martes, 17 de diciembre de 2024

EFEMÉRIDES MAGALLÁNICAS. En un día como hoy, pero del año 1848 se funda Punta Arenas

 


Recordemos un poco de la historia del nacimiento de Punta Arenas, que nos cuenta el historiador Mateo Martinic Beros.

Corría el año 1848 y el Gobernador de la Colonia era José de los Santos Mardones, quien cansado de recibir peticiones de informes acerca de la situación en que la misma se hallaba, materia que tenía archi informada desde un comienzo (había arribado a Fuerte Bulnes en abril de 1847), hizo presente al intendente de Chiloé, con franqueza no exenta de dureza, que "mientras exista la Colonia en este punto, me parece no habrá dato que comunicar a V.S. porque su miserable localidad no presenta alguno que merezca llamar la atención de V.S. y del Gobierno Supremo" (Oficio 61 del 10 de junio de 1848).


Fue entones, ha de tenerse por seguro, durante esos meses del otoño de 1848, cuando Mardones hubo de tomar la decisión más trascendente de su gubernatura. Una y otra vez debió considerar y sopesar la situación en que se hallaba la colonia y la falta de autorización para remediarla en la única forma que procedía: su traslado hacia el norte, lo más pronto que fuera posible. Para entonces ya tenía perfectamente claro que Punta de Arena, y dentro de ella el sector ribereño sur del río del Carbón había de ser el sitio donde habría de reestablecerse la colonia chilena del estrecho de Magallanes. Sus sucesivos recorridos y observaciones le habían dado esa certidumbre, al conocer y evaluar sus características y bondades naturales.

"Este punto, afirmaría casi un año más tarde, dista de la Colonia como 16 a 18 leguas; tiene inmensos terrenos a vanguardia y retaguardia del destacamento, terrenos en que generalmente se halla la misma capa de tierra de que he hablado; pero le sigue hasta alguna profundidad una tierra arenusca tan fina y delgada que no puede menos de ser muy aparente para toda clase de siembras; el río del Carbón lo surte de agua clara, permanente e inmejorable; la leña para quemar y para carbón es inmensa en todas partes; el roble que labramos para los edificios es inagotable; las minas de carbón están a la distancia de dos leguas escasas hacia las cordilleras: el río puede proporcionar riego, si la experiencia demuestra ser necesario, y facilitar la construcción de molinos en caso de obtener abundantes cosechas de trigo, que por lo que he observado este año en parte de Diciembre, Enero y Febrero, bien puede secar el grano y quedar en el estado de sequedad y madurez que se nota en algunas semillas de flores de las innumerables que se ven en todo su esplendor en Primavera.

La bahía es extensa, manda y suave, a propósito, para pescar en toda estación; en ella han estado varias veces fondeados, sin novedad, el "Queche" y el Cóndor.

El temperamento [clima] tiene aquí una diferencia notable comparado con el de la Colonia.

Que en Punta Arenas el terreno es productivo, casi no se puede dudar, aún con la falta de datos que en este momento tenemos, porque una poca hortaliza que se plantó a mediados de Enero, está muy crecida, presenta un aspecto hermosísimo y promete un buen resultado

[...] En Punta Arenas el terreno es suelto, suave y sin piedras ni lodo, lo que no puede menos de dar una abundante cosecha [...] Los pastos, para el número de ganado que en la actualidad tenemos, son inagotables, y cuando crezca la masa, podrá dársele más extensión hacia el norte (Oficio número 2 del 21 de marzo de 1849. En Memoria de Ministerio de Marina año 1849, Archivo Nacional, Santiago).

Lo transcrito permite comprender como, para 1848, el gobernador Mardones se hallaba realmente prendado del paraje al que había dado su preferencia.

Ese lugar, así ponderado, sería, pues, el sitio de la nueva fundación. Y a la misma se procedería sin mayor dilación... y sin autorización, pues el asentimiento superior le llegaría a deshora, a modo de tardía ratificación para un hecho consumado.

Lo primero que hizo Mardones, urgido como estaba por las circunstancias, fue disponer el inmediato retorno del bergantín a Chiloé, para traer desde Ancud gente experta en los trabajos de construcción y carpintería, y de labranza de madera, de igual modo como algunas herramientas, materiales y caballos, que eran indispensables para el reasentamiento a emprender.

La detreminación final de Mardones cobró forma con la reinstalación del Destacamento del Norte en Punta de Arena, esta vez bajo el mando del subteniente José Ravest, lo que debió tener ocurrencia en un desconocido día de mediados de junio de 1848.

Inexplicablemnte, la correspondencia administrativa, tan nutrida hasta poco tiempo atrás, se hizo parca y escasa a contar de aquel invierno, privando a la posteridad de información suficiente acerca de la forma en que el mandatario colonial fue desarrollando su ya maduro plan traslaticio. El gobernador parecía haber agotado su capacidad de informar, con los sucesivos oficios en los que había pintado con realismo la situación en que se encontraba la colonia, procurando con firme argumentación el convencimiento de sus superiores jerárquicos, buscando satisfacer sus demandas de apoyo para el desenvolvimiento del establecimiento. El conocido pobre éxito obtenido había conclido por desalentarlo y fastidiarlo. De allí la modalidad de parquedad informativa que pasaría a adoptar para lo futuro. Desde el momento de su decisión Mardones pareció disponer de tiempo únicamente para ese importantísimo afán; ya habría tiempo de sobra más adelante para escribir sobre lo realizado.

Así, frente al silencio del principal actor, es forzoso entrar al terreno de las conjeturas, aunque sobre la base de los poquísimos antecedentes disponibles. De tal modo, si había guardia armada en Punta de Arena, es porque coetáneamente se había movido el ganado hacia aquel punto, y con él los vaqueros. Y también los pobladores, pues hubo de ser muy apremiante la necesidad de descongestionar el abarrotado recinto del Fuerte Bulnes. De esa manera cabe suponer que los primeros arribados debieron restaurar lo que allí se había construido, si es que había sufrido algún daño por obra de los patagones durante el lapso de ababdono, y sobre la marcha comenzar a levantar nuevas viviendas, pues para ello había madera acopiada desde el año anterior.

Así, paulatinamente, y según las edificaciones fueron quedando a punto para ser ocupadas, más y más gente debió trasladarse hasta Punta de Arena.

Trnscurrió de ese modo el invierno y entró la primavera, y con ella el tiempo propicio para apurar y hacer más intensos los trabajos que se cumplían bajo el ojo vigilante de Ravest: destroncar y limpiar la planicie elegida para fundar y poblar; cortar árboles y preparar el terreno para la siembra, en fin; y todo sin abandono de las tareas propiamente rutinarias de cuidado de ganado, de vigilancia y otras.

Aquel trabajo fue apoyado constante y eficazmente por el gobernador mediante distintas disposiciones y por más de alguna visita inspectiva destinada tanto a comprobar el estado de las obras, cuanto a animar a quienes se ocupaban de ellas.

En la misma medida en que adelantaba la fundación, fueron remitiéndose hacia Punta de Arena personas y elementos diversos. Entonces la senda entre este lugar y el Fuerte Bulnes debió semejar un camino de hormigas por el que se iba y venía afanosamente y sin descanso, en tanto que por mar se transportaban las cargas de mayor peso, y las mujeres y niños. ¡Y todo ello sin ayuda especial alguna de parte del gobierno!

Así marchaban las cosas en aquel laborioso trimestre final del año 1848. Cuando Mardones estimó que la nueva población estaba a punto para residir en ella, se trasladó allí en compañía del capellán de la colonia, fray Pasolini, su apreciado colaborador. El 16 de diciembre abandonó definitivamente el fuerte Bulnes, marchando con destino al norte. Pernoctó el 17 en Agua Fresca, y el siguiente día, el 18, arribaba a Punta de Arena, en donde pasó a instalarse oficialmente, otorgando de tal manera calidad de sede colonial al naciente poblado.

Teniendo esta fundación un caracter sui géneris, por carecer de decreto gubernativo o de acto administrativo que le diesen inicio cronológico cierto, ha de tomarse como suficiente la determinación de la autoridad civil y militar de trsladarse y asentarse en ese lugar para hacer del mismo la sede y cabecera de la Gobernación y Comandancia de Armas de la Colonia de Magallanes, esto es, la suma del poder entonces existente, determinación reforzada incluso con el traslado de la autoridad religiosa. Aquella decisión jerarquizadora vino a suplir sin mengua la carencia del acto fundacional previo, revistiéndola de una condición semejante. Por tanto, con rigor histórico, Punta de Arenas, luego Punta Arena y finalmente Punta Arenas, tuvo nacimiento oficial el 18 de diciembre de 1848. (En la mutación toponímica se ha seguido la propia secuencia establecida  por el gobernador Mardones en su correspondencia)

Tomado de la "Historia de la región magallánica" de Mateo Martinic Beros
Ediciones de la Universidad de Magallanes

viernes, 13 de diciembre de 2024

LITERATURA/ANTÁRTICA: Reedición del Libro “El Camino de la Ballena” se presenta en el Museo Marítimo Nacional


Con la presencia del Vicepresidente de la Fundación Mar de Chile, Almirante Enrique Larrañaga Martin, del Director General del Personal de la Armada, Vicealmirante Raúl Zamorano Goñi, de representantes de la Asociación de Bancos e Instituciones Financieras Abif y Fundación Mar de Chile, así como del Director del Museo Marítimo Nacional (MMN), Contraalmirante Andrés Rodrigo Ramírez e invitados especiales, durante la mañana del lunes 09 de diciembre, en la Sala Antártica del MMN, se realizó la ceremonia de lanzamiento de la reedición del libro “El camino de la ballena”, novela infantil y juvenil del destacado escritor chileno Francisco Coloane, editada en 1962.  

La novela, que fue reeditada en un esfuerzo conjunto por la Armada de Chile, la Fundación Mar de Chile y Asociación de Bancos e Instituciones Financieras Abif, fue presentada en esta ocasión por el Gerente General de la fundación, Capitán de Navío Allan Youlton, quien explicó que la obra narra la historia de Pedro Nauto, un joven que sueña con ser marinero y que se embarca en un barco ballenero. En esta novela de iniciación y aventuras, el autor rinde homenaje a la isla de Chiloé y a la vida de los cazadores de ballenas en la Antártica. En el transcurso de la historia, su protagonista se enfrenta a una tormenta que le arrebata la infancia y lo obliga a hacerse cargo de su vida. Tras trabajar la tierra y como buzo, se embarca en la búsqueda del “camino de la ballena”, viaje en el que conocerá la amistad, el amor, la traición y los límites del hombre y la naturaleza. 

Respecto al lanzamiento del libro, el Contraalmirante Rodrigo señaló: “Como todo libro de aventuras de Coloane, en esta oportunidad vemos nuevamente los desafíos de la vocación marinera, la geografía, las maravillas pero también las inclemencias de la zona sur de nuestro país y cómo un joven, el protagonista del libro, se fija un rumbo en su vida, enfrentando incertidumbres, sobreponiéndose a lo adverso, su lucha contra la adversidad del medio marino, pero también generándonos espacios de reflexión sobre la naturaleza, su fragilidad y la importancia de la vida en el mar. 

En el marco de la reedición de la obra de Coloane, y en un trabajo colaborativo realizado por la Fundación Mar de Chile con docentes del Liceo Tecnológico Alfredo Nazar Feres, de Playa Ancha, al finalizar la ceremonia, se reconocieron los trabajos, vinculados con la novela, elaborados por alumnos de dicho establecimiento educacional, oportunidad en la que se reconoció con una mención honrosa al menor Amaro López, y se premió al alumno Mathias Rojas, quien obtuvo el primer lugar.

Cabe destacar, que la presente iniciativa, tenía por propósito, a través de la lectura de la obra “El Camino de la ballena”, poder contribuir en los jóvenes al conocimiento y valoración del mar, pero también, y en un ámbito más personal, a que comprendieran que con esfuerzo y resiliencia los sueños se pueden concretar, precisó el Vicealmirante Raúl Zamorano.


Museo Marítimo Nacional

ANTÁRTICA: “Corea y Chile tienen perspectivas similares sobre la Antártica”


Jung Hyun Yang, director del Centro de Cooperación Antártica Chile-Corea.


Punta Arenas, 11 de diciembre de 2024.- Llegó a Punta Arenas en el verano del año 2022 para asumir la dirección del Centro de Cooperación Antártica Chile-Corea, hoy, luego de casi tres años en esa función regresa a Corea del Sur Jung Hyun Yang, también conocido “occidentalmente” como “Donnie”.

El profesional del Instituto Coreano de Investigación Polar (Kopri, por sus siglas en inglés) estuvo a cargo del centro para materializar proyectos y la coordinación de fondos para los diferentes programas que tiene el instituto asiático, así como la relación con las autoridades regionales y nacionales en torno a la temática antártica.

¿Cómo fue su trabajo durante este tiempo en Punta Arenas?

Estar en este cargo fue una gran oportunidad para aprender más sobre la investigación antártica chilena. También estuve en un ambiente de trabajo realmente genial y pude disfrutar de mi trabajo con la buena gente de INACH, el cálido paisaje de Punta Arenas, el cielo despejado y la gente pura de Punta Arenas

Los principales objetivos de la oficina, ¿se cumplieron de la manera 

correcta?

Sí, el objetivo de mi trabajo era encontrar casos en los que el KOPRI e INACH pudieran cooperar en la práctica. Por ejemplo, la exposición fotográfica conjunta de KOPRI-INACH sobre la Antártica para celebrar el 60 aniversario de las relaciones diplomáticas entre Corea y Chile es un claro y representativo ejemplo. Además, recientemente, el KOPRI creó una línea de cooperación en conjunto con INACH en donde las y los profesionales del KOPRI pueden utilizar conjuntamente sus infraestructuras.


¿Cómo ve la relación entre Corea y Chile en las cuestiones antárticas ahora y

 en el futuro?

Creo que Corea y Chile tienen perspectivas similares sobre las cuestiones antárticas. Creo que compartimos la misma posición de que la Antártica debe ser protegida y estudiada como la última reserva para el futuro de la humanidad.

Por lo tanto, la cooperación diplomática es necesaria para una respuesta conjunta entre Chile y Corea, y creo que los roles de KOPRI e INACH son importantes para proporcionar información para la toma de decisiones políticas.

¿Cómo fue su vida en Punta Arenas, su vida personal y familiar fuera del

 trabajo?

Fue una vida muy agradable. Para mi hija y para mí fue muy gratificante enseñar la cultura coreana y el Hangul (idioma coreano) a la gente de Punta Arenas.

A medida que los seguidores de mi hija en las redes sociales aumentaron, pude darme cuenta de que los chilenos están muy interesados ​​en Corea. Mi hijo, por otro parte, llora todos los días y nos dice que no quiere volver a Corea, que quiere seguir viviendo aquí. Creo que mi familia a menudo pensará en la ciudad de Punta Arenas y la extrañará. Esta ciudad se ha convertido en un segundo hogar para nosotros y como familia esperamos volver a Punta Arenas algún día.

Se espera que en los primeros meses del año 2025 el Centro de Cooperación Antártica Chile-Corea tenga un nuevo director o directora.

INACH

Canciller Alberto van Klaveren inaugura en Beijing la exposición fotográfica: “Antártica, un continente para la ciencia y la paz”

 


El Ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Alberto van Klaveren, inauguró hace unos días la exposición fotográfica “Antártica, un continente para la ciencia y la paz” en la ciudad de Beijing. La actividad se realizó en la Librería Internacional del Parque Internacional de Cultura y Tecnología, en el Distrito de Haidian, sector que alberga a las principales universidades y centros de investigación de la capital china.

La ceremonia se realizó en el marco de la visita del Canciller van Klaveren a China para sostener reuniones con importantes autoridades del país.

La exposición forma parte de un proyecto conjunto de la Embajada de Chile en China y el Instituto Antártico Chileno (INACH), con el apoyo de la División de las Culturas, las Artes, el Patrimonio y Diplomacia Pública (DIRAC), instituciones dependientes del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile.

La exposición consiste en una muestra seleccionada por INACH de 40 fotografías del trabajo científico nacional e internacional en el continente antártico. Está dividida en cuatro subtemas: cambio climático, vida y biodiversidad, ciencia antártica y cooperación entre Chile y China.

La muestra se enmarca al cierre de un año importante para ambos países en el ámbito antártico. En 2024, Chile fue la sede del más importante evento de ciencia antártica: El Open Science Conference del Comité Científico de Investigación Antártica (SCAR, por sus siglas en inglés). A su vez, China conmemoró los 40 años del inicio de sus expediciones antárticas.



Además del Ministro van Klaveren, inauguraron la ceremonia el Subdirector General de la Administración China del Ártico y la Antártica, Long Wei; el Director Nacional de INACH, Gino Cassasa – a través de un mensaje desde la ciudad de Punta Arenas ; y el presidente de la China International Book Trading Corporation, Xie Gang.

Asistieron al encuentro miembros de las más importantes instituciones científicas del país, como el Instituto de Investigación Polar de China, la Academia China de Ciencias, la Fundación Nacional de Ciencias Naturales de China, y más de una treintena de científicos especializados en la Antártica de distintas universidades y centros de investigación del país.

La muestra estará abierta entre el 5 y el 23 de diciembre en la Librería Internacional del Parque Internacional de Cultura y Tecnología. Durante 2025 será trasladada a otras ciudades de China.

INACH

ANTÁRTICA: Avión de la Armada de Chile y equipo del Centro de Estudios Científicos aterrizan en Glaciar Unión – Antártica y marcan un hito en la Aviación Naval chilena


La llegada de la aeronave naval P-3 “Orión” ACH marcó un precedente en la historia de la Armada de Chile sobre el continente antártico. Fueron seis meses de preparación para alcanzar el punto más austral en la que actualmente Chile ejerce su presencia – Latitud 80° Sur.


El sábado 7 fue un día histórico para la Armada de Chile (ACH). Luego de cinco horas de vuelo y cerca de medio año de preparación, la aeronave P-3 “Orión” ACH aterrizó en la Estación Polar Científica Conjunta “Glaciar Unión”, ubicada en la latitud 80° Sur, en la Tierra de Ellsworth, sobre el Territorio Chileno Antártico.

La llegada del avión marcó un hito en la marina, puesto que fue la primera vez que un medio aeronaval llega hasta esta ubicación. El éxito de la misión se enmarcó en la Campaña Antártica “Hielo V”, labor desarrollada entre la Armada de Chile y el Centro de Estudios Científicos (CECs), y cuyo principal objetivo es medir el espesor de las plataformas de hielo del Territorio Chileno Antártico para conocer el estado actual de estas y catastrar el impacto del cambio climático en la zona.

El Comandante de la aeronave, Capitán de Fragata Cristóbal Rodríguez, aseguró que “los desafíos fueron múltiples (...) es una campaña no exenta de riesgos, pero que gracias a la planificación se mitigaron los riesgos para despegar desde Punta Arenas, aterrizar en Glaciar Unión y volver en forma segura después de 18 horas de operación continua”.

Aterrizar en Glaciar Unión “representa una nueva capacidad que nos permite operar con estas aeronaves en la Antártica profunda, algo nunca antes realizado. Abre una nueva posibilidad para apoyar operaciones científicas con un mayor radio de acción, además de reforzar la presencia y conexión que mantiene la Armada de Chile con el continente blanco.”, comentó el Comandante de la Aviación Naval, Contraalmirante Ricardo Chiffelle.

Catastrar el impacto del cambio climático

El CECs y la Armada llevan más de 20 años en colaboración para el desarrollo de investigaciones antárticas. Este año ya se han efectuado un total de dos vuelos de medición de las plataformas de hielo del continente blanco. El primero fue el jueves 5 de diciembre y el segundo el 7. Se esperan otros dos despliegues más durante este mes.

Durante su tránsito al Glaciar Unión, el equipo del CECs realizó mediciones científicas en los Glaciares Minesota, Unión y la Plataforma de Hielo Ronne.

El glaciólogo del CECs y Jefe Científico de Hielo V, Rodrigo Zamora, detalló que “en este vuelo logramos hacer mediciones científicas tanto de topografía superficial, así como subglacial”. “Volar hasta este punto era impensado hace algunos años, pero esta proeza nos abre la Antártica interior a la exploración aeronaval y sólo fue posible gracias a la alta preparación y trabajo conjunto de los equipos de la Armada y del CECs”, cerró Rodrigo Zamora.

Por su parte, el Director del CECs, Claudio Bunster, comentó sobre la llegada al Glaciar Unión y la expedición científica sobre el continente antártico: “El equipo formado por este grupo de glaciólogos y una tripulación especializada de la Armada de Chile en estrecha sintonía, al aterrizar en el Glaciar Unión, han abierto una puerta para que Chile se convierta en un país más necesario para el mundo y también para que nuestro país se vea a sí mismo unido en torno a grandes objetivos comunes”.

Asimismo, el Director del Instituto Antártico Chileno (INACH), Gino Cassasa, comentó que "el aterrizaje de la aeronave P-3 "Orión" de la Armada como parte de la Campaña Antártica Hielo V es un verdadero hito de nivel mundial. Para el INACH es un orgullo tener en nuestro país las capacidades científicas y operativas del CECs y la Armada, que abre una gran oportunidad para el crucial objetivo de explorar el interior del continente antártico y un relevante aporte a la Política Antártica Nacional de nuestro país. Felicitamos al Comandante en Jefe de la Armada, al Director del CECs y a todo el personal que participó en esta notable gesta".


El avión

La aeronave cuadrimotor P-3 “Orión”, construida por la empresa estadounidense Lockheed Martin y puesta en el servicio naval en 1993; actualmente pertenece al Grupo de Exploración Aeromarítima VP-1 de la Aviación Naval, ubicada en la Base Aeronaval “Concón”. Sus tareas principales son de patrullaje marítimo, reconocimiento, guerra antisuperficie y antisubmarina; a su vez cumple tareas de búsqueda y rescate (SAR), transporte logístico y capacidad para realizar evacuaciones aeromédicas.

Para Hielo V fue equipada con tecnología desarrollada por el CECs, compuesto por un radar que determina el espesor de hielo (transmisor y receptor; una antena de Sistema de Posicionamiento Global (GPS) y dos antenas de radar), además de un sistema LiDAR para el levantamiento topográfico, y que incluye un escáner láser, un receptor de Navegación Global por Satélite (GNSS), una cámara fotográfica y un computador. 

El avión, además, posee un sistema optrónico FLIR, es decir, una cámara que captura imágenes y videos con filtros infrarrojos y termográficos en alta definición; se utiliza en las Operaciones de Fiscalización Pesquera Oceánica (OFPO) para identificar a las embarcaciones. En años anteriores, ha sido de especial ayuda para la detección de focos de incendio en la Zona Centro-Sur del país.


Trabajo en equipo 

Para finalizar, la Armada de Chile, agradece el esfuerzo del trabajo coordinado de distintos actores como la Fuerza Aérea de Chile, el Centro de Estudios Científicos (CECs) y Antarctic Logistics and Expeditions (ALE), entre otros, que contribuyeron directamente a consolidar el éxito de la misión.

Fuente: Armada de Chile

jueves, 12 de diciembre de 2024

EFEMÉRIDES MAGALLÁNICAS: segunda parte de Joseph Emperaire. Libro "Los nómades del mar"


En esta segunda parte del post sobre Joseph Emperaire, les entrego algunos antecedentes de la obra escrita por Joseph Emperaire titulada "Los nómadas del mar", que es un estudio antropológico, histórico y geográfico, producto de dos años de convivencia del autor con los indios canoeros.

Empareire en la introducción nos dice:
LA AMÉRICA DEL SUR alberga todavía varios grupos humanos, en vías de rápida extinción, que no dejaran otra huella en la historia de la humanidad que algunos estudios fragmentarios y algunos episodios curiosos contenidos en los relatos de los viajeros y de los navegantes de los mares australes. Pero su vida real, con sus resonancias afectivas, tal, si la presencia más o menos perturbadora de un investigador insólito, escapa casi siempre a los hombres blancos. Entre los pueblos del Extremo Sur de algunos, como los indios chonos, han desaparecido completamente desde hace cerca de un siglo. Nadie notó su desaparición y ningún documento utilizable fue recogido de ellos. Los sobrevivientes de otros grupos, como los onas y los yaganes, se han incorporado ahora a las poblaciones blancas instaladas en sus territorios*. Otros, como los últimos indios alacalufes, confinados al mundo hostil de los archipiélagos de la Patagonia occidental, han entrado más recientemente por los caminos rápidos y paralelos de la asimilación y de la desaparición. Son esos indios alacalufes los que constituyen el tema de este estudio. Ciertamente, si recogiéramos todo lo que ha sido escrito sobre ellos desde los primeros sucesores, nos hallaríamos frente a una suma relativamente importante de documentos de valor muy desigual: relaciones anecdóticas, encuentros episódicos mencionados en los diarios de navegación, ensayos muy incompletos de síntesis, etc. A menudo la recopilación está cerca de la información directa, pero ninguno de estos testimonios constituye un estudio sistemático ni se apoya sobre una experiencia directa y de larga duración de este grupo humano, que, desde hace medio siglo, sobrevive desparramándose en una región aún mal conocida, una de las más desiertas y desoladas del mundo. Apenas terminada la guerra, el doctor Robin y yo, volviendo a tomar un antiguo proyecto, quisimos emprender un estudio completo de este grupo fueguino constituido por los alacalufes. Queríamos realizar una manografía minuciosa de su vida real considerada en todos sus aspectos, técnicos-materiales, vida social, psicológica y religiosa. Nuestros medios eran limitados, pero decidimos pasar en compañía de los alacalufes todo el tiempo que fuera necesario para llegar a ser uno de ellos. En ese mundo lejano de los archipiélagos, la noción del tiempo se borra, por lo demás, bien pronto..... El proyecto y el programa de esta misión fueron presentados al doctor Ribet, que los aprobó y estimuló. El Centro Nacional de Investigaciones Científicas nos concedió los fondos necesarios y pudimos así partir de Francia hacia América del Sur en el primer barco que reanudo los viajes normales después de una interrupción de varios años. Tras una corta estancia en Buenos Aires, llegamos a Santiago de Chile a mediados de enero de 1946. Tomamos allí contacto con las autoridades universitarias y administrativas chilenas que nos ayudaron a completar nuestra documentación sobre el estado actual y la situación de los diversos grupos indígenas de los archipiélagos. Gracias a la bondad del Ministro de Defensa, pudimos dirigirnos con la mayor rapidez a Punta Arenas, en el Estrecho de Magallanes. El objetivo final de nuestro viaje era Puerto Edén, en la costa este de la isla Wellington. Allí vivían algunas familias de alacalufes, agrupadas al lado de un punto militar que debió servir de escala a una línea de hidroaviones destinada a unir Valparaíso con Punta Arenas. Después de un ensayo desgraciado, se abandonó este proyecto, pero el puesto militar subsistía a cargo de un sargento y la bahía continuaba como siempre sirviendo de refugio ocasional a los buques que seguía la ruta de los archipiélagos.

A fines de marzo, un barco de una compañía chilena de navegación nos desembarcó en plena noche en el puesto militar de la Isla Wellington. Era sobrecogedora la impresión de encontrarse bruscamente lanzado entre los últimos fueguinos, en el centro de esa gigantesca estela de archipiélagos desiertos, estirados a lo largo de doce grados de latitud entre la Cordillera Austral y el Pacifico, que fuera en otro tiempo el dominio de los nómades del mar. No había entonces en Puerto Edén sino cuatro chozas cuyos habitantes nos acogieron con sus rostros herméticos. Los otros, que eran poco más de cien en total, giraban en torno del Faro de San Pedro, noventa millas más al Norte. Poco a poco vinieron a instalarse unos tras otros en torno nuestro y los más se radicaron definitivamente en las playas pantanosas de la bahía. Pronto este mundo dislocado que se extiende desde la Isla de Chiloe hasta el Cabo de Hornos, y el fragmento de humanidad que lo habita, iban a vivir para nosotros con toda su fuerza y todo su atractivo. Se trataba ahora de conocer este espacio y aquellos hombres, fuera del tiempo y fuera del mundo. Pasamos allá lejos veintidós meses en que tratamos de integrarnos de una manera autentica y profunda a las formas todavía vivientes de la vida étnica de los alacalufes y de encontrar en su memoria tradiciones y técnicas en vísperas de desaparecer junto a esa humanidad que ellas no animan ya. Después de una larga estancia en esos archipiélagos, volvimos a Punta Arenas. Desde allí, en el curso de numerosos reconocimientos en las regiones vecinas al Estrecho y en la parte oriental de la Tierra del Fuego, tratamos de delimitar la antigua área de extensión del pueblo alacalufe. Este trabajo nos ocupó cuatro meses y necesitamos otros cuatro para consultar en los archivos y museos de Chile los documentos más antiguos sobre los pueblos del extremo Sur. Estuvimos de vuelta en Francia en septiembre de 1948. Este libro es el resultado de dos años de presencia y de vida cotidiana con una minoría humana, aislada, miserable, y condenada, a la que pronto nos unieron vínculos afectivos, durables y profundos. Nos proponemos exponer de la manera más objetiva posible la vida de ese grupo, buscando al hombre total y no sólo algunos de sus aspectos exóticos y pintorescos, los únicos que es posible conocer desde fuera. No tenemos otras referencias de objetividad que las que se traducen en contar sin retórica lo que hemos observado, sin prejuicios ni sistemas preconcebidos. Este libro no trata de defender ninguna tesis. Nos esforzaremos sólo por presentar lo esencial de los documentos recogidos. Todos los que se remontan a la época actual son, salvo mención contraria, fruto de experiencias personales. En lo que se refiere a las consideraciones históricas, ellas provienen de la literatura clásica sobre el tema o de documentos, entre ellos algunos escasos o inéditos, que fueron consultados en los archivos de Santiago.

Como disponíamos de mucho tiempo, pudimos dejar deliberadamente de lado el método  de  los  cuestionarios  y  encuestas  y  utilizar  un  método  más  largo  con  menores  riesgos  de  error.  Las reacciones del indio son lentas y diferentes de las nuestras.  Es, por eso, de rigor no precipitarlo, saber esperar y volver al asalto, y no recoger como válidos sino sus testimonios espontáneos.  Cuando practicamos el interrogatorio, sus resultados fueron desastrosos y nos llevaron a los peores absurdos.  Aún en su forma, las preguntas del etnólogo   no   corresponden   a   las   categorías   mentales   del   indio.   Algunos   ejemplos   demuestran los errores a que puede conducir este método, y cuando las preguntas son más sutiles, los errores son aún más lamentables.  No hay que imaginar que a fuerza de preguntas se pueda reconstituir el pasado próximo. En este dominio, sobre todo, el método interrogativo es más esterilizador que fecundo y provoca la mentira, la simulación, el sí y el no indiferentemente aplicados a los mismos objetos.

Era necesario primero aprender la lengua alacalufe, cuyo vocabulario y cuya gramática  no  eran  completamente  desconocidos. 

Los alacalufes no conocen sino algunas palabras muy elementales de español y, en ausencia de todo intérprete, esta adquisición fue larga. Aun ahora, nos hallamos lejos de dominar perfectamente la lengua fueguina, llena de riquezas y sutilezas sorprendentes.  Conocemos, sin embargo, lo bastante como para escuchar una conversación e intervenir en la  sin  ser  un  elemento  perturbador.  Nos costó largo tiempo llegar a  esta  simple  etapa. 

Durante semanas, debimos contentarnos con coexistir en silencio. La verdadera toma de contacto se produjo en ocasión de una epidemia que casi exterminó a todo el campamento.  Tuvimos entonces la suerte de salvar a una parte   de   los   enfermos.   Cuando   la   epidemia   terminó, nos   habíamos   incorporado   definitivamente al grupo. 

En esta civilización tan simple como la de los alacalufes, las técnicas materiales se aprenden relativamente pronto.  Participando en una expedición de caza, ayudando a la fabricación de una canoa cavada en un tronco de árbol, mirando en la noche en la cabaña tallar un arpón  de  hueso  y  trenzar  un  canasto,  probando  uno  mismo  torpemente  entre  las  risas de los demás, se aprende muy rápido lo esencial. Y después viene lo importante. Es inevitable que en uno u otro momento  los  indios  hablen  de  su  pasado,  de  sus  tradiciones,  de los ritos que ya no están en uso. Tales conversaciones son más frecuentes de lo que se piensa.  El etnólogo tiene que aprovecharse de ellas.  Si participa por dentro  de  la  vida  del  grupo en el cual vive, si comparte su actividad en la más estrecha convivencia, no con una simple mascara de cordialidad, sino con la simpatía profunda nacida del contacto humano, percibirá bien pronto que las ocasiones de informarse sobre el pasado se le ofrecen a cada instante.  Aunque las informaciones recogidas sean incompletas, tendrán por lo menos el privilegio de la verdad.  Ellas constituirán, además, toda una documentación sobre la psicología del indio y sobre sus reacciones afectivas frente a la historia y al destino de su grupo.  Tales fueron en sus grandes líneas, los métodos de trabajo que nos sirvieron para dirigir nuestra investigación. No quisimos trabajar ni sobre documentos recopilados muchas veces ni sobre testimonios provocados, sino sobre la vida misma, con el mismo ritmo con que ella  se  desarrolla,  sobre  los  vestigios  aún  vivos  de  lo  que  fueron  las  actividades  materiales, psicológicas y religiosas de los indios de las canoas, de los nómades del sur. 

El programa de trabajo consultado constituía, en realidad una mamografía de los alacalufes. Pudimos realizarlo, por lo menos en sus líneas esenciales. Comenzamos por el estudio de los diferentes aspectos de la vida material de los alacalufes, en su estado actual y en lo que sobrevive de sus formas tradicionales.  Las transferencias y los problemas de transculturación técnica son sorprendentes y fáciles de estudiar en este dominio, pues los  contactos continuos  de  los  blancos  o  con  los  mestizos  de  Chiloé  no  datan sino  de  hace  treinta años y hay actualmente utilización simultánea de herramientas o productos de origen industrial y de técnicas primitivas que se remontan sin duda a varios milenios. 

Desde el punto de vista antropológico, todos los datos antropométricos de base fueron obtenidos sobre el conjunto de la población.  El estado sanitario de los indios y la apreciación de su morbilidad constituyeron también un elemento importante de nuestro trabajo.  Su estado sanitario actual es deficiente, a causa de una herencia patológica cargada. Los riesgos de contaminación son permanentes, pues, a causa de su declinación numérica, viven ahora agrupados.

Además, la vecindad de cazadores y pescadores chilotes igualmente nómades, desfavorable a la propagación de ciertas enfermedades   (sífilis,  tuberculosis).  Hemos observado muertes brutales e imprevistas entre seres jóvenes    que parecían hallarse en buena salud. Es siempre de temer que, a causa de las facilidades de contagio y de la fragilidad de los alacalufes, cualquiera epidemia produzca un día estragos masivos y esta vez, irreparables. 

Hemos establecido un inventario de la población indígena que ha vivido en los archipiélagos durante los últimos cincuenta o  sesenta  años,  pues  cada  uno  se  acordaba  fácilmente  de  sus  padres  y  abuelos,  de  sus  hijos  o  de  sus  hermanos  o  hermanas  desaparecidos.  Esta documentación genealógica ha permitido establecer que la rápida cadencia de mortalidad observada durante veintidós meses no era un hecho nuevo y que a debido seguir el mismo ritmo en un pasado reciente.  Hace cincuenta años, los alacalufes eran por lo menos un millar y tal vez mucho más. Las causas de su desaparición eran más o menos las mismas de hoy, pero su renovación se verificaba de una manera más regular.

Actualmente muchos jóvenes matrimonios son estériles y una importante proporción  de  niños  muere  a  temprana  edad.  Toda precisión estadística sobre el porvenir sigue siendo, pues, catastrófica. 

Hemos  podido  establecer  que  los  alacalufes,  cuando  llevaban  todavía  una  vida  étnica independiente, se extendían sobre una gran parte , del territorio del extremo sur: los vestigios arqueológicos son importantes en todo ese dominio, pero en el curso de la primera misión,  fueron  objeto  sólo  de  investigaciones  rápidas  a  causa  de  la  falta  de  tiempo  y  de  medios,  y  sobre  todo  para  no  violentar  la  suseptividad  de  los  indios  escarbando  en  sus  antiguos  campamentos  y  sepulturas.  La segunda  misión  se  preocupó  más  especialmente  de estos problemas de arqueología que serán el tema de una publicación separada. 

Más  importante  que  la  descripción  de  las  técnicas  materiales  de  los  alacalufes,  que  se llega a conocer muy pronto, pues son las de un grupo humano de los más atrasados de la  humanidad,  y  que  el  estudio  de  su  miseria  fisiológica,  es  el  testimonio,  el  testamento,  podríamos  decir,  de  la  vida  mental,  social  y  religiosa  de  esta  minoría  que  está  a  punto  de  perder  su  unidad  étnica  por  la  muerte  de  los  más  y  la  asimilación  definitiva  de  los  sobrevivientes.  Una era nueva se abrió bruscamente ante ellos, la de la  tentación  de  un  modo  de  vida  que  no  tiene  nada  de  común  con  sus  tradiciones  ancestrales.  Poco a poco, por los contactos con los barcos, el puesto  militar,  el  Faro  de  San  Pedro  o  los  cazadores  chilotes, bien miserables, pero a los que ellos consideran como seres superiores, se han ido sumergiendo en un mundo nuevo. Los de más edad tienen la clara conciencia de que todo aquello a lo cual podían sujetarse se ha derrumbado, y los más jóvenes están impacientes por abandonar la dura vida nómade que les pesa, pero ignoran que no llegarán  jamás  a  adaptarse.  De todas maneras, en ausencia de todo plan de conjunto, de educación o de reeducación, solo una ínfima minoría podrá tener acceso a esta vida nueva. 

A la pérdida de muchos elementos de su cultura material corresponde para los alacalufes la perdida de la mayoría de las tradiciones y manifestaciones de la vida religiosa.

No hemos podido recoger sino migajas de estas tradiciones, de estos cantos mítico, de estas creencias y han sido sobre todo el estudio del nuevo psiquismo que ellos han adquirido durante este  periodo  de  decadencia  lo  que  constituye  el documento  humano  al  cual atribuimos más valor.  El mismo ambiente hostil y desolado de la Patagonia Occidental ha conferido a sus habitantes   una   especial   personalidad.   Agregándose   a   este   hecho   geográfico, su   disminución numérica ha tenido por consecuencia su repliegue hacia un presente sin objetivos y un porvenir irremediablemente cerrado.  El grupo de los alacalufes sufre actualmente del complejo de las minorías. 

En 1946 eran poco más de un centenar en un inmenso escalonamiento de archipiélagos más o menos vacíos de seres humanos. En 1953 quedaban 61.  Contrariamente a sus hábitos nómades, tienden a agruparse de una manera estable y, hallando más fácil pedir que buscar, se degradan progresivamente a la condición de mendigos.  Pero ellos lo saben.  Comprenden su incapacidad y están heridos en su dignidad íntima, desalentada y medrosa. Cuando a bordo de los barcos de tránsito los miran con curiosidad festiva, su aparente impasibilidad no es sino una máscara que encubre sus verdaderos sentimientos. 

Nada de esto es nuevo, sin duda.  Y recuerda extrañamente el drama de la desaparición de otras minorías de la América del sur o de otras partes.  Los problemas relativos a la transculturación de los pueblos atrasados están a la orden del día.  Los pueblos colonizadores comienzan a adquirir conciencia de sus responsabilidades frente a estas desapariciones y tratan de remediarlas.  Pero para los alacalufes ya es tarde, demasiado tarde.  Cuando los programas sean elaborados, los últimos alacalufes habrán desaparecido. 


Corría la década de 1940 cuando el reputado antropólogo Joseph Emperaire arribó a la Patagonia austral. Encomendado por el Museo del Hombre de París, su misión consistía en llevar a cabo detenidos estudios etnológicos, antropológicos y arqueológicos de los olvidados pueblos aborígenes del extremo sur. Sus investigaciones, que se extendieron por más de una década, junto a su esposa y colega Annete Laming, dieron vida a trabajos que todavía siguen siendo de consulta obligada para quienes están familiarizados con la bibliografía magallánica. En la Patagonia confín del mundo y Prehistoria en la Patagonia son el mejor testimonio de un esfuerzo científico notable y de un compromiso humano que supera los límites impuestos por la disciplina. Los Nómades del Mar -obra aquí comentada- no podía escapar a esta tónica. Junto a la objetividad y la seriedad en la observación, es posible percibir un afecto profundo nacido de una íntima y prolongada convivencia con un pueblo que a mediados del siglo XX ya daba señales de una agonía irreversible: los alacalufes.

        La riqueza de este trabajo etnológico reside en la particular forma de aproximación que utilizó Emperaire para descubrir los misterios de este pueblo. Una larga convivencia con los "nómades del mar" durante sus sorprendentes recorridos por los canales del sur, confirmó la necesidad de prescindir del método científico clásico basado en cuestionarios y encuestas. Lo esencial era recoger sus testimonios espontáneos y ellos sólo aparecían después de largo tiempo de vida en común, lo que obligó al científico a entrar en comunicación con las categorías mentales de su objeto de estudio. El nuevo método -creado sobre la marcha- imponía como primer requisito aprender la lengua alacalufe e involucrarse con su cotidianeidad. El contacto directo en sus expediciones de caza, la observación, e incluso imitación, en la construcción de sus artefactos y la valoración de sus destrezas -en suma, el abandono del etnocentrismo- iban generando un vínculo que poco a poco entregaba sus primeros resultados: sin tener que forzar la situación, los indígenas comenzaba a hablar de su pasado, de sus tradiciones, de los ritos que habían caído en desuso. Pero el camino no fue tan lógico como aquí lo presentamos. Durante varias semanas, Emperaire se tuvo que limitar a coexistir prácticamente en silencio ante la imposibilidad de cruzar el umbral impuesto por el otro. Fue una desgracia la que le permitió ingresar definitivamente a la comunidad: con ocasión de una epidemia que casi exterminó a todo el campamento que estudiaba, nuestro antropólogo tuvo la suerte de poder salvar la vida de algunos enfermos. Desde ese instante pasó a formar parte del grupo.

        Los nómades del mar es, sin duda, uno de los trabajos de mayor enjundia y profundidad que se hayan escritos sobre los alacalufes. A pesar que presenta algunos datos erróneos o esboza juicios históricos discutibles, es una obra invaluable como testimonio de un grupo humano desaparecido.

        Este libro fue publicado originalmente en francés en 1955 bajo el cuidado de la Editorial Gallimard de París. Debido a su importancia, la Comisión Central de Publicaciones de la Universidad de Chile decidió traducirlo y para ello comisionó a Luis Oyarzún. La obra aparece finalmente en 1963, cinco años después de la trágica muerte de Emperaire, aplastado por un desmoronamiento en un terreno de excavaciones. Hoy, luego de treinta y nueve años de la primera edición en castellano, Lom Ediciones nos da la oportunidad de disfrutar de un precioso esfuerzo científico. Sinceramente se les agradece.

LOS NÓMADES DEL MAR. Joseph Emperaire. Lom Ediciones. Santiago, 2002.



El continente sudamericano es el hogar de varios grupos humanos en peligro de extinción. Los últimos indios alakaluf, confinados en el mundo hostil de los archipiélagos de la Patagonia occidental, han entrado recientemente en los rápidos y paralelos caminos de la asimilación y la desaparición. Son estos indios Alakaluf los que forman el objeto de este estudio. En una civilización tan simple como la de los Alakaluf, las técnicas materiales se aprenden con relativa rapidez. Al participar en una expedición de caza, ayudar a hacer una canoa excavada en el tronco de un árbol, observar, por la noche en la cabaña, tallar un arpón de hueso y tejer una canasta, aprende rápidamente lo esencial. Y entonces, sucede lo más importante. Es inevitable que en un momento u otro, los indios hablen de su pasado, de sus tradiciones, de ritos que ya no están en uso. Este libro es el resultado de dos años de presencia y cotidianidad con los indios Alakaluf. Estudia, de la manera más objetiva, la vida de esta etnia, buscando al hombre en su totalidad, y no algunos de sus aspectos exóticos y pintorescos, los únicos que se pueden conocer desde fuera. Representa mucho más que una simple monografía: es un estudio muy profundo, a la vez etnológico, histórico y geográfico.




 

EFEMÉRIDES MAGALLÁNICAS: En un día como hoy, pero del año 1958, fallece, trágicamente, el destacado arqueólogo Joseph Emperaire, quien realizó investigaciones en la Patagonia chilena


Sus aportes y la dispersión de los estudios sobre el pueblo canoero llevaron a su intención de rescatar un registro vivo de dicha cultura. Su obra destaca la importancia de los pueblos originarios.
Este la primera parte sobre Joseph Emperaire y se refiere a una nota escrita por Guy de Beauchêne en la Journal de la Société des américanistes que es una revista científica de prestigio internacional, fundada en 1895, que ha publicado, sin más interrupción que las debidas a las dos guerras mundiales, una suma insustituible de estudios franceses y extranjeros. Es una de las únicas revistas del mundo que se dedica a las sociedades y culturas amerindias consideradas en toda su historia, es decir, desde sus orígenes hasta la actualidad. La originalidad y riqueza de la revista radica en su apertura disciplinaria, que reúne la prehistoria, la arqueología, la etnología, la historia, la lingüística y la sociología.
En el tomo 48 del año 1959 aparece una necrología y de ahí destaco lo siguiente:
"El 12 de diciembre de 1958, despachos de la agencia anunciaron la muerte de un joven arqueólogo francés en la Patagonia. Pronto supimos que se trataba de José Emperaire y la noticia causó consternación en el Museo del Hombre donde trabajaba en el Departamento de América.
Algunos detalles recibidos más tarde revelaron las circunstancias del accidente: mientras excavaba solo en el sitio de Ponsonby en la isla Riesco, quedó enterrado bajo un deslizamiento de tierra. Su esposa, al no verlo regresar, fue a la excavación y logró despejarla con la ayuda de un trabajador. Lamentablemente ya era demasiado tarde y a pesar de la prontitud de la ayuda enviada desde Punta Arenas no había nada más que hacer.
Emperaire nació el 10 de marzo de 1912 en Semmons (Isère); Después de sus estudios, siguió cursos en el Instituto de Etnología y emprendió el camino de la investigación etnológica. Se incorporó al Centro Nacional de Investigaciones Científicas en 1949 y fue nombrado Oficial de Investigación en 1956.
A partir de 1945 participó en investigaciones prehistóricas en Francia y completó su formación en el Musée de l'Homme y en la Facultad de Lyon.
Encargado por el Museo del Hombre de una misión etnográfica en la Patagonia Occidental, recorrió los archipiélagos en un velero de siete metros, en compañía del Dr. Robin, realizando el estudio etnológico, lingüístico y antropológico de los últimos grupos supervivientes de fueguinos, en particular Alakaluf.
También realiza prospecciones iniciales y excavaciones en los yacimientos arqueológicos del Estrecho de Magallanes y Tierra del Fuego. La misión duró desde diciembre de 1945 hasta agosto de 1948.
Al regresar a Francia, participó nuevamente en excavaciones arqueológicas, estudió el material traído y preparó una segunda misión. En 1950 recibió el Premio Liotard de manos del Presidente de la República por su labor.
La Patagonia chilena lo vio regresar en junio de 1951 para continuar sus investigaciones arqueológicas, que continuó hasta noviembre de 1953. Su esposa, Annette Laming, también etnóloga, se unió a él en octubre de 1952 y en adelante participaría en casi todas sus misiones. Muchos sitios fueron excavados o reconocidos durante esta campaña.
De regreso a Francia, emprendió el estudio de los documentos recopilados; pero pronto, a petición del profesor Paul Rivet, se embarcó hacia Brasil para estudiar los “sambaquis”, estos montones de conchas, antiguos hábitats de los hombres prehistóricos. Luego exploró los sambaquíes de la costa del Estado de Sâo Paulo y realizó, en condiciones muy duras, de marzo a octubre de 1954, excavaciones en la región pantanosa del canal de Batioga
Con su esposa emprendió una nueva campaña de excavaciones en la región lagunar de Cananeia, entonces en la costa del Estado de Paraná. Esta misión duró desde junio de 1955 hasta abril de 1956.
Tras una breve estancia en Francia, regresó a Brasil donde, de diciembre de 1956 a enero de 1958, impartió un curso en la Universidad de Paraná, sin descuidar sus excavaciones de sambaquíes y depósitos de piedras talladas en varios puntos de la costa. el interior. De enero a mayo de 1958 reanudó sus excavaciones en solitario en la Patagonia chilena y descubrió la ciudad del Rey Felipe. De mayo a octubre, después de un viaje.de estudio en los estados de Rio Grande do Sul y Santa Catarina, reanudó sus investigaciones en Paraná y más especialmente en el sambaqui de Guaraguassu que excavó con su esposa.
En octubre de 1958 partió nuevamente, en compañía de su esposa y su hija, hacia la Patagonia chilena donde, después de haber visitado nuevamente los yacimientos de la costa norte del Estrecho de Magallanes, reanudó las excavaciones iniciadas en la isla Riesco. el sitio de Ponsonby; allí moriría el 11 de diciembre de 1958.
Su esposa continuó valientemente el trabajo hasta junio de 1959, primero sola y luego, a partir del 8 de febrero, con la ayuda de Henri Reichlen, que vino especialmente desde París para este fin. Luego regresó a Paraná donde continuó las excavaciones de junio a octubre de 1959.
Los trabajos y publicaciones anteriores de José Emperaire, así como sus últimas investigaciones, han hecho una importante contribución al estudio de las regiones aún poco conocidas de la Patagonia, tanto sobre los indios en peligro de extinción como sobre los sitios arqueológicos. Su trabajo sobre los sambaquíes brasileños no es menos interesante.
Entre los resultados más llamativos podemos recordar, además de su estudio etnográfico sobre los últimos Alakaluf.
En la Patagonia, las investigaciones realizadas entre 1951 y 1958 demostraron la existencia de varios períodos distintos de ocupación humana prehistórica, siendo los más antiguos los que siguieron de cerca el retroceso de los últimos glaciares, probablemente a través de la zona atlántica.
Los sitios en la frontera chileno-argentina podrían fecharse, mediante carbono, entre 8 y 9.000 años para los niveles antiguos. Toda una serie de etapas conducen a los Téhuelches, sin que estos hayan adquirido nunca los conocimientos de agricultura, alfarería y pulido.
En el Estrecho de Magallanes y los mares interiores se han destacado tres etapas. La secuencia es particularmente clara en el sitio de Ponsonby, Isla Riesco, donde iba a morir José Emperaire. El nivel más antiguo fue datado por el laboratorio Saclay con 6.500 años. El nivel más reciente, que se remonta a oire de Saclay, hace 6.500 años. El nivel más reciente, que data de hace 1.000 o 2.000 años, muestra una industria cercana a la de los antiguos fueguinos.
Los depósitos industriales de obsidiana se han datado en hace 9.000 años y la cueva del Milodón, en 10.000 años.
Todo este trabajo, complementado con algunas investigaciones en otras regiones para establecer correlaciones entre sitios conocidos, formaría el tema de una Prehistoria de la Patagonia, algunos de los capítulos ya habían sido esbozados por José Emperaire con su esposa. Este último tiene la intención de completar el trabajo.
La desaparición de José Emperaire afectó profundamente a todos sus amigos y a quienes lo conocieron. En Brasil y Chile, donde representó bien a Francia y donde fue muy apreciado, dio lugar a conmovedoras expresiones de simpatía individual o colectiva. La embajada de Francia en Chile ha recibido numerosas expresiones de pésame y sería demasiado largo enumerar los diarios y revistas sudamericanos que le dedicaron un artículo, y las empresas o instituciones que le rindieron homenaje.
También en Francia tuvieron lugar varias manifestaciones, en particular ante la Sociedad de Americanistas, en su sesión de febrero de 1959.
Emperaire, que era la modestia misma, no hubiera querido que se hablara de él en términos demasiado elogiosos. Sin embargo, es imposible silenciar sus cualidades de observador, su rigor científico, su rectitud moral y la gran honestidad de su carácter y de su vida".
Guy de Beauchêne.



Continuará