martes, 21 de abril de 2020

Un modelo de liderazgo en situaciones extremas por Gerardo Castillo Ceballos


Una comparación entre la situación actual y la que vivieron los aventureros de la Expedición Antártica de 1914 a las órdenes de Shackleton

Estamos padeciendo una inesperada pandemia de carácter mundial, el Covid-19, con muchos miles de personas contagiadas y muy difícil de controlar. Una tragedia de esas proporciones requiere un liderazgo diferente. Para identificarlo propongo una referencia: la del explorador polar y navegante Ernest Henry Shackleton, que dirigió la Expedición Antártica de 1914, creando un modelo de liderazgo en condiciones extremas. Sus competencias son transversales, de amplio espectro, no específicas de una profesión o ambiente organizativo.

El liderazgo de este aventurero anglo irlandés fue definido así: «Para conductor científico, denme ustedes a Scott; para viajar veloz y eficientemente, Amundsen; pero cuando uno se encuentra en una situación desesperada, cuando parece que no hay salvación, conviene arrodillarse y pedir a Dios que le envíe a Shackleton».

En 1914, Shackleton decidió afrontar el único gran reto antártico que quedaba: atravesar a pie el helado continente de extremo a extremo, pasando por el Polo Sur, pisando un territorio desconocido, a lo largo de 2.800 km.

Para reclutar la tripulación publicó en el The Times la siguiente oferta: «Se necesitan hombres para viaje peligroso. Salarios bajos, frío extremo, meses de completa oscuridad, peligro constante, retorno ileso dudoso. Honores y reconocimiento en caso de éxito». Sorprendentemente, respondieron cinco mil personas, de las que se seleccionaron 28.

El barco Endurance dejaría a un grupo de expedicionarios en algún punto de la costa del mar de Weddell, para desde allí iniciar el camino en trineos tirados por perros, mientras que otro barco, el Aurora, les esperaría en el opuesto Mar de Ross.

El 5 de diciembre de 1914 el barco salió de las Islas Georgias para dirigirse al Mar de Weddell. El 19 de enero de 1915, cuando ya podía divisarse el continente antártico, el barco quedó atrapado entre los hielos del Mar de Weddell. Ante ello, Shackleton ordenó preparar el buque para resistir el duro invierno austral. Se reformaron sus dependencias, convirtiéndolo en una «estación de esquí». Shackleton procuró que sus hombres estuvieran siempre ocupados en tareas muy diversas, por ejemplo, cazar y despedazar focas y pingüinos.

El 27 de octubre de 1915 los 28 pasajeros abandonaron el barco antes de que se hundiera. Shackleton creó un campamento para que su tripulación sobreviviera durante seis meses. Haciendo uso de sus dotes de liderazgo, estableció las directrices que mantendrían con vida a su tripulación.

Consciente de que la expedición se hallaba en serio peligro, Shackleton cambió el rumbo, hacia el norte, para dirigirse a la isla Elefante, donde se quedarían 22 tripulantes. Los otros seis lograron llegar a Georgia del Sur tras una travesía por las aguas más peligrosas del planeta, en un pequeño bote, en busca de ayuda; este viaje con olas gigantescas está considerado como una de las proezas más impresionantes de la historia de la navegación.

En agosto de 1916, un remolcador chileno rescató a los 22 expedicionarios que esperaban angustiados en la isla Elefante. Todos regresarían a Inglaterra sanos y salvos.

Shackleton supo renunciar a su sueño inicial cambiándolo por otro menos glorioso, salvar a sus hombres. Esa es una de las conductas más importantes y difíciles de un líder.

¿Cómo se puede entender que los 28 náufragos de la expedición sobrevivieran durante dos años a las duras condiciones que tuvieron que soportar?

Contaban con un líder que además de saber mandar, tenía autoridad moral y prestigio, derivado de predicar con el ejemplo. Cada vez que exigía algo nuevo, era el primero en hacerlo. Por ejemplo, cuando dio la orden de arrojar al mar todos los objetos personales no imprescindibles, se adelantó a todos despojándose de varias joyas de oro.

Con ese gesto les trasmitió, además, que cumplir la misión era más valioso que el más preciado de los metales, por lo que todos debían dar el máximo rendimiento. Lo expresó con este lema: «Todo o nada». «Todo» era el premio de sobrevivir y recibir honores; «nada» era fracasar y morir de hambre o congelación.

Shackleton supo transmitirles confianza en el futuro de la expedición, lo que se reforzaba con el hecho de que adoptaba decisiones oportunas en los momentos críticos. También supo infundir en sus hombres un rasgo esencial para vivir en situaciones extremas: la adaptabilidad. Los náufragos fueron desarrollando conductas nuevas ante los nuevos desafíos que se iban presentando cada día.

La hazaña de la expedición Endurance se sigue estudiando en las Escuelas de Emprendedores como un modelo de liderazgo en épocas de gran adversidad.

En el epitafio de la tumba de Shackleton en una isla del archipiélago de las Georgias, hay una frase que expresa su carácter: «Un hombre debe luchar hasta el fin por aquello que más desea».

Las Provincias

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