lunes, 12 de abril de 2010

Habla el hombre que construyó la primera pista de aterrizaje en la Antártida



24CON habló con una de las personas que hizo posible el primer gran aterrizaje en ese continente. Sólo tenían picos y palas. Durante la noche se congelaban en una pequeña carpa.

Aislados, completamente aislados. La única comunicación era la radio siempre y cuando la batería tuviese suficiente energía y la climatología no hiciera imposible recorrer a las ondas tamaña distancia. Helados, soportando sobre sí temperaturas constantemente muy por debajo de los cero grados. Y esforzándose, cumpliendo un deber al que muchos habían tildado de locura.


La Antártida, el sexto continente, inhóspito y casi inhabitado estaba a punto de cambiar a manos del hombre. Lejos de ser un cambio destructivo, la acercaría mucho más a los otros continentes. Personal de la Fuerza Aérea Argentina, sufriendo y arriesgando su propia vida y sólo con picos y palas, construyó la primera pista de aterrizaje en el frío paraje.La primera bandera Argentina sobre la Antártida flameó el 22 de febrero de 1904, desde entonces durante más de 100 años el país mantuvo presencia ininterrumpida en el continente. Desde la década del 50 la Fuerza Aérea se encomendó unir por el aire las bases antárticas de la Marina y el Ejército con el continente, además de realizar puentes aéreos inter bases, aunque esta tarea no era fácil.

Avión C 47 apodado El Montañes. Se le colocó una turbina en su cola para volar en la Antártida


Primero se sucedieron algunas aventuras e hitos históricos que llevaron a modificar aviones y crear injertos únicos para poder completar vuelos antárticos, sobre el polo y hasta para lograr unir América con Oceanía a través de rutas antárticas. Sin embargo hasta el año 69 no se logró concretar un puente aéreo efectivo entre el continente blanco y Argentina: todo tráfico de carga y efectivos continuaba siendo por barco.

Avión DHC Beaver. Hoy se encuentra en el Museo de Aeronautica de Morón

El Suboficial Mayor Juan Carlos Lujan, con más de 40 años de vida antártica, contó a 24CON cómo fueron esos días de aventura y frío en los que construyeron a mano una pista de más de 1200 metros para que pudieran aterrizar aviones de gran porte: “Estábamos aislados, el buque nos dejaba a un kilómetro de la base Matienzo, donde estábamos destinados, y volvía a buscarnos un año después” comenzó relatando lo que fue la proeza realizada por la Patrulla Soberanía. “Se buscaron lugares en la Isla Seymour, y por medio de fotografías aéreas se constató que había una meseta de 3 kilómetros por 4, la isla tiene 18 por 8. Nos ordenan ocupar, armar un vivac y labrar un acta de toma de posesión”.


Rodeados sólo de nieve y con la base más cercana inalcanzable sin ayuda (ubicada a más de 200 kilómetros) debieron instalarse y comenzar a trabajar. “Las condiciones de los hielos no fueron favorables, se sobrevoló la zona y con un Beaver se anevizó, se trasladaron picos, palas y barretas, se instaló una base abajo junto al avión en un campo de hielo y se subía a pie hasta la meseta todo lo necesario, se tardaba dos horas y media mientras el Beaver iba y volvía de Matienzo con más materiales. La superficie (donde se construiría la pista) era arcillosa de barro congelado con piedras de distintos tamaños. Se trabajó sacando piedras grandes, colocando piedras más chicas en su lugar y alisando el terreno para que pueda rodar sin obstáculos las ruedas de un avión”.


Bajo el pálido sol de los meses con luz comenzaron con sus propias manos a despejar el terreno que recibiría a los aviones desde el continente y con ellos afectos y regalos de las familias. El 20 de julio del 69 el mundo entero se maravillaba con la llegada del hombre a la luna, sin embargo los antárticos sólo pudieron oír por radio algunas noticias del suceso ya que las transmisiones televisivas no llegaban al austral continente, a su alrededor era todo nieve y sus pensamientos eran ocupados casi exclusivamente por el penetrante frio: “La carpa era lo único con temperatura positiva, pero cuando dormíamos se nos congelaba la boca y la barba y después no podíamos hablar. Mientras dormíamos dentro de las bolsas se nos formaban estalactitas en la nariz por la humedad de la respiración”.


Cuando lograron despejar 300 metros de largo por 25 de ancho, el 25 de septiembre de 1969, el mismo Beaver que los había dejado sobre la nieve pudo aterrizar por primera vez sobre sus ruedas y no sobre esquíes como lo hacía habitualmente. Con varios días ya de trabajo fue necesario que un avión Hércules C130 que había despegado de El Palomar les llevara nuevas herramientas. Por medio de un lanzamiento de carga a baja altura les dejó picos, palas y carretillas, “Los picos que eran de 50 centímetros estaban en 25, gastados, pegábamos contra las piedras y no pasaba nada, necesitamos nuevos. Dos de las carretillas se destruyeron en el lanzamiento pero con otras despejamos las piedras que habíamos dejado al costado de la pista” explicó el Suboficial Mayor y continuó “cuando llegamos a los 900 metros de extensión pusimos tambores de combustibles, dos en cada cabecera, para con fuego y humo demarcar la pista”.El momento del logro llegó el 29 de octubre de 1969 cuando el avión Fokker 27 matricula TC-77 en vuelo directo desde Rio Gallegos posó por primera vez sus ruedas sobre la Antártida dándole vida a la Base Marambio, la más grande que posee la argentina en esas frías latitudes. Ese día se transformó en un hito mundial que tardó varios años en ser repetido por otros países en el casquete polar.



Avión C130 Hércules aterrizando en la Base Marambio en la Antártida Argentina



Sin embargo el trabajo no había terminado, junto con el Fokker llegó la primera dotación de la base la que alargó la pista hasta 1200 metros y construyó varias edificaciones para albergar todo el personal y el material necesario para la operación de aeronaves de gran porte. El objetivo final era permitir que aviones pesados, como el C-130, puedan unir América con la Antártida sin necesidad de alguna modificación o procedimiento especial. “El 11 de abril de 1970, el Hércules TC-61 aterrizó con tren convencional en la Base Marambio. Esos vuelos cambiaron la Antártida, ahora desde la primera Brigada Aérea de El Palomar se llega en 6 horas 45 a Marambio, cuando un barco lo hace en 15 días. Lleva más de diez mil kilos de carga. Permite el abastecimiento todo el año. El avión es el nexo de la Antártida con el resto de Argentina” finalizó el militar.

La Base Marambio fue así la primera pista de aterrizaje del continente blanco que permitió el vuelo regular de aviones achicando las distancias y convirtiéndose en la puerta de entrada a la Antártida. Las experiencias de la Fuerza Aérea en al Antártida sirvieron para afianzar las rutas transpolares que unen Argentina con Australia volando por sobre el continente blanco permitiendo su explotación comercial como también al posibilidad de establecer familias en el austral continente y la rápida respuesta ante cualquier emergencia. 40 años después los aviones de la Fuerza Aérea operan diariamente en esa pista enfrentando los mismos peligros y el mismo frio que debió soportar Suboficial Mayor Juan Carlos Lujan y sus compañeros.
11 de abril de 2010
CONURBANO

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