En mayo de 1985 se publicó el primer artículo que alertaba sobre el adelgazamiento de la capa de ozono, que se convirtió en una bandera para los ambientalistas que alertaban sobre los efectos del acción del hombre sobre la naturaleza. Los científicos que lo descubrieron recibieron el premio Nobel. Y dos años después del hallazgo se prohibieron los compuestos que destruyen el ozono de la atmósfera. Actualmente, la capa de ozono inició una lenta recuperación, que se completaría en el 2080.
Reunidos en la universidad de Cambridge para conmemorar el 25 aniversario del descubrimiento del agujero de ozono sobre la Antártida, los científicos involucrados en el hallazgo indicaron que esperan que la capa de ozono sobre el continente blanco recupere en 2080 los niveles que tenía en el año 1950 y aprovecharon la ocasión para criticar la falta de acuerdo entre las naciones del mundo para evitar otro de los problemas ambientales de primer orden: el calentamiento global.
Joseph Farman, Brian Gardiner y Jonathan Shanklin informaron en mayo de 1985 sobre su descubrimiento: la capa de ozono sobre la Antártida adelgazaba de forma vertiginosa como consecuencia del uso de cloroflourocarbonados presentes en la industria de la refrigeración y en los aerosoles y el mismo fenómeno amenazaba producirse en otros puntos del planeta incrementando el poder de los rayos ultravioletas y aumentando el riesgo de quemaduras, cataratas y cáncer de piel.
La advertencia no cayó en saco roto y dos años después se firmaba el protocolo de Montreal, que ponía un límite a la emisión de los gases cuestionados. Con todo, la recuperación de la capa de ozono será lenta y se espera que se concrete recién a fines del siglo XXI.
CASI POR CASUALIDAD
Shanklin recordó que el descubrimiento del peligroso adelgazamiento de la capa de ozono se produjo casi por casualidad, al constatar desde la base antártica de Halley que los valores más bajos de ese compuesto habían caído allí un 40% entre 1975 y 1984.
La capa de ozono se ubica a una altura de entre 10 y 35 kilómetros sobre la superficie de la Tierra y protege a los seres humanos de más del 90% de la radiación ultravioleta y desde antes del hallazgo se temía que sobre ella podían ejercer un efecto nocivo los clorofluorocarbonados. A partir de entonces, se constató a través de satélites que el agujero de ozono se extendía por todo el continente antártico.
Si bien el efecto de los clorofluorocarbonados repercute en el ozono en general, el fenómeno se registró en la Antártida favorecido por la meteorología y el frío extremo, que reactiva la producción de cloro y bromo a partir de los gases contaminantes. Las últimas mediciones demuestran que en la capa de ozono los níveles mínimos de ese compuesto son constantes allí en los últimos 15 años.
Si bien los científicos aseguran que la reducción de los gases nocivos de la atmósfera determinará su paulatina recuperación, las mediciones realizadas en la última primavera austral, considerado el período más crítico, lo mostraban aumentando día a día y superando los niveles alcanzados en el año 2006, cuando se observó el mayor agujero de la historia, según la Organización Mundial de la Metereología (OMM). A pesar de eso las expectativas de los científicos son optimistas con las previsiones para los próximos años.
En 2006, el agujero sobre la Antártida alcanzó un récord debido a un invierno especialmente frío y se extendió sobre una superficie de 29,5 millones de kilómetros cuadrados, con una pérdida de ozono evaluada en 40 millones de toneladas.
Algunos científicos indican que el fenómeno del calentamiento global puede ayudar a demorar la recomposición de la capa de ozono y es por eso que estiman tan extenso el plazo de su recuperaciòn
"En las latitudes templadas, donde vive la mayor parte de la población mundial, no creemos que la situación vaya a agravarse, irá mejorando lentamente, pero en las zonas polares es más grave y veremos el agujero de la capa de ozono otros 10 o 20 años como ahora", subrayaron espefcialistas de la Organización Meteorológica Mundial.
Por el Protocolo de Montreal, los gobiernos acordaron eliminar en un 95 por ciento el uso de gases CFC, comúnmente utilizados para refrigeración, una decisión a la que se unió durante el 2008 un compromiso de acelerar la reducción progresiva de los hidrofluorocarbonos (HCFC) que los sustituyeron y que también son perjudiciales para el ozono, además de ser potentes gases de efecto invernadero.
Sin este acuerdo, el adelgazamiento de la capa de ozono habría doblado en 2050 la cantidad de radiación ultravioleta capaz de alcanzar la superficie terrestre en el hemisferio norte, y cuadruplicado la del hemisferio sur.
Un escenario simulado elaborado por la NASA determinó que, si eso hubiera ocurrido, los seres humanos hubieran estado expuestos a sufrir quemaduras en apenas 5 minutos por efecto del sol.
A 25 años del descubimiento y con perspectivas optimistas, aunque a largo plazo, los científicos involucrados en el hallazgo proponen estar atentos a la principal lección que dejó el problema de la capa de ozono: que los cambios en el plantea pueden ser muy veloces. Y que es importante responder a ellos de manera rápida y efectiva.
Quilmes presente
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