En Japón, cada vez menos gente quiere carne de ballena para comer. La población se está concienciando ante la caza de ballenas, culpa, en gran medida, de empresas del país. El poder del consumidor para luchar contra un grave problema ambiental. No hace falta ir en un barco de un grupo ecologista a detener la caza de ballenas en medio del océano, basta con no pedir su carne en el restaurante.
Por otra parte, para el contribuyente japonés constituye un enorme coste pagar para mantener la flota ballenera, que, sin las ayudas del Gobierno, no sería viable. La sociedad japonesa se está hartando de tener que pagar para que maten ballenas.
Un negocio poco rentable, que no puede sobrevivir sin subvenciones, y una demanda cada vez más reducida y de la parte de la población menos joven (un negocio sin futuro). Así define el sector un informe publicado por la Fundación Internacional por la Protección Animal (IFAW, por sus siglas en inglés).
Un negocio poco rentable, que no puede sobrevivir sin subvenciones, y una demanda cada vez más reducida y de la parte de la población menos joven (un negocio sin futuro). Así define el sector un informe publicado por la Fundación Internacional por la Protección Animal (IFAW, por sus siglas en inglés).
Por primera vez se hacen públicas las ayudas del Gobierno de Japón, que ha aprobado subvenciones por más de 30 millones de yenes (unos 320 millones de dólares) entre 1987 y 2012.
La flota ballenera japonesa, formada por entre cuatro y seis buques, sale a la Antártida cada invierno, lo que cuesta a los contribuyentes japoneses 10 millones de dólares al año. Incluso, el año pasado, parte de las ayudas provinieron de los fondos destinados a ayudar a la reconstrucción de la región devastada por el tsunami. El Gobierno alegó que algunas comunidades afectadas tenían una tradición de caza de ballenas.
Toneladas de carne sin vender
Pero el Gobierno no va a recuperar esta inversión, ya que el consumo ha decrecido y quedan miles de toneladas de carne de ballena sin vender. La caza de ballenas es una ruina para la economía.
El informe explica que el consumo de carne de ballena no ha parado de descender desde su máximo, ocurrido en la década de los sesenta del siglo pasado, mientras que el coste para mantener la flota ballenera no para de crecer. Se calcula que sólo se consume un 1% de este tipo de carne respecto a 1960. A finales de 2011, el Gobierno quiso vender las reservas de carne mediante subastas públicas, pero el 75% de la carne no se vendió.
La Comisión Ballenera Internacional (CBI) prohibió la caza comercial de ballenas en 1986, pero existe una cláusula que permite a Japón matar a casi mil ballenas cada año y vender la carne en el mercado abierto. Pero ya no es rentable. Si no es por ecología, la caza de ballenas debe acabar por economía.
Ecología verde