viernes, 11 de junio de 2010

El ferrolano que agitó la Patagonia

Publicada una biografía sobre Antonio Soto, clave en la lucha obrera argentina


Las celebraciones que ha vivido Argentina estos días por la conmemoración de los 200 años de la Revolución de Mayo han hecho emerger la figura de Antonio Soto, uno de los protagonistas de las huelgas en los campos de la Patagonia a principios de los años veinte que terminaron de forma sangrienta y que con el tiempo se han convertido en un emblema de la lucha sindical.


Soto había nacido en Ferrol en 1897, llegó al país austral con apenas 15 años y tuvo una trayectoria vital digna de una película hollywoodiense. El investigador Lois Pérez Leira ha presentado recientemente en Buenos Aires una biografía en la que repasa la vida política y familiar de un hombre que, pese a ser una figura conocida, sigue conservando un cierto halo de misterio. A raíz de la investigación de Pérez Leira han llegado a conocerse ramas de la familia de Soto que durante décadas habían ignorado su mutua existencia.


Soto llegó a Argentina en 1912 y pasó por muchas privaciones que le llevaron a trabajar en diversos oficios. Desde muy joven se sintió atraído por las ideas anarquistas. En 1919 se trasladó con una compañía teatral a realizar funciones en la Patagonia y en la ciudad de Trelew le sorprendió una rebelión popular contra el gobernador de la provincia y los grandes comerciantes en la que ejerció por primera vez como líder de masas. Acabó siendo expulsado de la provincia y recaló todavía más al sur, en la localidad de Río Gallegos. Allí se sintiço atraído por los ambientes obreros y se integró en el movimiento sindical de la ciudad. Se inscribió como estibador y acabó siendo elegido secretario general de la Sociedad Obrera de Río Gallegos.


Poco después de su toma de posesión comenzaron a declararse huelgas en diversos sectores de actividad de la zona. A principios de 1921 la situación se volvió insostenible con paro casi total en Río Gallegos y Puerto Deseado. Unos meses más tarde Soto, acabó liderando una huelga general. El Gobierno de Hipólito Irigoyen envió al Ejército a la zona y se inició una auténtica guerra entre soldados y trabajadores rurales que, ante la evidente desigualdad de armamento, acabó a finales de ese año con un saldo de centenares de peones muertos, muchos de ellos fusilados sin juicio de ningún tipo.


Soto llegó a encabezar un ejército de 600 trabajadores pero finalmente llegó la derrota y tuvo que huir a Chile. "Yo no soy carne para tirar a los perros, no me rindo", dijo Soto, antes de emprender su huida cruzando la cordillera de los Andes. El tiempo le dio la razón porque los peones que se rindieron acabaron siendo fusilados. Se calcula que en total murieron unos 1.500 trabajadores a manos del Ejército. Entre ellos había otros gallegos que acompañaron a Soto en su aventura.


El gallego Soto vivió en diversas localidades chilenas hasta su muerte, en 1963, aunque su actividad política nunca cesó del todo y llegó a fundar el Centro Republicano Español de Punta Arenas y un teatro llamado Libertad en Puerto Natales. También en Punta Arenas creó el centro gallego y abrió un restaurante que se convirtió en punto de encuentro de políticos, intelectuales y artistas. Allí llegó a conocer a Eduardo Blanco Amor, quien realizó un viaje por la zona. Sólo volvió a Río Gallegos doce años después de los sangrientos acontecimientos para intentar explicar lo que había sucedido, pero acabó siendo descubierto y expulsado.


Pérez Leira califica a Soto como una "leyenda" del sindicalismo argentino y recuerda que lo sucedido en la Patagonia fue un "genocidio" cometido por parte de los militares incitados por los estancieros. Pese a que en Galicia su figura e importancia histórica no es tan conocida, el investigador señala que Soto trató sin éxito de alistarse para combatir en la Guerra Civil contra los franquistas. Pese a su nula formación académica, diversos testimonios de sus amigos en Chile le señalan como un hombre muy culto.


Isabel Soto, hija del sindicalista que reside actualmente en Chile, corrobora el amor que sentía Soto por su tierra de origen y apunta que le enseñó a hablar en gallego cuando era niña, además de recordar a su padre recitando versos de Rosalía. Sin embargo, Soto no había podido mantener contacto con los parientes que tenía en Galicia ya que había perdido sus direcciones en un incendio. Isabel señala que su padre nunca hablaba sobre lo acontecido en Patagonia y ni siquiera los amigos más próximos que tenía en Chile sabían sobre su papel de líder en las revueltas. Tras la investigación realizada por Pérez Leira para conocer los detalles de la vida familiar de Soto, Isabel pudo conocer a una de las primas, Elvira Molina, de la que ni siquiera sabía de su existencia y que reside actualmente en Buenos Aires.


El País

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