martes, 8 de julio de 2014

Los campos de hielo patagónicos


La Patagonia destaca por grandes razones: sus colosales montañas de cumbres escarpadas, sus llanuras infinitas, sus fósiles de dinosaurios (probablemente los más importantes del mundo) y la cordillera de los Andes. Y también por sus campos de hielo. Estas grandes masas de hielo continental son las responsables de que haya numerosos glaciares colgados en las montañas patagónicas, en los lagos interiores de esta región y al borde de las costas marinas de Chile y Argentina.

Rumbo al glaciar de Balmaceda, en el Parque Nacional Bernardo O'Higgins de Chile. | Foto: Andoni Canela
Fuera de los polos, los Campos de Hielo Norte y Sur de la Patagonia son las extensiones de hielo más importantes de la Tierra. Y los dos se encuentran en serio retroceso, tanto en extensión como en volumen. Destaca en ese aspecto el glaciar Upsala, que según imágenes de la NASA, en los últimos 12 años ha perdido hasta 3 kilómetros de longitud.
El Campo de Hielo Sur es (sin contar Groenlandia y la Antártida) la extensión continuada más grande de hielo del planeta junto a las Montañas Chugach y Kluane (en Alaska y Yukón), lugares formidables en los que curiosamente estuvimos a comienzos del pasado año.





Glaciar de Balmaceda. | Foto: Andoni Canela
Nuestra visita por el mundo de los hielos patagónicos comienza en tierras chilenas: visitamos en primer lugar los glaciares Serrano y Balmaceda, en el Parque Nacional Bernardo O'Higgins. Allí el retroceso es evidente. Desde Puerto Natales, navegamos en barco por el fiordo de Última Esperanza. Después de un par de horas de trayecto, vemos el primer glaciar a lo lejos. Se trata del glaciar Balmaceda, que ha retrocedido mucho en los últimos años. Nos paramos a pocos metros del glaciar y observamos cómo cuelga de lo más alto de esas montañas.
Más tarde desembarcamos y caminamos dos kilómetros para llegar al frente del glaciar Serrano, que hace diez años se extendía hasta la orilla del fiordo por donde hemos llegado. De allí vamos al glaciar Grey, que se encuentra dentro de los límites del Parque Nacional de Torres del Paine, también en Chile. Uno de los elementos que nos llama más la atención en este lugar es un enorme iceberg azulado que navega solitario por el lago Grey. Parece un inaccesible edificio de hielo de diez o veinte pisos de altura.



Glaciar Serrano, también en el chileno Parque Nacional Bernardo O'Higgins. | Foto: Andoni Canela


Desde Chile volvemos a Argentina, donde nos había quedado pendiente visitar el famoso glaciar Perito Moreno, situado en el Parque Nacional los Glaciares, a unos 80 kilómetros de distancia de donde nos encontramos.
Hace años estuve allí y lo recuerdo como un lugar espectacular. Pero me consta que cada vez es también más turístico, y ahora incluso hay un complejo sistema de pasarelas para observarlo desde la distancia sin comprometer el entorno. Así que vamos por la tarde, cuando hay menos gente y la luz confiere a este fenómeno natural de unos 30 kilómetros de largo, 4 de ancho y 70 metros de alto una aureola mágica.
Hasta hace poco se decía que este glaciar, perteneciente al Campo de Hielo Patagónico Sur, era de los pocos que avanzaba. Pero últimamente han surgido opiniones divergentes: algunas voces afirman que está en retroceso y otras que se mantiene en equilibrio.

Glaciar Grey, en el Parque Nacional de Torres del Paine. | Foto: Andoni Canela
Lo cierto es que el espectáculo visual y sonoro del Perito Moreno continúa siendo magnífico. Nuestro hijo Unai está atento a los ruidos que este gigante de hielo produce: a los rugidos constantes (que le recuerdan a un movimiento de tripas, dice), se añade el gran estruendo que provocan los frecuentes desprendimientos de hielo en la cabecera del glaciar. En el Perito Moreno, como había ocurrido antes en el glaciar Grey, Unai y Amaia alucinan con los tonos azules del hielo.

Unai pregunta el porqué de ese color azul que casi parece irreal. La densidad del hielo hace que este elemento absorba y refracte determinadas ondas de luz generando ese color, muy común en el hielo antiguo. Pregunta cómo es posible que un hielo tan antiguo pueda desaparecer tan rápido. Pero así es: los datos sobre el retroceso de los glaciares son realmente preocupantes.




El glaciar Perito Moreno. | Foto: Andoni Canela


Las preguntas de Unai nos llevan a otros ejemplos que muestran hasta qué punto el hombre interviene en la transformación del paisaje, de la naturaleza. De hecho, en todas las grandes extensiones esteparias situadas entre los parques nacionales, los glaciares y el mar se encentran explotaciones ganaderas que dominan gran parte de la Patagonia y que durante siglos se han utilizado como pasto para ovejas o vacas.
Son lugares dominados por la estepa o pampa patagónica, herbazales infinitos muy diferentes a las cumbres andinas con sus escarpados picos y sus glaciares colgantes. Antiguamente los bosques autóctonos con especies como la lenga o el ñirre eran comunes por aquellos parajes, pero con el paso de los siglos han ido quedando reducidos a la mínima expresión.

Los Baguales, en su parte chilena. | Foto: Andoni Canela
Los incendios y la deforestación, llevada a cabo con el objetivo de conseguir más pastos y explotar la madera, han sido una constante desde el asentamiento de los europeos en estas tierras.
Sobre la frontera entre Chile y Argentina visitamos también los Baguales, una sierra al noreste del Parque Nacional de Torres del Paine. Allí observamos una combinación de la naturaleza más antigua, más salvaje, pero también con la huella de la actividad humana. En ese lugar conviven formaciones montañosas increíbles, restos fósiles y roquedos con pinturas rupestres de los primeros pobladores de la zona.




Los Baguales (imagen superior) y ovejas pastando en la llanura patagónica de Chile. | Foto: Andoni Canela
También hay estancias ganaderas, algunas abandonadas, de donde salieron animales domésticos como vacas y caballos que no eran propios de este continente y acabaron asilvestrados en el monte. Baguales significa precisamente esto: un animal doméstico asilvestrado.
El hielo de los glaciares que ya no está y el que sigue derritiéndose año tras año o los caballos salvajes que conviven con los pumas y los guanacos son un recordatorio de hasta dónde llega la mano del hombre.
Andoni Canela es un reconocido fotógrafo de naturaleza cuyo trabajo ha aparecido publicado en cabeceras como National Geographic, Time o Geo. 

Quesabebesde


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