Mº EUGENIA GUTIÉRREZ. SEVILLA
Con la intención de que el lector pueda emprender su particular viaje a través del libro, la voz de León Lasa (Sevilla, 1961) se erige en hilo conductor de las biografías anónimas que se entrelazan con pinceladas de historia sobre el lugar en «Al sur del Sur. Viaje a la Patagonia» (Almuzara).
—El viaje a la Patogonia estuvo motivado por la lectura del libro «En la Patagonia» (1977) de Bruce Chatwin
—Sí. Ese libro lo he leído un par de veces y me encanta. Y este fue el motivo de mi viaje, porque yo quería conocer la Patagonia siguiendo un poco el recorrido de Chatwin. Aunque yo había estado antes en Argentina, incluso en la Patagonia, haciendo el típico trayecto turístico de Ushuaia y Perito Moreno. Pero el motivo de este viaje, además de hacer la ruta de Chatwin y perderme un par de meses, es que me parece que la Patagonia es todavía de los pocos lugares del mundo no domesticados. La Patagonia es mucho más que Ushuaia y Perito Moreno. No sólo es mucho más sino que quizás no sea ni esos lugares. Quizás sea todo lo que hay entremedio.
—En el prólogo comenta que el libro es como una carta que dirige a sus amigos sobre la experiencia vivida
—Sí, es cierto. El libro es como una carta a unos cuantos amigos. Pero, sobre todo narro reflexiones. Ten en cuenta que el libro se escribe en el año 2000, ya han pasado ocho años, y al ritmo que suceden hoy las cosas, es como si hubiese pasado un siglo. Y en el prólogo a esta edición lo digo, que, por ejemplo, el tema del calentamiento global, a penas lo tocaban los medios. Sin embargo, yo ya hago mención al tema. Igual que sucedió con el asunto de la inmigración. Y es que todo el mundo me preguntaba por la situación en Europa. Y, además, el viaje tuvo lugar poco antes del estallido del «corralito». Y todas estas cuestiones se palpaban. Problemas que hoy en día no sólo siguen latentes, sino que se han convertido en temas principales dentro de la agenda política.
—En la recreación de los diálogos que mantuvo con la gente se percibe la oposición Primer Mundo vs Latinoamérica
—Además es curioso porque ellos hablaban de Europa como el «Primer Mundo», a pesar de que Argentina hace menos de cincuenta años era un país rico.
—Julián, que regentaba la cafetería del hotel de Trelew, el librero de Madryn o la profesora de primaria de San Antonio. Por las descripciones que hace de ellos, parece ser que todos tienen un rasgo en común: La desesperanza
—No nos olvidemos que hice el viaje seis meses antes del estallido económico. Y la gente estaba muy desencantada porque la situación era desesperante. Quizás, es que yo tiendo más a reflejar esos caracteres, porque te dan más juego a la hora de narrar. Pero también me encontré con tipos alegres como el chaval de Río Gallegos.
—¿Por qué la Patagonia? O quizás deba formular la pregunta en su forma negativa: «¿Qué no hay en la Patagonia?»
—Si te fijas aquí mismo —mirando a su alrededor—, puedes descubrir qué es lo que nos caracteriza. La masificación de los sitios, el exceso de ruido y el movimiento perpetuo. Y la Patagonia, como tanto otros paisajes que me gusta visitar, representa nuestra negación: allí no hay nadie —porque son trescientas mil personas en un millón de kilómetros cuadrados—, no se oye nada y hay tranquilidad. Y esto último, en aquel entonces, es lo que me motivó a ir a estos sitios. ¡Estoy tan cansado de esta densidad de población y de este ruido, que me encanta ver cómo era el mundo hace cien años!
—En la búsqueda de esa tranquilidad, también encuentra la posibilidad de reencontrarte consigo mismo, ¿no?
—Eso ya es casi una consecuencia de todo viaje. Y es que normalmente tendemos a huir de nosotros mismos, pues no buscamos ningún momento para la reflexión. Es como si durante todo el tiempo estuviésemos montados en una bicicleta de la cual no te puedes bajar no vaya a ser que nos caigamos. Con la lejanía y la soledad ..., se hace difícil no encontrarse a sí mismo en la Patagonia.
—Cuando viaja, ¿busca lo que nos diferencia?
—No. Yo creo que somos muy parecidos en todos los sitios o, al menos, potencialmente parecidos. En otros lugares, lo que quieren es vivir como nosotros, es decir, que el «buen salvaje» ya no existe. Una vez que la televisión ha puesto al alcance de cualquiera de nosotros todos los lugares del mundo, es menos lo que nos diferencia.
—¿Viajero que escribe o escritor que viaja?
—Viajero que escribe, sin duda. Lo de escritor que viaja me parece demasiado pretensioso. Yo no me considero ni siquiera escritor sino una persona que escribe. Es como aquel que juega al fútbol, tampoco puede llamarse futbolista. Pues esto es lo mismo. Definitivamente, yo tan sólo soy un viajero que escribe.
—¿En qué modo te han cambiado estos viajes?
—Uno vuelve viéndolo todo con mayor relativismo pero, sobre todo, te vuelves menos chovinista. Y terminas viendo los localismos como algo ridículo.
—Entonces, viajando se acabarían los nacionalismos ...
—Con tan sólo dos viajes. (Y se echa a reír).
ABC.es
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