miércoles, 10 de diciembre de 2014

Las macroalgas del fin del mundo y sus asombrosas propiedades y particularidades


Los canales patagónicos y la Antártica han sido identificadas dentro de las últimas 24 regiones prístinas del planeta, despertando el interés de la comunidad científica internacional para estudiar, en condiciones únicas, la historia natural de la Tierra. Esta característica hace de estos paisajes un verdadero “laboratorio natural”: vastos territorios muy poco intervenidos y con su biodiversidad en estado original.

Conscientes de esta oportunidad, científicos de la Universidad de Magallanes (UMAG) y el Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB) llevan dos temporadas estudiando las especies de algas cafés de Magallanes y la Antártica, con el fin de investigar su fisiología, ecología y su evolución en estos ambientes polares. Esto lo han hecho con recursos del Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (FONDECYT) y el Instituto Antártico Chileno (INACH).

Se sabe que la flora marina de Chile continental aumenta hacia ambientes subantárticos, donde podemos encontrar géneros como Lessonia, Desmarestia y Macrocystis, algas atractivas para desarrollar ciencia básica pero también interesantes con el fin de indagar vínculos bioculturales, como su uso en la gastronomía local.

El doctor en botánica Andrés Mansilla, líder de esta línea de investigación en la UMAG, explica que el interés desde el punto de vista científico está, además, en que las macroalgas en la Antártica tienen un alto grado de endemismo, es decir, que sólo habitan en esos territorios. Añade que es sumamente importante investigar la capacidad de adaptación de estos organismos a lugares extremos. “Los ecosistemas antárticos tienen un 33 % de endemismo en sus algas”, completa.

Por esta razón, a los investigadores les ha interesado estudiar la fisiología de las algas, entre el sur de Sudamérica y la península Antártica. Han tomado muestras desde el estrecho de Magallanes, pasando por el cabo de Hornos, hasta el sur del círculo polar antártico. “Nos mueve el interés de conocer la capacidad de captar, en algunos períodos estacionales, mínimas cantidades de energía luminosa para realizar sus procesos biológicos, lo que medimos a través de la fotosíntesis y la concentración de pigmentos que poseen las algas, en la región subantártica de Magallanes y el Continente Blanco”, indica el Dr. Mansilla.

Dentro de las conclusiones de estos dos años de investigación, destaca que descubrieron que las algas del área de bahía Margarita -una extensa bahía ubicada al oeste de la península Antártica- pueden activar su proceso fotosintético a muy baja intensidad luminosa, lo que las diferencia en su fisiología de las especies que habitan los fiordos y canales magallánicos.

“Esto quiere decir que las algas que están sometidas a condiciones extremas, como estar bajo hielo o expuestas a largos períodos de oscuridad, pueden proliferar gracias a su capacidad de transformar la energía luminosa en energía química, a muy baja intensidad de luz. Esta información de hacer comparación en gradientes latitudinales (de diferentes lugares hacia el sur), es algo novedoso para la investigación polar y nos entrega información sobre la gran capacidad de adaptación de estos organismos”, detalla el botánico.


Biocultural

Uno de los aspectos más llamativos de esta línea de investigación, es que está asociada a recuperar valores instrumentales de las algas, como su uso en la gastronomía, en la pesca artesanal e incluso en programas de alimentación saludable.

Según el biólogo Jaime Ojeda, uno de los científicos de la UMAG que se ha especializado en el estudio de estos recursos naturales, el uso de algas es tan antiguo y ancestral como el poblamiento americano. “Por ejemplo, es sabido que los habitantes de uno de los sitios arqueológicos más antiguo de América, Monte Verde (a 35 km de Puerto Montt), ocupaban algas como el huiro, cochayuyo y el luche para su alimentación y también con fines medicinales”, contextualiza.

En este sentido, el objetivo central ha sido colaborar en la tarea de recuperar un hábito de alimentación humana característico de los canales magallánicos. Para ello, se han creado alianzas con el sector gastronómico, en particular con el chef Luis González del restaurant El Remezón. Asimismo, han postulado a financiamiento del Programa Innova CORFO y al Fondo de Innovación para la Competitividad (FIC) del Gobierno Regional de Magallanes.

Uno de los resultados de esta línea sociocultural de trabajo, ha sido la puesta en valor de platos como puré con cochayuyo, postres de sémola y los snacks de huiro. Desde el punto de vista científico, esto se ha visto reforzado pues se ha detectado que las algas -como el luche- presentan un alto contenido de proteínas, entregando un mayor aporte nutricional que los vegetales terrestres como la lechuga.

Los expertos creen que esta investigación tiene mucha importancia social pues pueden descubrir nuevos usos de las algas tanto desde el punto de vista nutricional como medicinal. Incluso Jaime Ojeda piensa que esta nueva arista puede potenciar actividades económicas como el turismo de intereses especiales “al darle valor agregado a la oferta gastronómica local”.

En ese contexto, el Dr. Andrés Mansilla no se cansa de recalcar que esta labor de investigar el patrimonio natural de las algas del sur del sur del mundo, es una tarea “urgente” pues se sabe de la existencia de cambios en estos ecosistemas que pueden provocar la desaparición de especies “sin saber cuáles eran sus virtudes para la humanidad”.


Los nuevos desafíos

El grupo del Dr. Mansilla nuevamente se ha adjudicado un proyecto con financiamiento de FONDECYT e INACH. Esta vez su iniciativa se denomina “Radiación adaptativa macroalgas: vínculos potenciales a la diversidad de nichos ecológicos en la ecoregión de Magallanes y Antártica (2014-2017)”.
Este proyecto trae desafíos en torno a explorar el nicho ecológico de las algas en Magallanes y en la Antártica, por ejemplo, observando su capacidad de adaptación a condiciones de estrés ambiental, tales como diferencias en la salinidad, la temperatura y la radiación. “Esto permitirá explicar la distribución de las especies en ambientes antárticos y subantárticos”, puntualizan los expertos.

Trabajarán en la Región de Magallanes buscando sitios que posean condiciones ambientales radicalmente diferentes, como en los senos Otway y Skyring, Fuerte Bulnes y buque “Quemado” en Punta Delgada, entre otros.

En tanto, en la península Antártica, prospectarán zonas como bahía Fildes, isla Decepción, bahía Margarita y el estrecho de Gerlache. El equipo de terreno estará compuesto por cuatro investigadores que bucearán entre los 0 y los 10 metros de profundidad, recolectando muestras de macroalgas.

Obviamente las condiciones ambientales a las que se enfrentarán serán un desafío. Jaime Ojeda ha buceado desde los canales patagónicos hasta bien entrada la península Antártica. Dice que lo más importante es mantener la seguridad del equipo, siempre andar acompañado y explorar zonas que probablemente nunca han sido visitadas por el hombre.

Así, a estos exploradores polares los esperan temperaturas que irán desde los 2 ºC a los -2 ºC. Habrán días en los que el clima no les permitirá llevar a cabo sus actividades de terreno, con vientos que hacen descender la sensación térmica y sin horarios de trabajo. “Pero la satisfacción de hacer ciencia antártica es un estímulo que nos lleva a superar cualquier barrera”, concluyen los magallánicos.

INACH

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