Un trabajo de seguimiento sobre una especie de págalo, una familia de aves emparentadas con las gaviotas, está a punto de demostrar que es una de las principales aves migradoras del planeta, que lo cruza de sur a norte, desde la Antártida al norte de Europa. La investigación ha sido desarrollada por el Instituto Argentino Antártico, encargado de la gestión medioambiental de las bases antártidas de este país, y ha contado con la participación del experto Antonio Sáenz de Santamaría.
Sáenz de Santamaría, que en noviembre visitó la Antártida, describe a este continente como "el más seco, ventoso y frío", lo que influye decisivamente en su entorno. "La vida, excepto en el caso de invertebrados, paces y el pingüino emperador, se da solo en el verano antártico, de noviembre a marzo", explica a DiCYT el experto.
En este periodo, explica el ponente del curso de la Asociación Veterinaria para la Atención de la Fauna Exótica y Salvaje (Avafes), "las 24 horas de sol y el afloramiento de los sedimentos" produce una reacción en escala en la vida del continente. Estas dos circunstancias son aprovechadas por diatomeas, algas microscópicas, para su crecimiento.
El krill, banco de crustáceos similares al camarón, aumenta su población alimentándose de estas algas. El crecimiento de estos invertebrados supone un efecto llamada para especies animales de diferentes lugares del planeta. Para alimentarse de ellos, llegan a las costas antárticas ballenas desde California o Argentina, focas que habitan la banquisa antártica y algunas aves.
"Llegan hasta el continente cormoranes, charranes o albatros, en total muchas aves, y sus predadoras", explica Sáenz de Santamaría. Entre ellas la gaviota cocinera o el págalo polar o antártico (Stercorarius maccormicki). También alcanzan cotas antárticas "millones de pingüinos, juanito, barbijo o de Adelia, que devoran toneladas de krill".
Durante el tiempo que dura el verano antártico, se produce una eclosión de vida en el continente blanco, pero es de corta duración. "En dos meses, los pingüinos, tienen que hacer sus nidos, aparearse y criar a su descendencia, antes de iniciar el viaje de regreso".
En total, según Sáenz de Santamaría, existen "39 especies de aves en la Antártida". Aunque la diversidad de especies es baja, su número no: "Hay millones de cada una". Estas especies son endémicas, "exclusivas de la zona que, como muy lejos, alcanzan las Malvinas". Entre las aves que pasan el verano antártico, se encuentran de las mayores migradoras.
Es el caso del charrán ártico, que vuela de polo a polo atravesando el Atlántico, y el págalo antártico. La investigación científica con la que ha colaborado Sáenz de Santamaría está cerca de confirmar que esta ave llega a desplazarse hasta el norte de Europa, en un viaje de 30.000 kilómetros, en busca de alimento y un lugar para pasar el invierno antártico.También está el albatros, que aprovecha las corrientes que se forman en la convergencia marina (zona de confluencia del océano Glaciar Antártico con el Pacífico, el Atlántico y el Índico) para desplazarse miles de kilómetros. "En el viaje desde Ushuaia hasta la península Antártida se observan grandes cantidades", describe el especialista.
Esta zona de confluencia supone una barrera importante para la fauna y propicia "animales muy fuertes", al sur. El 90% de los peces, explica Sáenz de Santamaría, no es capaz de atravesarla. Además, especializa a los habitantes del continente meridional y sus aguas. "Existen peces sin hemoglobina, que disuelven el oxígeno en la sangre o que cuentan con glicoproteínas, que actúan como los anticongelantes de un coche".
En el contexto de cambio global, el especialista, licenciado en Geografía e Historia por la Universidad del País Vasco, explica que "los grandes glaciares de la Antártida, que proceden del interior del continente y alcanzan el mar y la blanquina", el manto de hielo que lo circunda y es dos veces la superficie continental, "se descongelan antes".
En las zonas donde había banquisa y se ha retirado el hielo afloran especies desconocidas hasta ahora. La paradoja es que, aunque se permita su conocimiento a los científicos, la luz solar actúa sobre ellas, por lo que "no se sabe qué efecto puede tener en un futuro".
Tampoco se conoce su influencia, pero Sáenz de Santamaría explica que la reducción de la banquisa permite a barcos pesqueros adentrarse en las aguas antárticas de los mares de Ross y de Weddell, lo que puede afectar a su fauna. "La Antártida es un continente enorme, pero con pocas posibilidades de recuperar un desajuste biológico", resume. (Fuente: DICYT)
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