viernes, 17 de febrero de 2012

La expedición de Ramón Larramendi finaliza en Patriot Hills su travesía de la Antártida

El explorador polar ha conseguido, tras algo más de un mes de travesía, llegar al otro lado de la Antártida, después de haber pasado por el Polo Sur, en su catamarán impulsado por cometas. En las últimas dos jornadas avanzaron casi 300 kilómetros debido a las buenas condiciones del terreno y del viento.

Jueves, 19 de Enero de 2012

Resulta que, a veces, las coincidencias superan las expectativas. La expedición liderada por Ramón de Larramendi al Polo Sur -con motivo del centenario de la llegada del explorador noruego Roald Amundsen- puede constatar este hecho. Y es que, precisamente, la expedición del experimentado explorador polar daba comienzo el mismo día en que se cumplían esos 100 años de la conquista del Polo Sur.

Eso era fácilmente controlable. Pero lo que pocos se esperaban era que el grupo llegase a su destino el mismo día en que se cumplían cien años de la llegada del otro participante en la mítica carrera por la conquista del Polo, Scott, que corrió peor suerte que Amundsen a la hora de regresar. Por eso, estas dos fechas directamente relacionadas con la historia de la conquista humana del Polo, han hecho que la expedición de Larramendi tenga una pátina de mística especial. Salieron el 14 de diciembre de la base rusa de Novolazarevskaya y llegaron el 17 de enero a Patriot Hills.

La alegría de los expedicionarios no se hizo esperar. Con un enérgico ¡Lo conseguimos! resumía Ramón de Larramendi estas semanas marcadas por el terreno irregular, el viento, las tormentas y, cómo no, las alegrías.

“Es una sensación extraña, mezcla de euforia y añoranza, la de llegar al objetivo final. Sobre todo después de la incertidumbre de los últimos días; el mal tiempo nos ha ralentizado la marcha y el tiempo, nublado y gris, nos ha trasmitido un estado de ánimo más bien triste. Navegando casi a ciegas, con la visibilidad justa para ver la cometa y poco más, resulta sobrecogedor flotar entre el blanco de la nieve y del cielo”. Así comienza el último mensaje del propio Larramendi tras alcanzar el Polo Sur hace apenas unos días.

Lo cierto es que las cifras de este tipo de expediciones siempre muestran parte de la dureza de estas travesías. En este caso, el equipo ha conseguido devorar unos 3.500 kilómetros de recorrido en 34 días de viaje, cruzando el continente y llegando, por primera vez en la historia, en un vehículo impulsado por cometas.

Lo cierto es que no siempre se tuvo la seguridad de que la expedición llegase a buen puerto. El propio Larramendi reconocía: “Partimos llenos de dudas respecto a las innovaciones que habíamos introducido en el catamarán, ya que éstas sólo podían ser probadas en la Antártida y, por lo tanto, no teníamos garantías de que funcionasen. Todas las innovaciones nos abrían el camino a la construcción de catamaranes más grandes, capaces de transportar mucha más carga y, potencialmente, por lo tanto, de ser capaces de sustentar un trabajo científico, y convertirse en el vehículo de referencia para grandes travesías antárticas de investigación. Ese era el verdadero reto de la expedición”.

Y es que en el fondo del viaje yacía un espíritu científico, de innovación y de búsqueda para encontrar el mejor vehículo para un terreno como el de la Antártida. “Además de la satisfacción por la consecución de nuestros objetivos geográficos, me siento especialmente satisfecho porque todas las innovaciones han sido un éxito y nos abren el camino a que el ACCIONA Windpowered Antártica se convierta en el vehículo del Plató de la Antártida. Me reafirmo sobre su potencial como vehículo capaz de sustentar un programa científico; hemos dado un gran paso en esta dirección” añade Larramendi.

Ahora, el equipo sólo piensa en un merecido descanso para poner en orden todo lo vivido en un viaje como éste. “Éste ha sido un gran paso hacia un futuro de investigación sostenible en la Antártida, aún queda mucho por hacer en este apasionante proyecto. Pero para Javi, Juanpa, Ignacio y para mí ahora mismo mientras esperamos a que la avioneta venga a recogernos, no pensamos más que en una ansiada ducha, una cena en condiciones con un buen vino y en no tener que abrigarnos tapándonos hasta la cara para salir al exterior. Ahora mismo añoramos la vuelta al mundo y a nuestra casa; es tiempo de abandonar la primitiva sencillez de la vida en el lugar más hostil y frío de la tierra, la gigantesca meseta antártica” se despide Ramón Larramendi.

Desnivel

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