Con su presentación ante la Comisión de Límites de la Plataforma Continental de la ONU, Gran Bretaña acaba de ratificar sus intereses y pretensiones sobre un área importante del lecho marítimo de la región antártica que se superpone con la que reclaman Argentina y Chile.
La revisión del Tratado Antártico, que congeló hace medio siglo las disputas de soberanía sobre el continente blanco, reactiva una puesta al día de las aspiraciones territoriales de los países y de los límites marítimos nacionales.
Su coincidencia con la revalorización de los recursos naturales y energéticos que allí existen y las preocupaciones por el modo en que el cambio climático está afectando a esa porción del planeta aumenta el interés sobre la misma.
La presentación británica no reclama en principio derechos soberanos sobre el lecho marino pero se reserva el derecho a hacerlo en el futuro y como tal, representa un frente de conflicto diplomático que se suma al existente por las Islas Malvinas.
La buena noticia es la existencia de una estrategia conjunta de Argentina y Chile frente a las pretensiones británicas, lejos de los tiempos en los que ambos países jugaron el juego de la competencia, la rivalidad y las hipótesis de conflicto limítrofes que los llevó a buscar apoyos extrarregionales para confrontar en la relación bilateral.
Hoy, el Cono Sur es una zona de paz, el Mercosur y sus socios asumen posiciones comunes en cuestiones territoriales y de soberanía.
Gran Bretaña acaba de ratificar sus pretensiones sobre una vasta área del lecho marítimo de la región antártica que se superpone con la que reclaman Argentina y Chile, en forma conjunta, y complica más el tema Malvinas.
Editorial, El Clarín
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