El proyecto genera resquemores en Washington por la posible participación de China en el financiamiento del proyecto
El presidente Alberto Fernández impulsará la construcción de un Polo Logístico Antártico en Ushuaia, con la idea de convertirlo en una escala casi obligada en la ruta marítima al continente blanco.
El proyecto, que se remonta a los tiempos de la presidencia de Cristina Kirchner y exigiría una inversión superior a los 300 millones de dólares, amenaza con generar cortocircuitos con el gobierno de Estados Unidos, por la desconfianza que le genera la posibilidad de que el emprendimiento se lleve adelante con financiamiento proveniente de China. Especialmente en una zona considerada estratégica.
Fernández hizo el anuncio en el encuentro de camaradería con las Fuerzas Armadas, al transmitir la nueva Directiva de Política de Defensa Militar, que fija los lineamientos estratégicos del área, con un fuerte énfasis en el control y la vigilancia de los espacios marítimos.
“Se avanzará en la construcción del Polo Logístico Antártico en la ciudad de Ushuaia, de manera que pueda ser aprovechada su estratégica ubicación geográfica para abastecer a las bases antárticas nacionales de forma rápida y eficiente”, dijo el Presidente, junto al ministro del área, Agustín Rossi.
La ambiciosa inversión obliga a una planificación por etapas y el primer tramo comprendería el traslado de la Base Naval Ushuaia a un predio en la península de la ciudad, donde se localizaba el viejo aeropuerto, con la construcción de un muelle, viviendas para el personal naval y una planta de tratamiento de efluentes, entre otras obras. Todo ello tendría un costo de US$83,6 millones. Se solventaría, en parte, con recursos de la obra pública y del Fondo Nacional de la Defensa (Fondef), creado para favorecer el equipamiento militar.
Prevenciones en Estados Unidos
Los resquemores de Estados Unidos –reflejados en gestos y señales- se fundamentan en las dudas que genera el posible financiamiento de la construcción de la base y las manos que tendrán a su cargo, finalmente, el manejo operativo. Inicialmente, Rusia había mostrado interés en participar del proyecto.
Al visitar la Argentina en abril pasado, el jefe del Comando Sur de Estados Unidos, almirante Greg Faller, pidió viajar a Ushuaia para conocer in situ el probable destino de la base logística y dejó trascender su preocupación por la posible intervención de China en el proyecto. “Más que en el financiamiento, el problema es quién operará esa base”, señalaron fuentes castrenses a LA NACION.
El almirante Faller no fue recibido por el gobernador de Tierra del Fuego, Gustavo Melella, pero sí se reunió con el intendente de Ushuaia, Walter Vuoto, quien pertenece a La Cámpora y está enfrentado con el mandatario. Para recibir al jefe del Comando Sur viajó a la provincia fueguina el secretario de Estrategia y Asuntos Militares del Ministerio de Defensa, Sergio Rossi, primo del ministro.
El modelo de Chile
El gobierno argentino le asigna una importancia geopolítica al proyecto, dado el impulso que tomaría una base de aprovisionamiento en “las puertas” de la Antártida, en momentos en que Chile también apuesta a una mayor presencia naval, con el respaldo de una base logística en Punta Arenas.
“La Argentina es el país más atrasado en esto. No vamos a ganar la carrera, se requiere una política más activa. Chile está en otra escala: lleva turistas a la Antártida.”, dijo a LA NACION el exdiputado nacional Carlos Gastón Roma (Pro), estudioso de los temas de Defensa, al plantear dudas sobre la concreción del proyecto, cuyos primeros borradores, dijo, datan de los años 90.
Convencido de que no habrá capacidad económica para afrontar un proyecto de más de US$300 millones, Roma puso el ejemplo de Chile, que financia sus planes antárticos “con el turismo, el cobro de los servicios de logística que realizan las Fuerzas Armadas y la reinversión en infraestructura”.
Al aprovisionamiento de los barcos que llegarían al Polo Logístico se incluirían en el proyecto otros servicios, como la gestión del retiro de los residuos, que no pueden mantenerse en las bases antárticas.
El Tratado de 1961 prohíbe fortalecerla presencia militar en la Antártida y solo permite avanzar con iniciativas que tiendan al desarrollo de la investigación científica y las operaciones de apoyo logístico. El creciente tráfico marítimo en la zona reaviva el interés por contar con una base de aprovisionamiento propio, con servicios a otros países.
“La preocupación, además, se basa en que China tiene cuatro bases en la Antártida y está construyendo una quinta estación, lo que contribuye a la incertidumbre y el temor. Si bien son emprendimientos científicos, podrían instalar satélites y no habría mucho control”, explicaron a LA NACION fuentes que conocen el ambiente militar.
Mariano de Vedia
La Nación
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