Río Pico se encuentra en la estepa pero también está muy cerca de la delgada línea de bosques de lenga y ñire que alberga la cordillera en esas latitudes. El contraste de paisajes se nota en cuestión de kilómetros, y cuanto más al oeste se va más vegetación hay. Sus cinco lagos se pueden recorrer uno a uno, en orden o no. El Lago 1 está a 12 km del pueblo y es un lugar tranquilo con costas rocosas. El Lago 2 está a 40 km de Río Pico y sólo se puede acceder a caballo o en 4x4. Para llegar al 3, el más pequeño y menos profundo de los cinco lagos, hay que recorrer 9 km desde el 1. Es uno de los mejores espejos de agua de la zona por sus hermosas playas y los ejemplares de marrones y arcoiris. El Lago 4 está en plena cordillera, a 22 km del pueblo, pero hay que pasar tranquera para acceder (aunque hay una bonita cabaña para alquilar). Por último, el Lago 5 es el más alejado (a 33 km) y de más difícil acceso, ya que hay que llegar hasta la comuna rural de Aldea Las Pampas y cruzar el río Pampas (sin puente obviamente).
El Lago 4 está en plena Cordillera. Un rincón agreste, ideal para pescadores
Un pueblo de pelicula
Los orígenes de Río Pico están ligados al desarrollo de la ganadería a comienzos del siglo XIX, aunque el asentamiento espontáneo de chilenos, vascos, españoles y portugueses a fines del mismo siglo fue más efectivo. El pueblo tiene cierto aire de “Far West” y pareciera estar perdido en el tiempo. Suele haber muy poco movimiento, alguno que otro paisano a caballo y cuando se levanta viento la escasa gente que por allí deambula desaparece súbitamente detrás de una cortina de polvo.
En este bar de la vieja Patagonia se filmaron escenas del film El viento se llevó lo que.
A metros de la plaza principal, en un edificio abandonado, se pueden ver viejas publicidades de chapa, tan comunes en algunas paredes de la Patagonia. Al lado de esa construcción, hay otra aún más llamativa porque está –literalmente– inclinada. La pared del frente fue hecha con barro y cañas y luego fue revestida en madera, mientras que el techo exhibe unas pintorescas tejuelas artesanales. En lo alto hay un gran cartel que dice: “Hotel Restorán La Madrileña”. Lo primero que uno piensa es que el viejo hotel no funciona más. Sin embargo, al hablar con un lugareño uno se entera de que no es un hotel sino un bar y que no sólo funciona sino que el verdadero nombre del bodegón es Los Muchachos. Este cambio de identidad se debe a que Alejandro Agresti filmó su película El viento se llevó lo que en este bar y su dueño, Aldo, decidió conservar la escenografía como recuerdo. Su padre, don Marcelino González, construyó la cantina cuando vino de España a fines de los años ‘30. Este histórico boliche patagónico fue sede, durante mucho tiempo, de todos los eventos sociales y culturales riopiquenses. Hoy en día abre sus puertas cada noche (si el dueño así lo desea) y es el punto de reunión de la juventud. Vale la pena destacar que no son muchos los boliches de campo que aún se conservan en la región. Lugares como éste antiguamente eran muy frecuentados por los pasajeros que, debido a las grandes distancias de la Patagonia, tenían que hacer los viajes en etapas y seguir al día siguiente.
Pioneros y bandoleros
Los alemanes Juan y Eduardo Hahn llegaron a la cuenca de Río Pico en 1904, al enterarse de que había tierras en concesión para formar “Friedland” (Tierra de Paz). Si bien la colonia germana nunca se conformó, los hermanos se instalaron igual y tuvieron un aserradero, cultivaron trigo y además atendieron hasta 1935 un almacén de ramos generales. La casa principal, rodeada de tilos, arces y varios frutales, está intacta y muy bien conservada, ya que el último descendiente de los Hahn que la habitó murió en 1988. El proyecto actual es convertirla en museo. A metros de la casa hay una cascada de 8 metros de alto y un poco más lejos se encuentra, protegido por un cerco de pinos, el cementerio familiar, desde donde hay una excelente vista de la amplia estepa y el pequeño pueblo.
Un lugar con historia. La antigua casa de los hermanos Hahn, en las afueras del pueblo.
Un cuidador accedió a mostrar el lugar mientras contaba anécdotas de otras épocas. Lo más sorprendente fue visitar el sótano de la casa. Luego de abrir un gran candado y empujar la pesada puerta de madera surgió una antigua y polvorienta bodega. Según explicaba el hombre, los alemanes fabricaban chicha con las manzanas de su jardín y también funcionaba el boliche, donde los hombres de paso descansaban y bebían antes de seguir viaje. Dos bandoleros norteamericanos, llamados Wilson y Evans, eran habitués de este bar, ya que eran amigos de los Hahn y su guarida estaba muy cerca. Estos bandidos también eran amigos de los conocidos Butch Cassidy y Sundance Kid, que vivían en Cholila. En ese tiempo la región estaba desprotegida y por ese motivo se creó un grupo de vigilancia cordillerana llamado La Fronteriza. En realidad, la motivación principal de esos “vigilantes” era capturar a Cassidy y Kid para cobrar una jugosa recompensa internacional. Cuando La Fronteriza llegó a Río Pico, encontró a Wilson y Evans, y los confundieron con los forajidos de Cholila. Los decapitaron para cobrar el premio, pero grande fue su decepción al enterarse de que se habían equivocado de ladrones. Hahn se horrorizó ante el macabro espectáculo e impidió que se llevaran los cuerpos de sus compañeros. El mismo los sepultó en su propiedad, a metros de la casa, y colocó una improvisada cruz de madera que años más tarde fue robada por “algún fanático coleccionista”. En la actualidad hay una sencilla cruz de hierro.
Cajon Grande
El plato fuerte de la zona es, sin dudas, la visita al Cajón Grande y Chico del río Pico (sólo con vehículo 4x4). Primero hay que ir hasta Aldea Las Pampas (lo mejor es pedir indicaciones allí), a 22 kilómetros de Río Pico, cruzar el río Pampas y seguir la huella hasta donde se pueda. El paseo sólo se puede hacer en verano. En época de deshielo hay que saber si el río está muy agitado antes de largarse a cruzarlo. Una vez en la otra orilla, se debe transitar un camino de enormes piedras que atraviesa un frondoso bosque de lenga y ñire. Llegado el punto en que no se puede continuar con el vehículo, hay que empezar a caminar.
En esos recónditos parajes viven algunos pobladores aislados. A sólo 1000 metros de allí se encuentra el Cajón Chico. Aquí el cauce del río aún es amplio y la vista no puede ser mejor, con los cordones montañosos nevados al fondo. Para llegar al Cajón Grande es necesario caminar media hora más en pleno cañaveral y sobre un denso colchón de cañas secas. Justo detrás de las barbas de viejo que cuelgan de los ñires, el paisaje cambia abruptamente. En ese punto, el río Pico corre a lo largo de 5 kilómetros, encerrado por paredes que alcanzan 30 metros de altura. El espectáculo impresiona y se lo contempla en silencio. Por ese curso de agua suben los salmones del Pacífico rumbo al desove y en época de deshielo el caudal del río sube tanto que, incluso, puede sobrepasar las paredes de roca.
Cajón Grande. En ese punto, el río Pico corre entre paredes que alcanzan 30 metros de altura.
Hacia el Vintter
Para ir de Río Pico a lago Vintter hay que recorrer 34 kilómetros (desde el cruce a Aldea Las Pampas) rumbo al norte por un camino de ripio en buen estado. Este gigante llamado Vintter es un espejo de agua que causa gran impresión cuando se lo ve por primera vez. Es un lago abierto y alargado, y esconde en sus aguas grandes trofeos para pescadores. Una parte se encuentra en territorio argentino y la otra en Chile (llamado lago Palena). Debido a esta característica y dada su ubicación, el clima es muy variable y susceptible al viento. A la mañana puede estar planchado y puede ser fácil navegarlo, pero en pocas horas puede picarse y la navegación se hace muy difícil. De todos modos, con o sin viento su inmensidad es notable y el cordón nevado que lo custodia lo hace aún más imponente. Es un lago con escasa vegetación y ello dificulta encontrar un buen refugio para acampar. La mejor opción es parar en las cabañas y el camping (con lugar solamente para dos carpas) de Nikita, un ruso que llegó a Argentina hace ya mucho tiempo. El y su mujer, Gretel, llevan adelante este lugar único, especial para pescadores. Nikita es conocido en la zona por elaborar vodka con agua del propio lago. La receta es un secreto familiar guardado bajo siete llaves que ha sido transmitido de generación en generación. Si bien la preparación alcohólica se realiza en Bariloche, aquí se le da el toque final con algunos “yuyos” que sólo crecen cerca de la cabaña y que le dan un sabor único.
La rústica cabaña de madera gastada fue construida en 1944, a golpe de hacha, y fue bautizada como “Palais Vintter”. Los vecinos más cercanos están en el puesto de gendarmería, a unos cuantos metros, y se visitan mutuamente. Cuesta imaginar este lugar con una población de 400 personas, que es la que llegó a tener en el esplendor de la actividad maderera. Hoy sólo quedan los restos de un aserradero, un cementerio y una vieja escuela de los años ‘50. En el interior de la cabaña hay una pequeña mesa de madera, un viejo arcón y muchos objetos y fotografías familiares. Gretel cocina en una impecable cocina económica mientras Nikita visita a sus huéspedes para hacer la habitual ronda de vodka.
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