lunes, 30 de noviembre de 2020
ANTÁRTICA: Qué países reclaman soberanía en la Antártida y por qué | BBC Mundo
miércoles, 25 de noviembre de 2020
PATAGONIA: Paola Vezzani y su participación en la exposición Tesoros de América, la mezcla latina
viernes, 20 de noviembre de 2020
PATAGONIA: Parque Patagonia: Nacimiento de charitos refuerza labor del Centro de Reproducción del Ñandú
Cochrane-. Con el nacimiento de seis polluelos comienza un nuevo ciclo en el Centro de Reproducción para la Conservación del Ñandú del Parque Nacional Patagonia. Esperanzadoras noticias para esta ave icónica de la Patagonia que se encuentra en peligro de extinción en la región de Aysén debido a factores como la caza, la fragmentación de sus poblaciones por la presencia de cercos, la recolección de huevos, la predación por perros y la destrucción de nidos.
En 2015 Tompkins Conservation Chile inauguró este centro de reproducción con el objetivo de fortalecer la disminuida población de ñandúes en la zona y, a la fecha, se ha logrado triplicar la población silvestre, pasando de 20 a más de 60 individuos. Cristián Saucedo director de Rewilding de Tompkins Conservation Chile, destacó “este es un momento crucial en la temporada reproductiva. Ponemos la esperanza de todo el esfuerzo que realizamos durante el año para tener la mayor cantidad de charitos y, así, fortalecer la recuperación gradual que ha venido experimentando la población del parque nacional”.
El médico veterinario agregó que “esta acción se enmarca en un trabajo de restauración ecológica a largo plazo que hemos realizado por más de quince años para que el hoy Parque Nacional Patagonia proporcione hábitat a todas sus especies originales, luego que el territorio estuviera destinado a la ganadería extensiva asociada con una serie de impactos a los ecosistemas durante muchos años”.
Conaf también es parte importante de este ambicioso proyecto. Posterior a la donación del Parque Nacional Patagonia por parte de Tompkins Conservation Chile al Estado, se firmó un convenio entre ambas instituciones para colaborar en pro de la conservación y recuperación de la vida silvestre.
Al respecto, el director ejecutivo de la Corporación Nacional Forestal (Conaf), Rodrigo Munita, sostuvo que “el proyecto de reintroducción del ñandú al interior del Parque Nacional Patagonia es una actividad de conservación activa que contribuye de manera concreta a la gestión de conservación que realizamos en las unidades del Sistema Nacional de Áreas Silvestres Protegidas del Estado (Snaspe) y especialmente orientadas a aquellas especies de flora y fauna amenazadas. Nuestro compromiso institucional es trabajar de manera conjunta con la Fundación Tompkins Conservation en el programa de vida silvestre, el cual integra acciones de protección y monitoreo de los objetos de conservación de esta emblemática unidad de la Patagonia Chilena”.
Luego del nacimiento, los charitos son criados por sus padres durante 4 a 5 meses, etapa que les permite aprender de las conductas habituales de la especie y así sobrevivir frente a las amenazas e inclemencias climáticas de la zona. Luego de terminado este periodo, se realiza la liberación de los charitos desde el centro de reproducción, para que vivan libremente en el Parque Nacional Patagonia y refuercen la población silvestre de la especie.
El Divisadero
sábado, 31 de octubre de 2020
AMTÁRTICA: ICE CORE WITH A MILLION YEAR CLIMATE HISTORY
The Australian Antarctic Division is gearing up to lead one of the most ambitious and challenging scientific projects yet undertaken in Antarctica – the quest to drill an ice core containing a million-year record of Earth’s climate and atmospheric composition.
This record will help solve a long-standing mystery about the timing of past ice ages – why, almost one million years ago, the cycle of ice ages shifted from a regular 41,000 year cycle to an ice age every 100,000 years.
Witness to the past
The Antarctic ice cap is formed by layers of snowfall, which are compressed at depth into ice. Trace chemicals and particles trapped in the ice layers provide data on how the climate and atmosphere has changed over time: past temperature, the frequency and intensity of volcanic eruptions, sea ice extent, dustiness and wind patterns are all recorded.
Air pockets in the snow become trapped as bubbles in the ice. Each bubble is a pristine sample of the atmosphere, from the time the snow was transformed to ice. Carbon dioxide, methane, oxygen and other gasses can be extracted from the bubbles to reveal their past atmospheric concentrations.
The 41,000 year ice age cycle matches a known periodicity in the tilt of Earth’s axis. The 100,000 year cycle matches a periodicity in the shape of the Earth’s orbit. Why the ice age cycles shifted from being paced by one orbital parameter to the other is unresolved. The Antarctic ice sheet witnessed these changes and the answer to the puzzle may lie in the ancient ice.
A leading theory is that declining atmospheric CO2 levels were the cause of the longer, colder ice ages. The million year ice core record will provide the essential CO2 record to test this theory. Alternately, progressive erosion of material beneath the ice sheets may have made the ice sheets more stable and longer lasting. We can test this theory too, because the ice records gasses emitted by bedrock.
There are also other big questions to be addressed. The changes in energy the Earth receives from the sun as a result of orbital variations is small. Yet the climate response is profound. During the depths of the ice ages, kilometre-thick ice sheets advanced over the northern American and Eurasian continents. Sea levels fell by over 100 metres due to the huge volume of water transferred to these ice sheets, and global temperatures fell by 5 to 10 degrees. The million year ice core will provide crucial data to better understand how and why the climate system responds so strongly to these relatively small changes in energy input.
By greatly extending the detailed record of Earth’s climate history, the million year ice core will also place current changes in climate and greenhouse gas concentrations into a deeper context.
Drilling deep
Australia’s contribution to international geophysical surveys has helped narrow the location of the ice that is likely to contain a one million year climate record. A site high on the Antarctic plateau, called Little Dome C, will be targeted. Surveys indicate that this location has approximately 2.8 kilometre-thick ice, with ice layers that are undisturbed and continuously preserved. Importantly, the site also appears free from melting at the base by geothermal heat.
Australia and a European team will lead two drill operations near Little Dome C. Each team is building ice core drills to suit the conditions they will face and their operational methods and experience.
Australia has also assembled a fleet of tractors, snow groomers and sleds, to tow a mobile station and drill camp infrastructure and equipment the 1200 kilometres from Casey research station to the drill site.
The first tractor traverse in support of the Australian component of the project is expected in 2022–23, with delivery of much of the mobile station and camp infrastructure. Options to begin the drilling in 2021–22, with air support, are currently being explored.
Once drilling starts in earnest, seven or eight people will work two 8–9 hour shifts on the drill.
The team expect to drill about 150 metres per week, so that over a field season of 6–8 weeks, they could drill between 900 and 1200 metres of ice core. This will produce between 6.5 and 8.5 tonnes of ice core a year.
Four to five years of drilling will be required to drill to the base of the ice sheet. Ice exceeding one million years old, ideally reaching up to 1.5 million years, is expected in the few hundred metres above the bedrock.
The cores will be transported by traverse to the ship at Casey research station, for the journey back to Tasmania. Many years of careful laboratory work at the Australian Antarctic Division, and with national and international partners, will be undertaken to measure the gasses and trace chemicals in the ice cores. Competing theories on the cause of the ice age cycles will then be tested by the cold hard data!
viernes, 30 de octubre de 2020
ANTÁRTICA: De la Puna a la Antártida: la digitalización acercó sociedades que estaban aisladas
La pandemia demostró la importancia de la conectividad para integrar y potenciar el desarrollo digital en el futuro, pero destacaron también lo indispensable de estas conexiones para la educación y el trabajo en pueblos alejados de las grandes ciudades.
En diálogo con LA NACION, tres personas dieron sus testimonios de cómo la tecnología significa progreso en su entorno y que ha demostrado que ya no pueden vivir sin ella.
Polo Sur y alejados de todo
Tan cerca, pero tan lejos
"La llegada de la antena de telefonía móvil nos favoreció mucho porque no teníamos conexión directa a ninguna región importante del país. Hoy, nos podemos conectar con el mundo", aseguró Ángel Luna, jefe comunal de Chuña, localidad en la provincia de Córdoba.
"Era un pueblo prácticamente olvidado", aseguró. Con 500 habitantes, Chuña está 136 kilómetros al norte de la capital. Luna vivió allí toda su vida y su ilusión siempre fue lograr cosas importantes; y así lo hizo. Entre ellas: casas viviendas, la erradicación del mal de chagas y mejoras en el sistema de agua potable y en la comunicación en el pueblo. Gracias a eso, los chicos de la escuela secundaria ahora pueden acceder a información y durante el aislamiento pudieron tener clases.
"Lo venimos gestionando hace mucho tiempo, porque era una necesidad primordial para los vecinos y para mejorar la calidad de vida", dijo. Fue en julio del año pasado cuando recién llegó la antena al pueblo y de ahí en adelante todo cambió. "Mejoró muchísimo la calidad de vida de todo el pueblo. La gente estaba feliz por poder conectarse con parientes", aseguró.
La tecnología como base de la educación
"En la Puna fue lo mejor que pudimos tener, gracias a eso está la universidad aquí. De ninguna manera hubiéramos podido si Telecom no hubiera instalado todos los aparatos que ha puesto", dijo Rosario Quispe Warmi, coordinadora Universidad de la Puna.
Rosario es una mujer coya y líder natural de la Puna Jujeña. Trabaja para que las comunidades coyas puedan desarrollar su vida en su tierra, sin tener que emigrar forzadamente a las ciudades en busca de sustento.
Para ello, encaró la situación desde diversas aristas: microcréditos para proyectos productivos de ganadería y cultivo, emprendimientos de turismo, artesanías, pequeñas empresas sociales y campañas de prevención en temas de salud. Incluso ha inaugurado la Universidad de Warmi, primera escuela de estudios superiores en la Puna.
A su vez, logró que 20 chicos estén estudiando medicina en el exterior. Hoy, cuenta con más de 3000 socios y unas 6000 familias que están logrando igualdad de oportunidades sin necesidad de migrar. Sueña con una Puna mejor, con profesionales que lideraran el cambio y el desarrollo para ellos y sus familias. Además, en este último tiempo, fueron muchos los chicos que pudieron recibirse a la distancia. "Tenemos un abogado en el pueblo y nos encantaría poder compartirlo con el mundo", dijo.
La Nación
ANTÁRTICA: Vivieron durante 60 millones de años y tenían dientes huesudos y afilados, así eran las aves más grandes que habitaron la Tierra
Paleontólogos de la Universidad de California Riverside, Estados Unidos, visitaron la isla Seymour, parte de una cadena de islas en la península Antártica, en la década de 1980. En la expedición hallaron varios fósiles, incluido el hueso de una pata y el hueso parcial de la mandíbula de dos aves prehistóricas.
Durante décadas, los fósiles permanecieron en un museo de la universidad, en Berkeley, hasta que un estudiante graduado llamado Peter Kloess comenzó a investigar los restos en 2015.
En un estudio, publicado el lunes pasado en la revista Scientific Reports, Kloess identificó a las aves como pelagornítidos, un grupo de depredadores que vagaron por los océanos del sur de la Tierra durante al menos 60 millones de años.
Se les conoce como aves de dientes huesudos debido a sus dientes afilados y picos largos, que les ayudaron a atrapar peces y calamares del océano.
Las aves eran enormes, con una envergadura de hasta 6,4 metros. Y los individuos específicos a los que pertenecen los fósiles pueden haber sido los más grandes de todos, indica el estudio.
El ave con el hueso de la pata es el espécimen más grande conocido de todo el grupo extinto de pelagornítidos, mientras que el ave del hueso de la mandíbula era probablemente tan grande, si no más grande, que los esqueletos más grandes conocidos del grupo de aves de dientes huesudos, indica la investigación.
"Estos fósiles antárticos… probablemente representan no solo las aves voladoras más grandes del Eoceno, sino también algunas de las aves voladoras más grandes que jamás hayan existido", añade el documento.
Kloess y otros investigadores determinaron que el hueso de la pata se remonta a 50 millones de años, y el hueso de la mandíbula tiene alrededor de 40 millones de años, evidencia de que las aves emergieron en la Era Cenozoica, después de que un asteroide golpeó la Tierra y acabó con casi todos los dinosaurios.
"El tamaño gigante y extremo de estas aves extintas es insuperable en los hábitats oceánicos", agregó la coautora del estudio, Ashley Poust, del Museo de Historia Natural de San Diego.
Los fósiles revelan que estas aves evolucionaron a un tamaño verdaderamente gigantesco relativamente rápido después de la extinción de los dinosaurios y gobernaron los océanos durante millones de años.
El estudio también aporta información sobre la vida en la Antártida hace 50 millones de años. Se cree que era un lugar mucho más cálido, en el que habitaban mamíferos terrestres como los parientes lejanos de los perezosos y osos hormigueros.
Las aves antárticas también habitaron la zona, incluyendo las primeras especies de pingüinos y los parientes extintos de patos y avestruces. Los pelagornítidos habrían existido en este ecosistema junto con los demás, compitiendo potencialmente por los espacios de forrajeo y anidación. (I)
El Universo
jueves, 29 de octubre de 2020
La travesía del Estrecho de Magallanes
miércoles, 28 de octubre de 2020
ANTÁRTICA: Hay tanto microplástico en el fondo marino antártico como en el Mediterráneo
La contaminación de partículas plásticas existe en el lecho marino de la Antártida en las mismas cantidades que en el Atlántico norte y el Mediterráneo
La contaminación por microplásticos existe en el lecho marino de la Antártida en las mismas cantidades que en el Atlántico norte y el Mediterráneo.
Un estudio de investigadores/as de la Liverpool John Moores University (LJMU), Queen's University Belfast y British Antarctic Survey, tomó muestras de partes remotas de la Península Antártica, Georgia del Sur y las Islas Sandwich. La investigación se publica en la revista Environmental Science & Technology.
El equipo descubrió que al menos una partícula de microplástico por cada gramo de sedimento residía en el lecho marino antártico, similar a las tasas de contaminación de otras regiones oceánicas mucho más cercanas a la actividad y la habitación humanas. Se trataba de fragmentos, películas y fibras de los polímeros desechados con mayor frecuencia (poliéster, polipropileno y poliestireno), todos ellos de uso frecuente en envases.
"Este es el primer informe a nivel mundial de un hallazgo de este tipo que consideramos muy importante en nuestra comprensión de la escala global de la contaminación microplástica", confirmó el doctor Kostas Kiriakoulakis, profesor titular de ciencias ambientales en LJMU.
La doctora Katrin Linse, científica del British Antarctic Survey, que viajó al Océano Austral y la Antártida como parte de un proyecto de investigación más amplio, recogió muestras del lecho marino a una profundidad de hasta 3,6 kilómetros.
El coautor, el doctor Linse, biólogo experto en biodiversidad, dice en un comunicado: "Creemos que este es el primer análisis de la contaminación por microplásticos en los sedimentos de aguas profundas del Océano Austral, y servirá como base para futuros estudios desde la superficie hasta el fondo del océano".
Vertiendo plástico durante 70 años
El investigador Mánus Cunningham, de la Queen's University, dijo: "Nuestra investigación destaca que no importa lo remoto sea un ecosistema, todavía mostrará los artefactos de la influencia humana. Hemos estado vertiendo plástico en nuestros océanos durante aproximadamente 70 años, así que en retrospectiva esto puede no ser muy sorprendente. Lo que sí es sorprendente es que los niveles de este tipo de contaminación son comparables a lo que consideramos regiones de los océanos del mundo moderadamente o altamente contaminadas".
En cuanto a por qué la incidencia de los plásticos es tan alta en una ubicación tan remota, es una pregunta abierta. Las teorías van desde las corrientes oceánicas o el viento hasta la actividad local (por ejemplo, la pesca) y posiblemente algunos mecanismos internos mediados biológicamente, a saber, los microplásticos capturados por formas de vida y transportados a las profundidades.
Sonja Ehlers, del Instituto Federal de Hidrología, dijo: "Sería interesante conocer las fuentes de los diferentes tipos de microplásticos que encontramos y el papel que el tráfico de barcos o las estaciones de investigación pueden jugar en su acumulación".
El equipo espera que los hallazgos ayuden a los esfuerzos futuros para medir el daño ecológico y ambiental que podrían causar estos fragmentos de plástico, proporcionando una "medida más sólida" de su acumulación en partes remotas del océano. Los plásticos pueden tardar cientos de años en degradarse.
ECOVANT
ANTÁRTICA: Cataratas de Sangre: la misteriosa formación de la Antártida que intrigó a los científicos durante un siglo
En uno de los lugares más fríos del planeta existe una cascada de color rojo intenso que, durante más de un siglo, asombró a los científicos que no podían explicar el origen de semejante maravilla: las Cataratas de Sangre en la Antártida.
La caída de agua, que fluye como sangre desde una herida, se encuentra en los Valles Secos de McMurdo, a un lado del Glaciar Taylor. El líquido rojo brota con fuerza desde el interior de la masa de hielo hasta desembocar en el Lago Bonney.
Las Cataratas de Sangre, uno de los fenómenos naturales más increíbles del planeta, fueron descubiertas por el geólogo australiano Thomas Griffith Taylor en 1911. Los primeros grandes aventureros y exploradores que se adentraron en la Antártida creyeron que el tono rojizo de la cascada se debía a unas algas de ese color.
Pero tuvieron que pasar más de 100 años para que los científicos pudieran explicar la verdadera razón del color rojizo del agua que nace del glaciar. En 2017, un equipo de investigadores norteamericanos publicó un estudio en el Journal of Glaciology que reveló el verdadero origen de la cascada sangrienta.
¿Por qué sangran las cataratas?
Las Cataratas de Sangre están ubicadas en los valles secos de McMurdo en la Antártida. El líquido color rojo brota de las fisuras en la superficie del Glaciar Taylor como un derrame de sangre de una herida invisible. Este flujo llamó siempre la atención porque, además del espectáculo visual, el agua debería congelarse y no lo hace aunque la temperatura en el lugar puede alcanzar los 60 grados bajo cero.
Mediante el uso de un radar para explorar las diferentes capas de hielo, los científicos establecieron que, hace cinco millones de años, los niveles del mar crecieron, inundaron el este de la Antártida y crearon un lago de agua salada.
Mucho después se formaron los glaciares arriba de este lago, por lo que quedó separado del resto del continente. Esto significa que el agua de las Cataratas de Sangre es como una cápsula del tiempo que se preservó intacta a más de 400 metros por debajo de la superficie.
Mientras los glaciares encima del lago comenzaron a congelarse, el agua debajo se hizo cada vez más salada. En la actualidad, el contenido del lago subglacial que alimenta a las cataratas es tres veces más salado que el agua marina. Esa excesiva salinidad es lo que mantiene su temperatura.
Otro rasgo distintivo del lago es que no tiene contacto con la atmósfera. Sus aguas nunca fueron tocadas por los rayos solares y se encuentran desprovistas de oxígeno. También son ricas en hierro en extremo, mineral que llegó allí gracias al roce entre los glaciares y la base marina debajo del lago.
El efecto de sangre se produce cuando el agua salada del lago subglacial, rica en hierro, se filtra a través de fisuras y cae en forma de cascada por el Glaciar Taylor hasta el Lago Bonney, entrando en contacto con el aire, oxidándose y adquiriendo su extraña tonalidad roja.
Las Cataratas de Sangre, aliadas en la búsqueda de vida extraterrestre
La tonalidad rojiza de las cataratas no es la única curiosidad de este fenómeno natural. Los microbios que habitan dentro del lago subglacial captaron la atención de la comunidad científica internacional.
Hace millones de años, cuando esos glaciares cubrieron el lago salado, estos microbios estaban en el agua y, hasta el día de hoy, continúan allí. Como las bacterias que fueron encontradas cerca de fuentes hidrotermales en la profundidades, los microbios de las Cataratas de Sangre obtienen su energía al separar los sulfatos que contienen oxígeno. Luego, el hierro del agua interactúa con estos microorganismos para restaurar el sulfato y así se crea una especie de cadena de reciclaje constante.
El lago subterráneo ofrece a los científicos la oportunidad de estudiar la vida microbiana en condiciones extremas. Este tipo de investigaciones son útiles para entender la variedad de condiciones a las que pueden adaptarse los seres vivos y supone un avance en la búsqueda de existencia de otras formas de vida en el Sistema Solar. Por ejemplo, en Marte, en Europa (la luna de Júpiter cubierta de hielo) y hasta en Encélado (el satélite natural criovolcánico de Saturno).
Los científicos especulan con la posibilidad de que estos astros alberguen ambientes líquidos de aguas subglaciales, que sean propicios para el desarrollo de formas elementales de vida como las que se encuentran en la Antártida, ya que por su profundidad estarían protegidos de la radiación ultravioleta existente en la superficie.
Las Cataratas de Sangre y los Valles Secos de McMurdo solo pueden visitados en helicóptero desde las estaciones y bases de investigación de la Antártida o desde cruceros que visitan el Mar de Ross. Pero, sin dudas, su belleza particular y sus misterios de millones de años mantendrán ocupados a los científicos por muchos siglos más.
Nicolás Tosi
La Nación