lunes, 10 de diciembre de 2018

ANTÁRTICA: La fauna antártica está amenazada por patógenos dispersados por los humanos

<p>Estos agentes patógenos, que causan infecciones frecuentes en las personas, son adquiridos por las aves marinas carroñeras en contacto con el ser humano o el ganado y se dispersan a lo largo del océano sur / Jacob González-Solís, Universidad de Barcelona-IRBio</p>

Estos agentes patógenos, que causan infecciones frecuentes en las personas,
son adquiridos por las aves marinas carroñeras en contacto con el ser
humano o el ganado y se dispersan a lo largo del océano sur / Jacob
González-Solís, Universidad de Barcelona-IRBio
La fauna de latitudes antárticas podría estar en peligro por los
patógenos que dispersan los humanos en localidades y bases
científicas del océano sur, según un estudio liderado por la
Universidad de Barcelona y el Instituto de Investigación y
Tecnología Agroalimentarias.
Son las primeras evidencias de zoonosis inversa relacionada
con la presencia de bacterias Salmonella y 
Campylobacter de origen humano en la fauna polar

Exploradores, balleneros, científicos —y más recientemente, también
turistas— son ejemplos de colectivos humanos que se han desplazado
hasta los puntos más remotos del extremo sur del planeta. Desde hace
tiempo, algunos estudios se preguntaban si en latitudes antárticas se
habían dado casos de zoonosis inversa (es decir, infecciones que son
transmitidas por la especie humana a otros seres vivos). Con todo, y
pese a algunos indicios previos, los estudios científicos sobre agentes
zoonóticos en las zonas antárticas y subantárticas han sido muy
fragmentados; por tanto, las evidencias son muy dispersas y no
totalmente convincentes en este ámbito del conocimiento.
Una investigación liderada por Jacob González-Solís de la Universidad
de Barcelona (UB) y Marta Cerdà-Cuéllar, del Instituto de Investigación
y Tecnología Agroalimentaria (IRTA-CReSA) ha detectado bacterias del género
 Salmonella y Campylobacter de origen humano en aves marinas
antárticas y subantárticas, revela la fragilidad de los ecosistemas polares
y alerta del riesgo de mortalidad en masa y extinción de poblaciones de
fauna local a causa de los patógenos.
El trabajo, publicado en la revista Science of The Total Environment,
estudia la posible transmisión de bacterias de origen humano a las
poblaciones de aves marinas en cuatro áreas de los ecosistemas antárticos
y subantárticos. "La cronología y las vías potenciales para la zoonosis
inversa en estos ecosistemas son complejas y difíciles de estudiar, pero
parecen claramente relacionados con la proximidad de la fauna a zonas subantárticas habitadas por humanos  y a la presencia de bases científicas antárticas", detalla González-Solís de la UB.
Bacterias resistentes a los antibióticos en ecosistemas polares
El trabajo confirma las primeras evidencias de zoonosis inversa relacionada
con la presencia de bacterias
 Salmonella y Campylobacter de origen humano
en la fauna polar. Una de las señales de alerta ha sido, en concreto, la identificación de cepas de
 Campylobacter que son resistentes a la
ciprofloxacina y la enrofloxacina (antibióticos de uso habitual en medicina y veterinaria).
"El descubrimiento de genotipos de Campylobacter habituales en la
especie humana o el ganado nos dio la pista definitiva para confirmar
que el hombre puede estar introduciendo patógenos en estas regiones
tan remotas", detalla Marta Cerdà-Cuéllar, investigadora del IRTA-CReSA.
"Estas cepas de
 Salmonella y Campylobacter, que son causa habitual de infecciones en los humanos y el ganado, no suelen provocar brotes de
mortalidad en la fauna salvaje. Ahora bien, los nuevos patógenos
emergentes o invasores que llegan a poblaciones altamente sensibles
—como la de la fauna antártica y subantártica— podrían tener consecuencias devastadoras y causar el colapso local y la extinción de algunas poblaciones".
Hemisferio norte y sur: ruta migratoria para las aves marinas y los patógenos
El estudio muestra que el riesgo de zoonosis inversa es más elevado
en áreas cercanas a las zonas geográficas más habitadas, como las islas
Malvinas (Falkland) o posiblemente el archipiélago Tristán de Acuña. En
este escenario, la conectividad biológica entre comunidades antárticas y subantárticas a través de las aves marinas carroñeras es un factor que
aceleraría la circulación de los agentes zoonóticos entre los ecosistemas de distintas latitudes.
"Ese sería el caso, por ejemplo, del págalo pardo subantártico (Stercorarius antarcticus), un ave marina carroñera que podría adquirir este patógeno y extenderlo desde las latitudes subantárticas hasta la Antártida", detalla
González-Solís.
Áreas polares: no toda la biodiversidad está protegida
El protocolo del Tratado Antártico sobre Protección del Medio Ambiente
establece una serie de principios aplicables a las actividades humanas
en la Antártida para reducir la huella humana en el continente blanco.
Sin embargo, algunas áreas subantárticas —que también son el hábitat
natural de aves como el págalo pardo subantártico o el petrel gigante—
no están protegidas por la normativa y podrían convertirse en la vía de
entrada de los agentes patógenos a los frágiles ecosistemas polares.
"Nuestros resultados indican claramente que cada vez es más fácil que
los humanos puedan introducir agentes patógenos en las regiones
prístinas de la Antártida. En consecuencia, la introducción de patógenos
en los ecosistemas más remotos del hemisferio sur podría ser una grave
amenaza para el futuro de la vida silvestre. Es imprescindible, por tanto,
adoptar medidas de bioseguridad más estrictas para limitar los impactos
humanos en la Antártida", concluye Jacob González-Solís.
Referencia bibliográfica:
"Do humans spread zoonotic enteric bacteria in Antarctica?" https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0048969718341688?via%3Dihub
Fuente: Universidad de Barcelona
SINC

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