viernes, 12 de diciembre de 2014

Colombia y Antártida, sentimientos encontrados / Análisis por Juan Diego Soler

"La expedición muestra la capacidad técnica que la Armada y la industria colombiana han alcanzado".


Sentí una profunda alegría cuando me enteré de la partida de la Expedición Colombiana a la Antártida, un proyecto que parecía lejano cuando los oficiales de la Armada me consultaron sobre las condiciones de vida en ese continente, en el 2010, cuando trabajaba en un telescopio en la base de McMurdo.
El viaje al océano Antártico es riesgoso y esta expedición es una muestra de la capacidad técnica que la Armada y la industria colombiana han alcanzado.
De la misma forma, sentí una profunda decepción cuando leí la descripción de la misión en palabras de algunos de los miembros.
Me sorprendió verla desprovista de los contenidos de preservación ambiental, clave del Tratado Antártico, que le permite a nuestro país realizar este tipo de exploraciones.
La Antártida está protegida por las naciones para fines pacíficos y de investigación científica, porque cualquier acción irresponsable en sus aguas o su territorio tiene consecuencias irreversibles para el clima de nuestro planeta.
No entiendo por qué la expedición es descrita como si la Antártica fuera una fiesta a la que Colombia no estaba invitada, pero a la que ahora puede ir con intenciones geopolíticas y no de preservación ni de investigación científica concreta.
Esta es la oportunidad para contarles a los colombianos que el consumo de combustibles fósiles y el desperdicio de recursos y energía están destruyendo ese lugar que ahora van a explorar.
Aún no es tarde para contar cuál es la huella en dióxido de carbono que produce este viaje.
Tampoco, para aclarar los costos irreversibles que tendría el explotar económicamente los recursos de la Antártida.
Y menos, para contar que si vamos a tener una voz en la Reunión Consultiva del Tratado Antártico, es mejor defender el tratado en lugar de hacer reclamaciones territoriales, con las que nos hemos llevado tantas amarguras en un pasado reciente.
Somos un país de biodiversidad, la riqueza en los recursos de nuestra nación es un tesoro vivo y, como tal, nuestra voz debe ser la de la preservación.
Conocer y preservar también fue la consigna de otros colombianos que han trabajado en la Antártida, como el fotógrafo Santiago Vanegas y el montañista Manolo Barrios, que llegó en el 2010 a la cima del monte Vinson.
Sin conciencia sobre la preservación de la Antártida, para cuando sea viable extraer sus recursos hará mucho tiempo que estaremos ya embarcados en salvar a Cartagena, Buenaventura y las demás ciudades costeras del aumento del nivel de las aguas de un océano estéril.
JUAN DIEGO SOLER
Instituto de Astrofísica Espacial, Francia
El Tiempo

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