Recordemos un poco de la historia del nacimiento de Punta Arenas, que nos cuenta el historiador Mateo Martinic Beros.
Corría el año 1848 y el Gobernador de la Colonia era José de los Santos Mardones, quien cansado de recibir peticiones de informes acerca de la situación en que la misma se hallaba, materia que tenía archi informada desde un comienzo (había arribado a Fuerte Bulnes en abril de 1847), hizo presente al intendente de Chiloé, con franqueza no exenta de dureza, que "mientras exista la Colonia en este punto, me parece no habrá dato que comunicar a V.S. porque su miserable localidad no presenta alguno que merezca llamar la atención de V.S. y del Gobierno Supremo" (Oficio 61 del 10 de junio de 1848).
Fue entones, ha de tenerse por seguro, durante esos meses del otoño de 1848, cuando Mardones hubo de tomar la decisión más trascendente de su gubernatura. Una y otra vez debió considerar y sopesar la situación en que se hallaba la colonia y la falta de autorización para remediarla en la única forma que procedía: su traslado hacia el norte, lo más pronto que fuera posible. Para entonces ya tenía perfectamente claro que Punta de Arena, y dentro de ella el sector ribereño sur del río del Carbón había de ser el sitio donde habría de reestablecerse la colonia chilena del estrecho de Magallanes. Sus sucesivos recorridos y observaciones le habían dado esa certidumbre, al conocer y evaluar sus características y bondades naturales.
"Este punto, afirmaría casi un año más tarde, dista de la Colonia como 16 a 18 leguas; tiene inmensos terrenos a vanguardia y retaguardia del destacamento, terrenos en que generalmente se halla la misma capa de tierra de que he hablado; pero le sigue hasta alguna profundidad una tierra arenusca tan fina y delgada que no puede menos de ser muy aparente para toda clase de siembras; el río del Carbón lo surte de agua clara, permanente e inmejorable; la leña para quemar y para carbón es inmensa en todas partes; el roble que labramos para los edificios es inagotable; las minas de carbón están a la distancia de dos leguas escasas hacia las cordilleras: el río puede proporcionar riego, si la experiencia demuestra ser necesario, y facilitar la construcción de molinos en caso de obtener abundantes cosechas de trigo, que por lo que he observado este año en parte de Diciembre, Enero y Febrero, bien puede secar el grano y quedar en el estado de sequedad y madurez que se nota en algunas semillas de flores de las innumerables que se ven en todo su esplendor en Primavera.
La bahía es extensa, manda y suave, a propósito, para pescar en toda estación; en ella han estado varias veces fondeados, sin novedad, el "Queche" y el Cóndor.
El temperamento [clima] tiene aquí una diferencia notable comparado con el de la Colonia.
Que en Punta Arenas el terreno es productivo, casi no se puede dudar, aún con la falta de datos que en este momento tenemos, porque una poca hortaliza que se plantó a mediados de Enero, está muy crecida, presenta un aspecto hermosísimo y promete un buen resultado
[...] En Punta Arenas el terreno es suelto, suave y sin piedras ni lodo, lo que no puede menos de dar una abundante cosecha [...] Los pastos, para el número de ganado que en la actualidad tenemos, son inagotables, y cuando crezca la masa, podrá dársele más extensión hacia el norte (Oficio número 2 del 21 de marzo de 1849. En Memoria de Ministerio de Marina año 1849, Archivo Nacional, Santiago).
Lo transcrito permite comprender como, para 1848, el gobernador Mardones se hallaba realmente prendado del paraje al que había dado su preferencia.
Ese lugar, así ponderado, sería, pues, el sitio de la nueva fundación. Y a la misma se procedería sin mayor dilación... y sin autorización, pues el asentimiento superior le llegaría a deshora, a modo de tardía ratificación para un hecho consumado.
Lo primero que hizo Mardones, urgido como estaba por las circunstancias, fue disponer el inmediato retorno del bergantín a Chiloé, para traer desde Ancud gente experta en los trabajos de construcción y carpintería, y de labranza de madera, de igual modo como algunas herramientas, materiales y caballos, que eran indispensables para el reasentamiento a emprender.
La detreminación final de Mardones cobró forma con la reinstalación del Destacamento del Norte en Punta de Arena, esta vez bajo el mando del subteniente José Ravest, lo que debió tener ocurrencia en un desconocido día de mediados de junio de 1848.
Inexplicablemnte, la correspondencia administrativa, tan nutrida hasta poco tiempo atrás, se hizo parca y escasa a contar de aquel invierno, privando a la posteridad de información suficiente acerca de la forma en que el mandatario colonial fue desarrollando su ya maduro plan traslaticio. El gobernador parecía haber agotado su capacidad de informar, con los sucesivos oficios en los que había pintado con realismo la situación en que se encontraba la colonia, procurando con firme argumentación el convencimiento de sus superiores jerárquicos, buscando satisfacer sus demandas de apoyo para el desenvolvimiento del establecimiento. El conocido pobre éxito obtenido había conclido por desalentarlo y fastidiarlo. De allí la modalidad de parquedad informativa que pasaría a adoptar para lo futuro. Desde el momento de su decisión Mardones pareció disponer de tiempo únicamente para ese importantísimo afán; ya habría tiempo de sobra más adelante para escribir sobre lo realizado.
Así, frente al silencio del principal actor, es forzoso entrar al terreno de las conjeturas, aunque sobre la base de los poquísimos antecedentes disponibles. De tal modo, si había guardia armada en Punta de Arena, es porque coetáneamente se había movido el ganado hacia aquel punto, y con él los vaqueros. Y también los pobladores, pues hubo de ser muy apremiante la necesidad de descongestionar el abarrotado recinto del Fuerte Bulnes. De esa manera cabe suponer que los primeros arribados debieron restaurar lo que allí se había construido, si es que había sufrido algún daño por obra de los patagones durante el lapso de ababdono, y sobre la marcha comenzar a levantar nuevas viviendas, pues para ello había madera acopiada desde el año anterior.
Así, paulatinamente, y según las edificaciones fueron quedando a punto para ser ocupadas, más y más gente debió trasladarse hasta Punta de Arena.
Trnscurrió de ese modo el invierno y entró la primavera, y con ella el tiempo propicio para apurar y hacer más intensos los trabajos que se cumplían bajo el ojo vigilante de Ravest: destroncar y limpiar la planicie elegida para fundar y poblar; cortar árboles y preparar el terreno para la siembra, en fin; y todo sin abandono de las tareas propiamente rutinarias de cuidado de ganado, de vigilancia y otras.
Aquel trabajo fue apoyado constante y eficazmente por el gobernador mediante distintas disposiciones y por más de alguna visita inspectiva destinada tanto a comprobar el estado de las obras, cuanto a animar a quienes se ocupaban de ellas.
En la misma medida en que adelantaba la fundación, fueron remitiéndose hacia Punta de Arena personas y elementos diversos. Entonces la senda entre este lugar y el Fuerte Bulnes debió semejar un camino de hormigas por el que se iba y venía afanosamente y sin descanso, en tanto que por mar se transportaban las cargas de mayor peso, y las mujeres y niños. ¡Y todo ello sin ayuda especial alguna de parte del gobierno!
Así marchaban las cosas en aquel laborioso trimestre final del año 1848. Cuando Mardones estimó que la nueva población estaba a punto para residir en ella, se trasladó allí en compañía del capellán de la colonia, fray Pasolini, su apreciado colaborador. El 16 de diciembre abandonó definitivamente el fuerte Bulnes, marchando con destino al norte. Pernoctó el 17 en Agua Fresca, y el siguiente día, el 18, arribaba a Punta de Arena, en donde pasó a instalarse oficialmente, otorgando de tal manera calidad de sede colonial al naciente poblado.
Teniendo esta fundación un caracter sui géneris, por carecer de decreto gubernativo o de acto administrativo que le diesen inicio cronológico cierto, ha de tomarse como suficiente la determinación de la autoridad civil y militar de trsladarse y asentarse en ese lugar para hacer del mismo la sede y cabecera de la Gobernación y Comandancia de Armas de la Colonia de Magallanes, esto es, la suma del poder entonces existente, determinación reforzada incluso con el traslado de la autoridad religiosa. Aquella decisión jerarquizadora vino a suplir sin mengua la carencia del acto fundacional previo, revistiéndola de una condición semejante. Por tanto, con rigor histórico, Punta de Arenas, luego Punta Arena y finalmente Punta Arenas, tuvo nacimiento oficial el 18 de diciembre de 1848. (En la mutación toponímica se ha seguido la propia secuencia establecida por el gobernador Mardones en su correspondencia)
Tomado de la "Historia de la región magallánica" de Mateo Martinic Beros
Ediciones de la Universidad de Magallanes
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