Nunca un filántropo despertó tantas sospechas. Douglas Tompkins, empresario norteamericano, creador de exitosas marcas como Patagonia y North Face, destina su fortuna a preservar bosques milenarios del fin del mundo. Abandonó una plácida vida en California para instalarse en Aysén, al extremo austral de Chile, donde llueve 300 días al año y los 20 grados bajo cero congelan el agua en las cañerías.
Allí, en plena Patagonia, Tompkins tiene un predio que parte a Chile en dos: 300.000 hectáreas que corren de la cordillera al mar, el polémico Parque Pumalín. Es una reserva privada de flora y fauna nativa, que algunos —entre ellos el ex presidente Eduardo Frei— ven como una amenaza a la soberanía nacional.
Un largo viaje
Conoció Chile en un largo viaje que emprendió con sus amigos «hippies» en tiempos de la Guerra de Vietnam. A comienzos de los 90 decidió radicarse aquí y, a mediados de esa década, se enfrentó al Gobierno chileno, que, según él, habría intercedido para que Endesa se quedara con un predio que él deseaba. Desde entonces, sus relaciones con el Gobierno local son difíciles y las que tiene con la empresa española, imposibles. Tompkins es un ecologista radical y Endesa planea construir presas en la Patagonia, la región que él quiere transformar en un parque natural.
Con el ex presidente Ricardo Lagos se logró avenir, con el matrimonio Kirchner —a quienes conoció en la Patagonia argentina, donde también tiene tierras— ha acordado donaciones de parques naturales al fisco.
Pero con el Gobierno de Michelle Bachelet, la relación es tensa. Y de Tompkins se sospecha hasta lo inverosímil: que quiere hacer un corredor privado entre el Pacífico y el Atlántico, que compró terrenos sobre el acuífero del Guaraní para exportar agua y, lo más descabellado, que cumple con el Protocolo de los Sabios de Sión, creando una tierra judía al sur del mundo. Teorías conspirativas no han faltado para explicar su comportamiento y el Gobierno no está lejos de incentivarlas. Hace un mes, el subsecretario de Interior lo emplazó a revelar de quiénes recibe donaciones y a quiénes se las da, y aprovechó para pedirle que regularice su situación migratoria: Tompkins vive con visado de turista en el país donde ha comprado 550.000 hectáreas, el equivalente a la comunidad autónoma de Cantabria.
Ecologista incómodo
Para Bachelet, el ecologista norteamericano resulta incómodo. El Gobierno ha prometido construir un camino que conecte a la Patagonia —hasta ahora, a esa impenetrable región de fiordos y ríos torrentosos, se llega por mar o por tierra argentina—, pero éste debe cruzar el predio de Tompkins y el norteamericano se ha encargado de boicotearlo. Tompkins se opone a los caminos en general —él llega en avioneta—, y a éste muy en particular, porque sabe que luego será utilizado para instalar las torres de alta tensión que requerirán las presas proyectadas por Endesa más al sur.
Pero ahora es la naturaleza la que está jugando en su contra. La semana pasada uno de los volcanes del sur de Chile entró en una violenta erupción y cuando las cenizas alcanzaron los treinta kilómetros de alto, las autoridades decidieron evacuar Chaitén, ciudad vecina del predio de Tompkins. Para ello tuvo que llevarse a cabo el mayor operativo de rescate marítimo del que se tiene registro: 4.000 personas se embarcaron sin poder llevar sus pertenencias. Ahora esperan ver a su ciudad arrasada por la lava.
Al ver a las familias embarcando bajo la lluvia, muchos recordaron las continuas objeciones de Tompkins al camino que solucionaría el aislamiento de Chaitén. Miguel Ángel Fritis, el alcalde de la ciudad, lo culpó derechamente y después pidió al Gobierno que congelase las ventas de terrenos en la zona: «Si no, aparecerá gente en los albergues, mandada por quien todos sabemos, para comprar las tierras a precio de huevo».
POR MACARENA GARCÍA. SERVICIO ESPECIAL. SANTIAGO DE CHILE
ABC España
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