En su libro sobre los seguidores de Don Bosco en estas tierras a poco de concluida la campaña de Julio A. Roca, María Andrea Nicoletti analiza las difíciles relaciones entre la Iglesia Católica, el Estado y los aborígenes
Durante el fragor de la persecución a los mapuches y apenas acallados los Remington del ejército de Julio A. Roca, se profundizó la inserción de la congregación salesiana inspirada por Juan Bosco en la Patagonia. Con una modalidad que pudo esquivar la falta de concordato entre el Vaticano y el incipiente Estado argentino y la voracidad del poderoso arzobispado porteño, los salesianos inventaron la figura de vicariato apostólico que permitió poner un paraguas a las misiones en estas tierras.
La investigadora María Andrea Nicoletti indagó sobre la relación entre esos tres protagonistas en el escenario patagónico: los mapuches sobrevivientes de la matanza, el ejército residual y los primeros funcionarios de los territorios expoliados y los sacerdotes y las monjas que fungieron como virtuales intermediarios y reales autores del final de la obra civilizadora.
El libro, titulado “Indígenas y misioneros en la Patagonia: Huellas de los salesianos en la cultura y religiosidad de los pueblos originarios”, es producto de una larga tarea de investigación y constituye “una relectura del tema misionero” en la región.
En efecto, hasta la fecha la bibliografía existente tenía una voz predominante: la de la congregación salesiana, heredera del sueño de Don Bosco. Sus autores, historiadores provenientes de la filosofía, de la teología o de la literatura –Cayetano Bruno y Pedro Entraigas entre ellos– “que se dedicaron a recopilar datos y formularon una posición” ante los hechos. Lo último, en esta serie, es la obra de Bruno sobre la historia salesiana y los misioneros en la Argentina.
Nicoletti, que fue docente en la Universidad Nacional del Comahue y actualmente se desempeña en la unidad académica de la Universidad de Río Negro en San Carlos de Bariloche, admitió que se trata de un tema polémico, puesto que si bien los salesianos, en su proyecto pastoral, reconocían en el mapuche a un “otro, a un prójimo”, la acción evangelizadora, en los hechos, significó “la culminación de la obra civilizadora”.
Se trata, en todo sentido, “de una imposición cultural puesto que hay un modelo que se pretende imponer”. En el momento de elegir el modo de inserción –los conocidos entonces eran la reducción o la misión– optaron, al menos en el norte de la Patagonia, por este último. Para hacerlo inscribieron su accionar en el denominado “vicariato apostólico”, una figura del derecho canónico independiente tanto del Estado como de los obispados dependientes en forma directa de Roma.
Además, añadió la investigadora, es necesario “situarse en esa época y ver con qué mentalidad se pensó el plan de misión en la Patagonia, que de todas maneras fue etno y eurocéntrico”. Hay matices, indicó, que distinguen la forma de concebir al indígena por parte de las instituciones del Estado y por la congregación salesiana: en este último caso “existe un respeto por el ser humano, aunque se le imponen una cultura y una religión diferentes”.
El libro analiza el mandato de los constitucionalistas de 1853: la obligación de “conservar el trato pacífico con los indios, promover la conversión de ellos al catolicismo” (artículo 64). En realidad, se trata de “ordenar” la desbordante realidad patagónica.
Entonces, el accionar salesiano se fundamentó en dos conceptos clave: la elaboración de un proyecto y la puesta en marcha de una empresa. Existe un proyecto integrador, misionero, educativo y social que surge de una idea enriquecida a partir de la inspiración salesiana, esa imagen previa de Don Bosco, que “soñó” la atribución del territorio de misión a sus sacerdotes. Eso resultó “determinante”.
La acción salesiana se realizó con el telón de fondo de dos binomios: el de civilización y educación y luego, el de civilización y evangelización.
Con ese contexto, los misioneros italianos salieron rumbo a la Patagonia con “un plan determinado pero sin mucha idea de con qué se iban a encontrar”, dijo Nicoletti. Al llegar, “adaptaron esa idea a la Patagonia, que ya era un territorio marcado por la conquista y el genocidio”.
Ese proceso de adaptación, agregó, “fue complicado. Realizaron un adoctrinamiento muy básico, ya que muchos sólo hablaban italiano, aunque en algunos casos –por ejemplo, Domingo Milanesio– manejaban el mapudungún.
En la investigación colaboró la lingüista Marisa Malvestitti, en especial en lo relativo a la traducción de los textos para los catecismos en mapuche. Esos catecismos, dijo Nicoletti, eran “copias de unos chilenos que ya estaban en la lengua del pueblo originario”, como por ejemplo el “Manual de Piedad”, editado en la ciudad de Concepción. La autora del libro explica el desarrollo de la investigación
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