamente benévola por la costa Pacífica sudamericana con la mente puesta en el hielo, nos llegó el momento de rendir cuentas: estamos a las puertas del paso Drake, esa mítica lengua de mares tormentosos que separa la cola de Suramérica de la península Antártica.
Descubierto por sir Francis Drake durante su circunnavegación del mundo entre 1577 y 1580, el estrecho es un embudo por el cual se ven forzadas a pasar del oeste al este las aguas de la poderosa Corriente Circumpolar Antártica.
Con 153 millones de metros cúbicos por segundo (equivalente a mil veces el flujo del río Amazonas), no solo es la corriente más poderosa del mundo, sino que es la responsable de haber aislado a la Antártida del calor de los mares globales, y que la convirtió en un gran desierto de hielo que alcanza a tener en promedio dos kilómetros de espesor.
La expectativa entre los navegantes de las tropicales aguas colombianas –desde el capitán hasta el marinero menos experimentado– sobre lo que puede suceder al doblar el cabo de Hornos (la puerta de entrada al Drake), es alta. Les han dicho toda clase de cosas. Que el paso Drake es monstruoso. Que no, que puede ser tranquilo. Que las olas son de tres metros. Que no, que son de 14. Que no hay que preocuparse. Que sí, que hay que estar pilos a todo.
Habiendo experimentado el paso Drake dos veces, puedo asegurar que todas las versiones son ciertas.
Drake, que está a los 60 grados de latitud sur, es el mejor ejemplo de la compleja meteorología antártica. Aquí convergen los vientos cálidos que soplan del noroccidente con los vientos fríos permanentes del sureste, generados en las latitudes antárticas. Ese choque forma un cinturón de bajas presiones, que es la cuna de grandes olas encontradas. Los frentes en Drake cambian en cuestión de horas, pero existe una depresión con el terrible nombre de Oclusión Antártica, una especie de huracán frío que rehúsa a moverse durante días. Eso lo queremos evitar a toda costa.
Los ojos recorren las cartas náuticas, absorbiendo los nombres de esta geografía tan romántica como violenta: estrecho de Magallanes, canal del Beagle, cabo de Hornos, paso Drake, Corriente Circumpolar Antártica. Acuden a la imaginación veleros escorados, exploradores al límite, gente de mar y gente de ciencia, porque la exploración antártica siempre ha tenido un componente científico.
Ya hace unas cuantas noches, al entrar y salir de los canales patagónicos chilenos donde se fractura la peculiar costa de Suramérica como si le hubieran dado un martillazo a una placa de basalto, tuvimos una pequeña muestra de lo que ha de venir. El golfo de Penas, que se abre entre el canal Messier y las aguas oceánicas del Pacífico, hizo honor a su nombre con olas encontradas, a veces agresivas, que ilustraron lo que significa estar a merced de los movimientos simultáneos de cabeceo y balanceo, es decir de proa a popa y de lado a lado. Fue difícil trincarse en el camarote, y ni pensar en hacer el malabar de ir al baño, o conciliar el sueño con el rodar de limones y manzanas por el piso.
Fue durante este paso cuando varios de los civiles embarcados escuchamos por primera vez el bonito término marinero de poner el buque “a son de mar” –estar de acuerdo con el mar–: amarrar todas las cosas para evitar que rueden por ahí.
Condiciones extremas
Ahora no solo somos expertos en son de mar, sino que entendemos lo que significa preparar el buque para condiciones polares. Para la marinería significa redoblar la atención en los entrenamientos y guardias, adaptándose a condiciones extremas. Para el capitán del ARC 20 de Julio, Camilo Segovia, significa triplicar los esfuerzos de seguridad en las operaciones: un error en la Antártida puede ser infinitamente más caro que en los trópicos. Para el capitán de navío, Ricardo Molares, jefe científico de la expedición, significa tener en cuenta detalles incongruentes con el trópico, como que el agua de las mangueras del laboratorio móvil se pueda congelar.
Para el jefe de ingeniería, el Teniente de Navío Andrés Torres, significa mantener todos los sistemas que hacen habitable al ARC 20 de Julio, adaptados a los días de trabajos antárticos. Eso significa muchos sistemas nuevos para este buque, y que la Armada no había probado anteriormente en ninguna de sus embarcaciones. Por ejemplo, se tuvo que modificar la planta desalinizadora para producir agua potable en bajas temperaturas. Puesto que el sistema es menos efectivo en aguas frías, habrá que calentar el agua de mar absorbida. “Ese sistema no lo hemos empleado nunca”, dice Torres. “Y esa es una de muchas modificaciones novedosas que se hicieron, y que han llamado la atención de otras armadas durante este viaje”.
Para los demás tripulantes, prepararnos para condiciones polares quiere decir aprender a vestirnos como es debido, leer y releer la cartilla de supervivencia en el frío, y anticipar que nos pueden llegar a faltar cosas que damos por sentado. El agua, por ejemplo. ¿Qué sucedería si por alguna razón no tenemos acceso a agua dulce? Hay que tener al menos un par de galones por persona dentro del camarote.
‘Es un infierno eso’
Después de un par de días envueltos en la espectacular serenidad de la Angostura Inglesa y los pasos del Abismo y Shoal, encajonados entre montañas de basalto y plantas prehistóricas, nos abrimos camino hasta el estrecho de Magallanes. Aquí, desde Punta Arenas, el punto logístico desde el cual parten todas las expediciones antárticas, escribo estas líneas.
Nos hemos acogido a los sabios consejos del Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada de Chile (Shoa). Eso quiere decir esperar el reporte de meteorología sobre las condiciones en Drake, para saber si seguimos adelante, o si nos detenemos a esperar en el pequeño poblado de Puerto Williams, en el canal del Beagle, literalmente el trampolín para el cruce antártico.
“Yo no me atrevería a cruzar el Drake con olas superiores a los 5 metros”, nos había dicho en Valparaíso el meteorólogo Miguel Fernández Díaz, del Shoa. “6 o 7 metros, si hay alguna emergencia médica. El buque no se va a hundir, pero se sufre mucho. Abrir y cerrar las puertas de acero no más, es muy difícil bajo esas condiciones. Es un peso muerto de 60 y 80 kilos. Nosotros hemos cruzado el Drake en el buque Viel con 12 y 14 metros de ola, y es un infierno eso. Hemos visto claraboyas de cristal de esas de buque antiguo, que pesan cientos de kilos, ser arrancadas de cuajo con la energía de las olas”, dice.
Si arrancamos o nos quedamos esperando, lo reportaré en el blog de ELTIEMPO.COM, cuya ausencia o presencia depende del privilegio de la conexión satelital. La Antártida se revela lentamente al viajero, y los canales patagónicos y el océano austral dan tiempo de reflexión para prepararse y anticiparse a ella.
ÁNGELA POSADA-SWAFFORD

Hangout: La Expedición Antártica se enfrenta al paso de Drake




Chile potencia cooperación en asuntos antárticos con Colombia


Punta Arenas, 8 de enero de 2015. Con la recalada en esta ciudad del buque patrullero oceánico ARC “20 de Julio”, Chile está reforzando su colaboración con el Programa Antártico Colombiano, que en estos momentos está realizando su primera expedición científica al Continente Blanco. Esta expedición cuenta con el apoyo logístico, operativo y científico de la Armada colombiana y se desarrollará hasta el 12 de marzo de 2015.

De hecho, el Programa Antártico Chileno ha sido la guía que ha llevado la agenda científica de la Armada de Colombia, planteó el Capitán de Navío Ricardo Molares, jefe científico de la expedición, quien del mismo modo enfatizó que Chile tuvo un aporte muy significativo en la planeación, “nos abrió los ojos, mostró y demostró cómo teníamos que hacer las cosas”.

El objetivo de esta expedición es posicionar a Colombia en el escenario antártico tanto en los procesos encaminados a la protección y conservación de este continente como en el intercambio de información científica y la transferencia de conocimiento, así como renovar y consolidar la Comisión Nacional para Asuntos Antárticos y diseñar e implementar un programa nacional de investigación antártico.

Marta Galindo, ministra consejera de la Embajada de Colombia en nuestro país, cuenta que “escogimos Chile como aliado por la sólida relación bilateral entre ambos países, los cuales firmaron el memorándum para cooperación en asuntos antárticos en 2011”.

En este contexto, Edgardo Vega, Director (S) del INACH señala que en la agenda del país, la ciencia, la tecnología la innovación y el desarrollo del capital humano tienen un rol altamente significativo. “Es desde aquí que miramos al mundo y es desde aquí que, en conjunto con nuestras naciones hermanas del continente, buscamos jugar un papel significativo para enfrentar los retos globales”, añade.

La periodista científica parte de la expedición, Ángela Sodano, cuenta que para los ciudadanos colombianos es difícil comprender la importancia que tiene para el país la presencia en Antártica. “Creen que estamos muy lejos, pero en realidad son los efectos del cambio climático los que pueden afectar la biodiversidad del país, además de los intereses geopolíticos. El desafío comunicacional que tenemos es acercar el interés por la Antártica a la ciudadanía”.

Durante esta expedición se realizarán 20 proyectos de investigación, uno de ellos está a cargo del oceanógrafo físico chileno, Cristian Rodrigo, de la Universidad Andrés Bello, quién estará a cargo de la obtención de datos oceanográficos.

Las bases que se visitarán en esta instancia serán Maldonado (Ecuador) y Arturo Prat (Chile) en la Isla Grenwich y las bases Machu Picchu (Perú), Ferraz (Brasil) y Presidente Frei (Chile).

INACH

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