La región patagónica, tanto argentina como chilena, es un territorio primordial de flora y fauna silvestre, plagado de sitios admirables para conocer y reencontrarse con la naturaleza en su plenitud. Una región donde las comunidades ancestrales, aún hoy, aprovechan los frutos que brinda la tierra y reconocen en ellos sus beneficios. Ese conocimiento que hace un tiempo han descubierto investigadores y científicos, al advertir bayas nativas de las cuales muy pocos sabían sus admirables propiedades que favorecen a la salud.
La Murta, Machi y cALAFATE son estos frutos que generaron interés académico y hoy siguen siendo un alimento alternativo imprescindible para combatir distintas enfermedades como problemas estomacales, Alzheimer, antiinflamatorias y cicatrizantes, entre otros.
Calafate
Seguramente el más familiar para esta zona del sur de Santa Cruz sea el Calafate, un fruto la pequeña baya azul se encuentra en abundancia en las pampas del sur de la Argentina y en varias rutas de senderismo que visitan los turistas.
Fruto de un arbusto espinoso que crece entre Chile y Argentina ha sido usado muchas veces como ornamental, sin reparar en sus interesantes bayas.
El arbusto puede llegar a los 1,5 metros de altura y tiene un tronco muy ramificado desde su base. En la base de sus hojas posee espinas de unos 2 cm de largo y las flores son colgantes y de color amarillo limón. Florece generalmente de octubre a enero.
Su alto contenido en polifenoles y flavonoides lo convierten en un gran antioxidante que frena el desgaste del cuerpo y los órganos. Fuente de minerales y vitamina C, que fortalece el sistema inmunológico, antiinflamatorio y antibacteriano. Las raíces son excelentes para problemas estomacales, fiebre o inflamaciones. También se suele consumir en mermeladas, siropes y licores, como el famoso vino de Calafate.
Sin industria, pero con producción
Julio Cabana, hasta abril de este año fue jefe de Agencia del INTA en El Calafate y pudo aportar un panorama respecto a la producción del Calafate en la zona. En diálogo con TiempoSur, explicó que a fines de los años ´90, principios del 2000, desarrollaron -junto a técnicos de CADIC de Ushuaia- una técnica de reproducción de la planta de Calafate “que no es fácil de reproducir”.
Julio recordó que en aquel proyecto “no hubo quórum ni gente que le gustaba hacerlo” en una producción mayor, contando solo con la existencia hasta hoy de emprendimientos familiares respecto a la producción de productos como dulces, mermeladas y licores de Calafate. “No hay una industria del Calafate”, aclaró, respecto a la posibilidad de una estancia dedicada a la elaboración del producto a partir del fruto silvestre.
Aunque, hay varios recolectores que aprovechan la cosecha de diciembre a enero para juntar las bayas, algunos las procesan para elaboración propia, mientras otros las venden a las fábricas locales de chocolate, dulces y de helado.
Murta
Algunas investigaciones incluso han descrito un potencial uso farmacológico de las hojas de la Murta como antibacteriales, antiinflamatorios, analgésicos y cicatrizantes. Y también en el ámbito de la cosmética, pues las Murtas son ricas en fitoestrogénicos y olifenólicos, que pueden ayudar a combatir las arrugas y otros signos de envejecimiento prematuro en la piel, como la celulitis. Y son estos mismos componentes lo que la hacen antiinflamatorias y analgésicas. Por último, la murta tiene ácido ursólico, que protegen al hígado.
Y aunque mucha gente recomienda otras cosas que presentan antioxidantes, la Murta es definitivamente mejor. Tiene 2,5 veces más antioxidantes que el vino tinto por la gran presencia de polifenoles, taninos y terpenos, que neutralizan el estrés oxidativo de las células, impidiendo el envejecimiento de las moléculas.
También tiene 2,3 veces más ácido asiático que la centella asiática, también llamada gotu kola. Este ácido, muy utilizado para combatir la celulitis, estimula la producción de colágeno, que tiene un efecto tensor en la piel, regula la circulación sanguínea.
Maqui
Aristotelia chilensis es conocido vulgarmente con el nombre de Maqui. Es un árbol autóctono de los bosques subantárticos de Chile y Argentina. Crece principalmente en deslindes de bosques y lechos de cursos de agua, asociado siempre a otras especies de mayor importancia.
Se desarrolla preferentemente en suelos húmedos del valle central, en los faldeos de ambas cordilleras, quebradas o márgenes de bosques, desde el nivel del mar hasta los 2.500 metros sobre el nivel del mar.
Posee una gran plasticidad morfológica, presentándose como arbusto en la zona más septentrional de su distribución y como árbol en la zona meridional.
Se comporta como especie pionera en las primeras etapas de sucesión, colonizando terrenos quemados o explotados, formando agrupaciones densas y monoespecíficas conocidas con el nombre de “macales”, que cumplen la función de reducir la erosión y generar las condiciones para que se establezcan otras especies que requieren mejores condiciones de sitio. A. Chilensis se desarrolla en climas mediterráneos semiáridos y templados subhúmedos y húmedos.
El fruto del Maqui es una baya redonda comestible de color negro brillante, de unos 5 mm de diámetro, de pulpa dulce en cuyo interior hay dos semillas angulosas, otros especialistas señalan que posee entre 2 a 4 semillas angulosas de 3 mm de largo y 2 mm de ancho. El color púrpura del fruto se debe a la presencia de antocianinas. Este fruto posee alto valor alimenticio y un porcentaje de humedad de 56,4%. Por el dulzor de su pulpa es muy apetecida en las localidades rurales para su consumo fresco, como así mismo por las aves nativas que contribuyen a su propagación a grandes distancias.
Resaltan la importancia de la especie para la restauración del equilibrio metabólico, recuperación de niveles de energía y pérdida de peso.
Mitos del Calafate
El mito del Calafate es una historia contada por los tehuelches y selknam, que fue adoptada en el folklore de Argentina y Chile e intenta explicar el origen de la planta.
El mito cuenta que un jefe tehuelche tenía una hija llamada Calafate, una hermosa joven de ojos dorados que siempre había obedecido en todo a su padre. Pero las cosas cambiaron cuando el clan de Calafate recibió a un joven selknam para que estuviera a prueba entre ellos y superara los rituales de iniciación para convertirse en hombre. Surgió el amor entre los dos jóvenes y pensaron en irse juntos a pesar de que el jefe se oponía a esta unión. El padre de Calafate tuvo que pedir ayuda a un chamán, que no podía hacer que se acabara el amor, pero sí mantenerlos separados para siempre. Así, Calafate fue transformada en una planta espinosa que nunca antes había sido vista en la región, con flores doradas como los ojos de la joven. El joven se transformó en ave y recorrió la región en busca de Calafate. Un día se posó sobre un arbusto para probar sus frutos y se dio cuenta que eran tan dulces como el corazón de Calafate. Así lograron reencontrarse.
En la Patagonia se toma este mito y se cuenta que quien prueba los frutos del Calafate será parte del embrujo, por eso se habla de que el que come Calafate no deja de regresar a la Patagonia.
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