El marino Teófilo De Loqui, quien tuviera trascendente actuación como funcionario militar en Santa Cruz, nos regala una de las perlas más destacadas de la historia fronteriza.
Cuenta que en cierta ocasión, ante las andanzas de un grupo de malvivientes en el recientemente descubierto yacimiento aurífero de Cabo Vírgenes, se decidió el desbaratamiento de ese núcleo delictivo.
Se trataba de la denominada “Banda de Manrique” con varios integrantes chilenos en el grupo que se había asentado en la zona de Zanja a Pique, uno de los lugares destacados en la explotación de oro.
El precioso metal fue descubierto por Lucacho, un cazador de sangre tehuelche mientras husmeaba en los restos del naufragio del vapor francés Artique, al pie de Condor Cliff. Esto aconteció en el año 1886, meses después de considerarse fundada oficialmente la ciudad de Río Gallegos.
Lucacho al trasladarse a Punta Arenas para adquirir víveres y ropas pago con una pepita de oro bastando esto para que la novedad echara a correr y de inmediato una legión de extranjeros se lanzara sobre la zona de Cabo Vírgenes .
Allí llegaron raudamente serbios, croatas, ingleses, españoles italianos, dálmatas y hasta algún alemán que pretendían volverse ricos con el oro. Mayoritariamente eran cazadores de lobos o navegantes que apostaban a un golpe de suerte.
La mayoría de ellos abandonó el lugar al año siguiente y la actividad comenzó a ser regulada por el gobierno nacional que extendió un régimen de concesiones, convocando a las compañías mineras.
Hasta ahí se aproximó el rumano Julius Popper, todo un experto en el tema, que rápidamente advirtió que el precioso metal en grandes cantidades no se encontraba allí, sino cruzando el Estrecho de Magallanes, en la Tierra del Fuego argentina, donde se asentó y fundó un verdadero imperio, con el que hasta acuñó su propia moneda.
En tanto, el descubridor Lucacho moriría un año después de la aparición del oro en el lugar. Como citáramos, esta oleada de buscadores transformó a Cabo Vírgenes en “tierra de nadie” y motivó que el entonces gobernador Carlos María Moyano tomara cartas en el asunto comisionando a De Loqui para poner en marcha la “Gendarmería” de Cabo Vírgenes.
El Dr. Pablo Navas destaca en su trabajo de Tesis doctoral denominado “La construcción de soberanía y el control social en la periferia patagónica desde la cárcel de Río Gallegos (1895-1957 )”, los pormenores del nacimiento de este retén de la Gendarmería santacruceña en Cabo Vírgenes.
Allí, la creación de la Comisaría surgió de la necesidad de resguardar los bienes nacionales y de garantizar la presencia del Estado nacional. Por tratarse de una zona próxima a la localidad chilena de Punta Arenas, resultaba frecuente que grupos de lavadores de oro chilenos transportaran arenas auríferas a Chile, donde posteriormente eran lavadas, entre estos grupos se hallaba la denominada “banda de Manrique”.
Estas circunstancias impulsaron al entonces gobernador del territorio, Carlos María Moyano, a que designara tres funcionarios con la orden de desarticular a la banda y en “Policía de Santa Cruz. Reseña histórica. Homenaje 121º aniversario. Buenos Aires, Editorial Ámbito Policial, 2005. P. 31”, rescatamos la siguiente crónica:
“[…] partieron, bien armados y pertrechados los tres empleados del Gobierno, en silencio llegaron […] hasta el lugar donde se encontraba el campamento […] la orden fue: ¡adelante sargento! y con unos disparos al gritar ¡manos arriba! […] La alegría de haber atrapado a los delincuentes duró lo mismo que el tronar de los disparos.
Seis hombres estaban delante de ellos mirándolos y cuatro hombres detrás de ellos apuntándoles […] luego del protocolo se sentaron alrededor de un fogón donde fueron desarmados pero invitados con café y tortas. […]
De pronto la solución pasó por su mente […] Invitarlo a unirse a la fuerza policial. Manrique atónito le pide garantías y las mismas son ofrecidas. Nombramiento con el grado de cabo primero de gendarmería, cien pesos mensuales, comida, ropa y el olvido de los hechos delictivos que habían cometido. Contrato por un año, que podía ser renovado pero debería someterse a las leyes y reglamentos. Al resto de la banda, si tenía condiciones también se los aceptaría en la Policía con los mismos beneficios […] Se tomaron una noche para pensarlo […] Al día siguiente Manrique con tres de sus amigos […] manifiestan su determinación de incorporarse […] De esta manera quedó formada la Policía de Cabo Vírgenes”
La modalidad que adquiere el nacimiento de la comisaría de Cabo Vírgenes, grafica muy bien las dificultades en la disponibilidad de recursos humanos con los que podía contar el gobierno territorial para conformar su agencia de control. En este caso, se manifiesta claramente la instancia de “negociación” que habilitan los mismo representantes del Estado con interlocutores cuyas acciones no se presentaron demasiado alineadas a la ley, y que precisamente terminaron resultando ser los futuros garantes de la misma.
La situación descripta por la crónica puede reflejar cierta paradoja o al menos contradicción, sin embargo es sólo aparente pues resultó frecuente por lo menos hasta principios de siglo XX, la incorporación a las agencias de control de sujetos que transitaran en los márgenes de la legalidad o bien que se presentara la realidad inversa, de que agentes policiales incurrieran en algún tipo de delito. En el caso particular de la policía de Santa Cruz señalé que las dificultades de ésta por cubrir la amplia geografía santacruceña fueron el impulso y el amparo para que amplios segmentos sociales desarrollaran sus actividades con escaso apego a la legalidad estatal.
El citado contrato de incorporación a la Gendarmería de Santa Cruz señalaba en su interior: “Por el presente me comprometo ha servir en la Gobernación de Santa Cruz en calidad de gendarme y durante un año, sin que en dicho plazo pueda sin pretexto suficientemente justificado solicitar la la vaja [sic] o retirarme sin ella de dicho servicio.
Esta gobernación podrá dar la vaja [sic] antes un del año, ya fuese por inutilidad o por otros servicios o por otras causas que juzgara el señor gobernador. Santa Cruz Agosto 1887”.
Los últimos años de explotación aurífera en Cabo Vírgenes tuvo como exponente Conrado Asselborn, un entrerriano de origen alemán del Volga, que terminara trágicamente sus días en la década del noventa.
El Diario Nuevo Día
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