martes, 21 de mayo de 2013

PATAGONIA/CINE: A un lado del alambre


El realizador francés Mathieu Orcel decidió retratar la veranada. Esa experiencia que cambió su vida quedó registrada en “Para los pobres piedras”, un filme documental que se posa en la difícil tarea de subsistencia de una familia, mientras “el progreso” le gana territorio y vive cada vez más cercada. El estreno será hoy a las 21 en el Espacio INCAA de Cinco Saltos. El jueves 30 se proyectará en La Conrado.


Neuquén > La Patagonia interminable, infinita y árida. La comunidad se reúne alrededor de un proyector y desde el cielo las gotas sorprenden en una geografía donde la sequía es su cara más conocida. Mientras, y desde la pantalla, Cecilia, la guía espiritual, eleva una rogativa para que no falte la lluvia en su comunidad… Su canto abandona la “ficción” y se hace efectivo en ese mismo momento, a la vez que se transforma en llanto por su muerte. Y esa escena intensa, guionada por la mística pluma del universo, sucedió en el mismo momento en que sus propios protagonistas asistían a la proyección de “Para los pobres piedras”, un filme documental del realizador francés Mathieu Orcel que decidió posar su relato en una familia de la comunidad Paineo (cerca de Zapala) para poder retratar la veranada y las dificultades de vivir en un territorio vasto y muchas veces hostil.
“Elegí esa familia justamente por su complejidad. Donde Cecilia, la pillan cuse,  que es como la machi en Chile, es de raíz totalmente mapuche, hablante mapuzungun, y su marido Don Ernaldo es un vasco francés de ojos azules. Él aprendió la cultura mapuche. Nació ahí, se casó con ella y se ‘mapuchizó’, por decirlo de alguna manera. Me pareció interesante retratar eso”, contó el director, que aseguró que este ejemplo sirve para salir de algunos lugares comunes que se apoderan del pensamiento como el “cliché de que los mapuches quieren estar solos”.
“No hay una cuestión de volver a un estado donde estarían sólo los mapuches, como a veces se piensa. Es al revés”, sostiene el realizador.

Quedarse y entender
Orcel estudió filosofía y antropología en París, pero según dice fue Argentina el país que le permitió desarrollarse como realizador. Y en esa carrera -en la que ya lleva numerosos trabajos, incluso para canal Encuentro- fue determinante su llegada a la Patagonia.
En 2001 Mathieu arribó a la zona para trabajar con un amigo en la realización de un documental. Con la idea de instalarse por sólo dos semanas, el primer impacto fue tal que decidió quedarse: “Me impactó la región y el potencial tanto del lugar como de la gente, su modo de existir, que me propuse filmar”.
Desde ese primer contacto hasta que se concretó este proyecto pasaron dos mediometrajes y cuatro años de convivencia con las comunidades Ragiñ Ko (cerca de Senillosa)  y Marifil (Limay centro). Algo que Orcel sintió necesario para intentar comprender su cosmovisión, y tiempo en el que finalmente aprendió a hablar su lengua, el mapuzungun (hablar de la tierra), y emprendió el viaje de trashumancia que tanto lo impactó.
“Empaparme de esa cultura y esa cosmovisión fue absolutamente maravilloso. Pero también transitar esos caminos para llevar los animales a la veranada, y a su vez ver los alambrados y toda esa cuestión ‘moderna’ es difícil de entender”, relató el francés, y da pie a otra cuestión de su relato que tiene que ver con el trasfondo político y con la lucha de las comunidades por preservar su forma de vida. Aunque en seguida marca la distancia y dice que no se trata de un documental de denuncia, sino más bien un filme -con determinado trabajo estético-, que al intentar retratar la veranada, inevitablemente tiene que mostrar los alambres que fuerzan a los campesinos y sus animales a emprender viajes interminables en busca de pasturas. De ahí también el título del filme que parte de un proverbio de la zona que dice: “para los pobres piedras, para los ricos tierras”.
“El camino que recorren es increíble, es muy difícil de hacerlo. Los animales se mueren. Es pura piedra, calor y sequía al principio. Y después frío, pero siempre está la piedra. Además, en esa comunidad el único uso del alambre es para los muertos, para proteger las tumbas en el monte, para que los animales no pasen a destruirlas. Entonces, ellos se sienten como muertos. Y a la vez pienso: ¿cómo un alambre, que es un hilo de metal finito termina acechando y traumatizando toda una comunidad humana, en el silencio total? Porque no está mediatizado, no está visibilizado”, se alerta y se plantea que quizás en algún momento vaya a rodar la segunda parte de proverbio que no está registrada en este filme, “Para los ricos tierra”, para poder entender cómo “del otro lado del alambre no se dan cuenta de lo que le están haciendo a estas comunidades”.
Una mirada distinta
Desde este lado del hemisferio, históricamente se han criticado -tanto en el campo de las ciencias sociales como de otras disciplinas-, la mirada eurocéntrica de distintos abordajes de nuestras culturas. Consciente de ello, a la hora de retratar la vida de las comunidades, Orcel trató de despojarse de preconceptos y minimizar las contradicciones que sufría con respecto a un modo particular de ser completamente diferente al suyo.
Su respuesta ante todo eso fue quedarse.
“No quería ir un mes, filmar imágenes chiclés y volver a Francia a editar, sino más bien quedarme a vivir con ellos”, contó sobre la decisión que le permitió introducirse en los pormenores de una cultura que, al igual que todas, tiene sus aspectos “positivos” y “negativos”.
“No me interesaba reproducir esa idea del ‘indio bueno’, sino mostrar todas sus complejidades”, tarea nada fácil para un foráneo que irrumpe en la cotidianeidad de una comunidad y, encima de todo, pretende retratarlos.
Según cuenta Orcel, debió atravesar un largo camino hasta que fue aceptado. Pasó seis meses trabajando como peón en la comunidad mientras nadie le dirigía la palabra. Y hasta, según admite, en un momento pensó en desistir de su proyecto. Pero fue justamente ese día en que llegaba exhausto tras una dura jornada, que fue sorprendido.
“Cuando llegué a la noche estaba Teófila, la lonco, con toda la comunidad en el salón comunitario, que me recibió y me dijo en mapuzungun: 'A partir de ahora te llamarás Peñi (hermano) y serás parte de la familia'. Y ahí cambió absolutamente todo. La gente abrió sonrisas y me ganó una sensación de adentrarme, de repente. Y ella me inició al mapuzungun y realizó un canto sagrado. Ahí empecé a ver. Y recién después de eso quise filmar, y con ellos. No es un trabajo de afuera, sino que nace con la gente del lugar y de sus ganas de juntarse por una causa”, contó el realizador que a la distancia evalúa que fue un período “difícil”, pero que valora porque le ayudó a cambiar su visión.

Mirar cómo se vive
Además de delinear cuestiones de contenido, su larga estancia en esos parajes también le permitió construir una estética particular, ya que “siempre filmó en las mismas condiciones que vive la gente”.
En cuanto a lo técnico, Orcel prescindió de cualquier “comodidad” o avance tecnológico. Para registrar la veranada prefirió transportarse a caballo, al igual que sus protagonistas. Además, y para abandonar el cliché de las imágenes postales que constantemente se reproducen de la Patagonia, también descartó el uso de imagenes full HD y  panorámicas. “No quería que sea un filme de imágenes hermosas de la Patagonia porque no era el propósito, sino lo contrario: mostrar la dureza de este viaje, que en cierto modo es una belleza, pero que se vuelve bello no por la tecnología usada”, explicó, al tiempo que comentó que el ritmo narrativo también está fuertemente marcado por los silencios: “Silencio con el que esta gente comunica”.
Como todo retrato, un filme es sólo un recorte. Una vez terminado el proyecto, la vida sigue andando, y las historias que hoy vemos en pantalla se ven modificadas: la de sus protagonistas, sobre todo…
En medio del rodaje, la machi de la comunidad, Cecilia, murió. Y ese intenso momento quedó registrado en “Para los pobres piedras”. En el instante de asistir a la proyección, la comunidad revivió ese hecho y fue sorprendido por la lluvia en medio de sus cantos de rogativa. El filme ya estaba terminado y, sin embargo, el universo le ofrecía un nuevo final.  (A.N.)
Universalizar

Convencido de que “un filme tiende a universalizar, a magnificar, a volver a una persona un personaje protagonista de una historia”, Mathieu se alegra de poder haber ayudado a las comunidades a dimensionar de manera diferente y a dejar plasmada su lucha. Y sobre todo de haber llegado a distintos festivales internacionales con esta historia. Así, el filme participó de la competencia oficial del 7º Festival Internacional de Cine Documental de México, y estuvo dentro de la selección oficial del 32º Festival International du Film d’Amiens, France, además de 25º Festival Cinelatino de Toulouse, Francia y el 11º Festival Regards d’Ailleurs de Dreux.
Periplo

Después de su proyección en Cinco Saltos,  el filme llegará el martes y miércoles, a las 21.30, al Espacio INCAA de Zapala (avenida San Martín 281). Mientras que en San Martín de los Andes se proyectará en el espacio que funciona dentro del Centro Cultural Cotesma, el martes a las 20.30 y el jueves a las 21. A Neuquén llegará recién el jueves 30. La proyección será a las 21 en La Conrado Cultural (Yrigoyen 138).
Proyectos

Methieu Orcel trabaja tanto con señales de televisión de su país como de Argentina. Actualmente está desarrollando una serie sobre médicos itinerantes en todo el mundo que asisten a comunidades muy alejadas de centros de salud. Además, tiene un proyecto para canal Encuentro (donde ya se emitió “Salida de emergencia”, una serie documental sobre la identidad y la diversidad sexual alrededor de la Argentina), la realización de una serie sobre la historia de Susana Trimarco y Marita Verón, y hasta uno de ficción.

La Mañana, Neuquén


TRAILER "PARA LOS POBRES PIEDRAS" DE MATHIEU ORCEL 2012 









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