sábado, 13 de noviembre de 2021

ANTÁRTICA: La NASA afirma ahora que el agujero de ozono no se cerrará hasta 2070


El agujero de la capa de ozono tuvo el 7 de octubre 24,8 millones de km². (NASA)

Un invierno más frío de lo normal en el hemisferio sur ha provocado que el agujero de ozono sea más grande y más profundo este año. De acuerdo con la información de la NASA, sería el decimotercero más grande desde 1979

Según cuenta la agencia espacial, el agujero es en realidad un adelgazamiento de la capa de ozono en la estratosfera sobre la Antártida que se produce todos los septiembres. Átomos de cloro y bromo derivados de compuestos producidos por el hombre se liberan en la estratosfera cuando el Sol sale en la Antártida al final del invierno, provocando reacciones que acaban destruyendo el ozono.

 

La NASA y la NOAA (la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de los Estados Unidos) tienen tres satélites monitorizando el agujero: el satélite Aura, el Suomi NPP y el JPSS NOAA-20. Además de la sonda de microondas del Aura que se encarga de calcular los niveles de cloro que también influyen en la destrucción de la capa de ozono.

Con la información recogida por estos satélites, la NASA ha podido hacer el vídeo que abre este artículo y que muestra la evolución del agujero de ozono desde el 1 de enero al 7 de octubre de este año. En las imágenes se ve cómo la zona naranja que indica la pérdida de ozono empieza a verse a finales de agosto para acabar en un rojo intenso a principios de octubre.

Las observaciones de la agencia espacial americana determinaron que las temperaturas —más frías que la media en esas fechas— y los fuertes vientos en la estratosfera que rodea la Antártida contribuyeron a que el agujero de ozono alcanzara un máximo de 24,8 millones de km², casi el tamaño de América del Norte. A partir de mediados de octubre el tamaño del agujero comenzó a reducirse de nuevo.

"Se trata de un gran agujero de ozono debido a las condiciones estratosféricas de 2021, más frías que la media, y sin el Protocolo de Montreal habría sido mucho mayor", comenta Paul Newman, científico jefe de Ciencias de la Tierra en el Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA.

 

La NASA también apunta que, aunque el agujero de ozono de la Antártica de este año es mayor que la media, sigue siendo más pequeño que los que se observaron a finales de la década de 1990 y principios del 2000.

Vamos mejor, pero todavía queda

El Protocolo de Montreal, que entró en vigor en 1989, y las posteriores enmiendas que prohíben la liberación de sustancias químicas nocivas para la capa de ozono (CFC), han hecho que el tamaño del agujero de ozono se vaya reduciendo paulatinamente. Newman y su equipo de la NASA han calculado que, si los niveles de cloro atmosférico procedentes de los CFC fueran tan altos hoy como a principios de la década de 2000, el agujero de ozono de este año habría sido unos 4 millones de km² mayor.

Además, en el momento de firmar el protocolo de Montreal, los científicos estimaban que, de cumplirse los acuerdos la capa de ozono, se recuperaría completamente para 2060. Pero la recuperación está siendo más lenta de lo previsto y el consenso ahora parece ser que no será antes de 2070.

 

"Esperamos que el agujero de la capa de ozono se cierre en 2060 o 2070", comentaba en una entrevista a Euronews Vincent-Henri Peuch, director del Servicio de Vigilancia de la Atmósfera Copernicus de la Unión Europea. "Estamos en el buen camino. En cuanto al cloro y el bromo, los niveles han empezado a disminuir desde el Protocolo de Montreal, pero, en lo que respecta a la capa de ozono, aún no tenemos signos de una recuperación adecuada".

Estudiar el espacio para salvar el planeta


Sherwood Rowland (izq.) y Mario Molina. (UCI)

Sin la exploración espacial probablemente nunca nos hubiéramos llegado a enterar de que los CFC, que se encontraban en multitud de productos de uso diario, estaban llegando a la estratosfera impidiendo que nuestra atmósfera absorbiera la radiación ultravioleta, muy perjudicial para el ser humano.

 

Estudiar la atmósfera de Venus llevó a los químicos Mario Molina y Sherwood Rowland a darse cuenta de que las reacciones químicas que se estaban produciendo en la atmósfera venusiana tenían relación con las que se estaban produciendo aquí en la Tierra con las emisiones de CFC. Sus estudios se basaron en otros anteriores, como el de nuestro querido James Lovelock, que había descubierto años antes que los gases CFC se estaban extendiendo por la atmósfera de todo el planeta. Su trabajo les hizo ganar el Nobel de Química en 1995 y también nos dio una oportunidad para empezar a poner solución a este grave problema.

Omar Kardoudi
El Confidencial








 

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