Daniela Jofré, Centro IDEAL. El aumento de temperatura en el Planeta producto del cambio climático está afectando a un sinnúmero de organismos en diferentes latitudes, por lo cual se hace de vital importancia entender los procesos biológicos que ciertas especies pasan cuando su entorno cambia de manera abrupta.
Es el caso del pez Harpagifer antarcticus, que habita en el continente blanco y que ha sido ejemplo de varias investigaciones, dando cuenta de su casi nula capacidad de adaptación al cambio climático. Esta situación se vuelve más acentuada, debido a los reportes que indican una mayor temperatura en pozas intermareales -hábitat de esta especie- donde las temperaturas han bordeado los 20°C.
Es por ello que, un equipo de investigadores analizó la respuesta fisiológica del H. antarcticus, estudiando cuánto es el máximo térmico que esta especie puede soportar y cuánto tarda en recuperar su homeostasis (capacidad de mantener su sistema estable ante cambios externos). El estudio fue liderado por Julia Saravia, genetista e investigadora doctoral del Centro de Investigación Dinámica de Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes (IDEAL) de la Universidad Austral de Chile (UACh).
El estudio dio cuenta de la plasticidad de esta especie, ya que pudo mantenerse a temperaturas ampliamente superiores a lo que está acostumbrada (18°C), con rangos de aumento a razón de 0.3°C y 1°C por minuto. No obstante, H. antarcticus fue incapaz de mantener su fisiología intacta por mucho tiempo, sufriendo problemas osmóticos catastróficos.
“Los ensayos de temperatura crítica máxima son muy utilizados en fisiología térmica, y nos permiten estudiar el repertorio de respuestas de corto plazo. Los resultados que obtuvimos son de gran aporte a futuras investigaciones sobre peces antárticos en esta área, a la vez de que nos dio un mayor entendimiento de lo que ocurre no solo a nivel fisiológico, si no también molecular en estos animales”, explicó Saravia.
“El H. antarcticus es una especie importante ecológicamente hablando, ya que da cuenta de la salud del ambiente y además es un regulador de la población de crustáceos pequeños. Toda especie que desaparece afecta de alguna manera al ecosistema, ya sea porque ayuda a controlar o porque es presa. En este caso, este pez tiene ambos roles”, comentó el Dr. Luis Vargas-Chacoff, investigador del Centro IDEAL y académico del Instituto de Ciencias Marinas y Limnológicas (ICML) de la UACh.
La investigación tardó 18 meses, lo que consideró la recolección de ejemplares en el sector de Bahía Fildes, en la Península Antártica y trabajos en laboratorio. El estudio fue publicado en la revista científica Journal of Thermal Biology.
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